La vuelta de la Concertación al poder supone esfuerzos grandes para conseguir disfrazar, ocultar e instalar mentiras como si fueran verdad.
Una gran mentira es que ahora se trata de una "nueva mayoría" porque incluye desembozadamente al Partido Comunista, pero eso no es cierto. El PC ha estado actuando de consuno con la Concertación desde antes de 1990, cuando acordó sumarse a la estrategia electoral en vista del fracaso de la estrategia militar. Desde entonces —a cambio de sus pocos votos y de controlar el activismo violentista— el PC ha recibido por debajo de la mesa protección, gran ayuda financiera y, últimamente, apoyo electoral para instalar a su gente en el Congreso. Por lo tanto, que ahora el PC tenga una silla en la mesa pública no constituye una "nueva mayoría" sino la misma vieja clientela desde más de 20 años.
Otra gruesa mentira es presentar esto como la vuelta de Michelle Bachelet, como si su persona tuviera una estatura de estadista suficiente para moverse por sí misma y no, como es en realidad, una simple seguidora dócil y fiel de quienes la controlan. De haber algo de cierto en el perfil de líder con que se la presenta en los medios, sería en extremo conveniente conceder entrevistas y darle la oportunidad de desplegar esos atributos. Pero la verdad es lo contrario, estuvo blindada por tres años precisamente para evitar estos despliegues y una vez aquí se la sigue manteniendo blindada por el serio riesgo de que sometida al escrutinio independiente se revele el montaje.
Consecuente con lo anterior, llega a ser risible el esfuerzo de la coalición que la controla por permanecer en las sombras, en la trastienda, que es como ver a alguien esforzándose por pasar piola detrás de una vara de colihue.
Estas contorsiones son obligadas porque la Concertación es incapaz de enfrentarse en terreno abierto con la Coalición de centro-derecha. La canallada que tanto beneficio les rindió de acusar a la centro derecha de antidemocrática y pro-dictadura ya no sirve. Se gastó y en los hechos quedó probada su falsedad luego de 20 años de gobierno de los supuestamente campeones de la democracia, que resultaron ser campeones de la corrupción, la demagogia y el totalitarismo.
Aún cuando la Concertación sigue en control de los medios y la TV, de los gremios y sindicatos, de las ONGs, de la administración de justicia y penetra las cúpulas de muchas instituciones nacionales (la cúpula clerical incluida), esta vez el asunto no pinta nada de fácil por estos cuatro factores que vuelven precaria la estabilidad de su campaña:
2. Por más que se esconda, sublime o se vuelva "tácita", es imposible asegurarse de que la gente no perciba la asociación íntima e irrompible entre Bachelet y la coalición que ha estado detrás de ella en cada paso del camino. En el minuto en el que quede claro el intento de camuflaje del progresismo detrás de doña Michelle la contienda se transformará, como nunca debió dejar de ser, en una entre coaliciones. Y en ese evento, la Concertación no tiene esperanzas de atraer a la mayoría.
3. El ineludible blindaje de Bachelet, tanto por la enorme mochila de responsabilidades pendientes como por su propia incapacidad de hilvanar un discurso atinado, puede terminar convenciendo a la gente de que nada bueno se cocina bajo esa negativa para someterse al escrutinio público. En este campo, la centro derecha debe saber jugar sus piezas y no permitir en modo alguno montajes que bajo la apariencia de "debate" en la práctica se presten a una pantomima destinada a seguir protegiendo a Bachelet.
4. La reacción de la centro derecha podría no ser la esperada, es decir, podría sacudirse de la dictadura de la agenda diseñada por la centro izquierda. Una señal de esto fue la escasa importancia que la vocera de gobierno, Cecilia Pérez, dio al "retorno" de Bachelet. Bastó eso para que en la centro izquierda cundiera el "pánico del ninguneo", que es lo que la derecha debería tomar como norma. Ya lo dije en el artículo anterior: Bachelet o cualquier otro representante de la Concertación carecen de importancia frente a la amenaza de la vuelta al poder de la coalición más corrupta, demagógica y totalitaria, desde el traspaso del gobierno a los civiles. Aún cuando obligadamente elegimos a una persona como representante de una coalición, no existe tal cosa como el gobierno personalizado, "ciudadano" o "independiente" de los partidos. El mismo Sebastián Piñera lo comprobó luego de su fallido intento de prescindir de la coalición que lo llevó al poder, cuando creyó que podría arreglárselas solo y conformar nuevas alianzas quebrando a la centro-derecha.
Nota: vuelvo a incluir estos últimos 4 puntos que publiqué en este artículo porque en este contexto son ineludibles.
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