domingo, 25 de julio de 2010

Izquierdos humanos y derechos humanos

Con la etiqueta “derechos humanos”, los concertados rotularon el costosísimo y descomunal programa de victimización, inculpación y reparación económica diseñado para evadir el juicio histórico del intento de cubanizar Chile y, al mismo tiempo, estigmatizar políticamente a los militares que expulsaron al castrismo... y a todo chileno que hubiera apoyado el aborto de ese proceso.

domingo, 18 de julio de 2010

El TOCOPI es grande, muy grande.

Cierta tarde de hace años me crucé con Sebastián Piñera que venía a paso vivo cargando archivadores y papeles. Lo identifiqué porque ya entonces era un personaje famoso, pero ese fugaz vistazo fue suficiente para captar a una persona energética, orientada a la acción.

Antes de ese momento ya me habían contado lo del negocio de Bancard, que prefirió iniciar por su cuenta en vez de reportarle al que le habría hecho el encargo. Más tarde supe del affaire de la radio Kioto; de su tibia reacción frente a las “denuncias” de pedofilia hacia un líder rival; y de haber declarado al gobierno militar como el peor de nuestra historia (según leí a Hermógenes Pérez de Arce, hasta ahora no he conocido otra fuente). Todo este anecdotario me confirmó plenamente la impresión de ese día: un tipo movido que va derecho a su objetivo sin demasiados miramientos.

miércoles, 7 de julio de 2010

Ya basta de "historias"

En su columna de hoy en El Mercurio, Gonzalo Rojas menciona los hechos concretos que ocurrieron en el país el 18 de septiembre de 1810, fecha de la cual se cumplirán 200 años, afirmando que lo efectivamente acontecido no conserva ninguna vigencia, por lo cual estaríamos celebrando un bicentenario despojado de significado genuino.

Estando de acuerdo con el profesor Rojas, aceptemos que según la mayoría lo que se celebra es la “independencia” de Chile, que marcaría el inicio de la transformación de esta "colonia" en nación independiente, que es también el contenido del discurso de los gobernantes durante los últimos años, para quienes la nación simplemente no existía como tal antes de esa fecha.

La verdad es que Chile fue fundado el 12 de febrero de 1541 como “Reino de Chile” y en los 500 años que va camino de cumplir, jamás dejó de constituir un país, pueblo o nación con vida propia(1), sea que el gobernante fuera designado por el rey de España, por una Junta de Gobierno o elegido por votación popular, proceso que no siempre ha sido lineal.

Tan interesante como ignorado por los que promueven 1810 como nuestro año de “nacimiento”, nunca desde 1541 (y quizás desde antes) se llamó a este territorio de modo distinto, ni dejó de estar constituido por la larga y angosta faja que sigue siendo (salvo que por muchos años tuvimos costa sobre el atlántico patagónico), ni fue lugar de tránsito para ir a ningún lado. Quien se aparecía por aquí, venía a Chile.

Ricardo Lagos, considerado un “intelectual” por Carlos Peña, columnista concertacionista de El Mercurio, tiene escasa o ninguna idea de esto. Visitando a SS Juan Pablo II, le presentó de regalo un ejemplar de "Ensayo de la Historia del Reino del Chile" del abate Juan Ignacio Molina, lo cual llevó al Papa a preguntarle desde cuándo comenzaba la historia de Chile.

Seguramente quería darle la oportunidad de lucirse para que le hablara de nuestras hermosas sagas. Que obras como la que le obsequiaba se venían componiendo desde el siglo XVI, incluyendo La Araucana, incorporada al patrimonio mundial del género épico y que hizo de Chile la única nación americana con tamaño tesoro literario.

Pero Lagos salió con un torpe y deslucido “desde 1810”. A lo cual, caritativamente Su Santidad volvió a preguntar: "¿entonces ese libro es prehistoria, bolivariano?". Lagos respondió que recogía aquellos años y precisó que fue escrito en Bolonia (sic) [Emol, jueves 16 de mayo de 2002].

Efectivamente, para el izquierdismo Chile recién va camino del “bicentenario”. Antes no existió y vaya uno a saber de qué árbol cayó en 1810 sobre el suelo americano.

Los concertados ahora fuera del gobierno no se conformaron con la monstruosa distorsión de nuestra historia reciente, sino que además metieron mano en nuestra historia vernácula premiando a quien propusiera “obras artísticas” con versiones disparatadas y financiando generosamente iniciativas “culturales” que apuntaran a mostrar una ofensiva visión “escatológica” de nuestros héroes.

Me parece que todavía hay “obras” financiadas con dinero público pasado por los desalojados que están por estrenarse y en las que se muestra la versión “revisada” por gente que desaprendió historia a manos de Gabriel Salazar o algún otro “historiador” premiado por el régimen pasado.

Supongo que todos saben qué ocurrió el 18 de septiembre de 1810 en Santiago de Chile —Gonzalo Rojas lo resume muy bien en su columna de hoy— pero, no más para dejar las cosas en su sitio, la declaración de independencia de la corona española(2) fue muy posterior y, significativamente, fue presentada oficialmente otro 12 de febrero, esta vez del año 1818, que además coincidía con el primer aniversario de la batalla de Chacabuco.

Espero que el gobierno actual se sensibilice respecto de este tema y ponga un poco más de orden, reponiendo la enseñanza de nuestra verdadera historia, ubicando como se debe a nuestras efemérides y cortando el financiamiento de quienes buscan instalar sus afiebradas versiones.

Ojalá lleguemos a nuestros primeros 500 años habiendo aprendido al menos estas lecciones básicas.

(1) La europeización de estas tierras consumió miles de vidas de los conquistadores, enfrascados en una guerra que por indecisiones religioso-ideológicas se extendió por 300 años, tiempo suficiente para dar forma a una población que con aportes multirraciales y multiculturales devino en una de las nacionalidades más claramente perfiladas y fuertemente marcadas del continente americano. Para el siglo XVIII ya había chilenos nostálgicos repartidos por el mundo.


(2) Nunca hubo dependencia de España como nación ni de otra entidad que no fuera la corona, lo cual fue la base para constituir una Junta de Gobierno desconociendo fidelidad al gobierno peninsular de entonces, designado por Napoleón.

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sábado, 3 de julio de 2010

Isabel Allende, un ejemplo de tolerancia

Como detesto ser censurado, dejé de postear comentarios a las cartas y artículos de El Mercurio (si quieres ver los detalles, aquí están). Por lo tanto comentaré aquí las cartas o columnas mercuriales que me parezca pertinente.

Hoy me ha llamado la atención el extraordinario descaro de Isabel Allende Bussi para acusar a las diputadas señoras Cristi, Hoffmann y Turres de “falta de tolerancia, miopía histórica y mirada de futuro”.

Las acusadas criticaron a la diputada Karla Rubilar por alabar en Allende ciertas cualidades personales —no políticas— que ella cree ver en el personaje, pero que las personas atacadas por Isabel Allende no comparten.

Sabiendo muy bien quién fue Allende, tampoco vi lo que cree ver Karla, pero supongo que el reconocimiento que ensaya esta diputada va por la línea de rescatar algo bueno en cada persona. Postura sana y razonable cuando se está en la búsqueda del entendimiento.

Es comprensible que no habiendo sentido el fétido aliento de las fauces del monstruo que en medio de la violencia, persecuciones, muertes, torturas, violaciones y prepotencia inaudita se instalaba en Chile llevándonos a la guerra civil para instalar el socialismo a lo Castro, la joven Karla Rubilar ensaye su inocente comentario, movida por la búsqueda de la paz.

Lo malo es que esa búsqueda no es compartida por los partidarios de Allende y todavía menos por la senadora Allende que refiriéndose a Pinochet llegó al extremo de declarar el 17 de septiembre del 2004: "quiero que muera agonizando al lado de sus abogados, sufriendo, angustiado, intentando encontrar hasta el último segundo de su vida alguna explicación para todos los bienes que posee y las atrocidades que cometió. Quiero que muera sin paz".

En tales circunstancias es comprensible también que el comentario de Karla Rubilar suene disonante para quienes sí sufrieron el más odioso y violento ataque a nuestra democracia y siguen viendo la misma odiosa actitud entre quienes apoyaron el proyecto de cubanizar nuestra patria.

Quizás si la bien intencionada diputada Karla Rubilar hubiera escuchado alguna declaración de gente como Isabel Allende reconociendo algún atributo positivo de Pinochet, compartiendo su ánimo de buscar el entendimiento, yo me atrevería también a pedirle a las diputadas acusadas que, por la paz y el entendimiento, callaran.

Pero dudo mucho de que Karla haya escuchado jamás nada parecido sino al contrario. Pinochet como la bestia sedienta de sangre y poder que en complicidad con los yanquis arrasó con la democracia en Chile es una execrable mentira, pero es al mismo tiempo un dogma intocable entre los seguidores de Allende.

Es más, en la carta que El Mercurio publicó a la senadora Allende insiste en la legitimidad del burdo montaje de TVN para designar a su padre como "el más grande de los chilenos", lo cual prueba que algo anda muy mal en la conciencia de esa congresista, y que si ella aparece defendiendo a la diputada Karla Rubilar no puede ser por ninguna razón moralmente aceptable.

Toda la plataforma discursiva de la Concertación está basada en gravísimas mentiras y distorsiones. Durante los veinte años pasados en el poder han gastado cantidades siderales de dinero público en mantener y alimentar esos salvajes mitos que cumplen, en mi opinión, el doble objetivo de:

1. Postergar el examen histórico desapasionado y público de la verdadera gestión de Allende, que constituyó el más grave atentado a nuestra institucionalidad, nuestra democracia y nuestra libertad.

2. Desacreditar a sus oponentes políticos y acusarlos de antidemocráticos y  "partidarios de la dictadura", para acorralarlos e impedirles expresarse y exponer su propia visión (el caso más reciente fue el que afectó al efímero ex embajador en Argentina).

Para terminar, un solo dato.

Bajo el gobierno militar hubo muchas más publicaciones de izquierda que a partir de 1990 cuando, restaurada la institucionalidad político-electoral, se detuvo el flujo de fondos desde el extranjero que las financiaban.

En esos días nos tocó ver a menudo a grupos de personas de izquierda desfilando por el centro de Santiago con un tapabocas, protestando por la "falta de libertad de expresión" mientras eran fotografiados por corresponsales extranjeros.

Fabricando mentiras como ésta, los concertacionistas se han pasado más de 30 años. Y una de las más grandes mentiras es la de que Allende fue un "grande" en nuestra historia.

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