El plan del progresismo chileno para recuperar la presidencia luego de que la ciudadanía les alejara de La Moneda en el 2010 se puede resumir en cinco puntos:
1. En el período de 50 días que medió entre la pérdida de la elección y la entrega del mando, se movilizó una enorme cantidad de recursos fiscales para asegurar con fondos y comodatos de propiedad a las ONGs nacidas al alero del gobierno saliente (no tengo datos exactos pero puedo consignar que el fondo soberano bajó en no menos de 10 mil millones de dólares durante la campaña y este período post eleccionario).
Incluso se aceleró el evento recaudador de fondos que Mario Kreutzberger suele organizar luego de terremotos y grandes tragedias para que esos dineros no cayeran bajo control de la nueva administración. Más de 20 mil millones de pesos fueron a parar a la organización eclesial controlada por la izquierda "Un Techo para Chile", con el encargo de debilitar el rol protagónico del gobierno en la reconstrucción. Todas las ONGs y el "Techo" se han destacado en la crítica y sabotaje de cada iniciativa del gobierno.
2. Mediante el manejo sincronizado de los medios —que el progresismo controla casi en su totalidad a través de sus profesionales en diversos roles— se posicionó a la presidenta saliente Michelle Bachelet como de gran popularidad y para hacerla salir con aclamación del poder. Recuerdo que a pocos días de asumido el nuevo gobierno, el encuestador concertacionista Carlos Huneeus (@carloshuneeus) tuiteaba que "el pueblo pedía su retorno", propuesta tan disparatada que no tenía ninguna racionalidad si no se explicaba dentro de este plan. Varias encuestas se han publicado incluyendo la persona de Bachelet como presente en el recuerdo de la gente, lo cual tampoco tiene explicación sino dentro de este plan.
3. Junto con ello, se procedió a blindar a la ex presidenta para que no tuviera que responder a las miles de interrogantes que levantó su pésima gestión de gobierno. Con ocasión del terremoto visitó el país Ban Ki-Moon el secretario general de la ONU (que es de izquierdas y masón, por más señas) con quien se acordó darle un cargo en la organización. Aparte de alejarla físicamente de Chile, el cargo se presentó falsamente como inhibidor del discurso público de Bachelet en lo concerniente a la coyuntura política chilena. En forma dosificada durante este gobierno, cada cierto tiempo se ha publicado como "noticia" hechos producidos para lucimiento de la ex presidenta en su nuevo rol o en cualquier otro asunto, con el objetivo de mantenerla vigente.
4. En paralelo se dio inicio a un programa de ataque a la persona del nuevo presidente desde antes de asumir y al gobierno desde el primer día, sobre la base de una agenda que consistía en transformar aún la más trivial de las minucias en un asunto conflictivo con cobertura en todos los medios. Aún la ingenua invitación inicial de Piñera para que formaran parte del nuevo gobierno (desconcertante para sus propios simpatizantes) fue rechazada con violencia acusando al nuevo equipo de no tener dedos para el piano (en todos los medios se publicitó el "otra cosa es con guitarra"). Jorge Schaulsohn, asombrado de la virulencia de este ataque, decía por Twitter que el claro objetivo de la oposición era "hacer mierda" al gobierno. El ataque nunca ha sido espontáneo ni desordenado. Se formó una estructura (que en junio del 2010 bauticé como TOCOPI) en la cual figuran varios ex líderes del progresismo que coordinan y dosifican los ataques mediáticos, las críticas, las protestas y las movilizaciones de modo de jamás dar respiro al nuevo gobierno. La magnitud de este TOCOPI es inmensa e incluye a casi todo el aparato legislativo, judicial y hasta ejecutivo que no ha sido debidamente sanitizado.
5. Llegado el período de la nueva campaña, traer a Bachelet presentando su vuelta como un retorno anhelado por las masas. El retorno debía ser lo más cerca posible de la campaña (cuando no de la elección misma, cuestión imposible), para evitar su exposición y probable entrada en el debate pre-electoral. Todo el fragor debía estar puesto en la persona de la ex presidenta, al estilo mesiánico típico de los líderes revolucionarios, sin que se hiciera evidente su manipulación por la coalición para la que ha sido absolutamente imposible construir una imagen siquiera aproximada de popularidad. El plan se completa con la reelección de Michelle Bachelet y la vuelta del poder ejecutivo al control de la actual oposición, cuestión que a estas alturas es lo más peligroso que podría ocurrirle al país.
El plan se ha cumplido en cada etapa sin que el actual gobierno haya sido capaz de generar una estructura capaz de denunciarlo o neutralizarlo. La impecable gestión administrativa de la nación no se ve como un paliativo eficaz frente a esta arremetida, pese al monstruoso contraste en eficiencia y probidad entre la presente y las cuatro administraciones anteriores.
Sin embargo, el plan para el retorno del progresismo al poder tiene varias debilidades que lo podrían hacer colapsar como un castillo de naipes:
1. Sin importar la popularidad —real o ficticia— de Bachelet, ella podría no ser suficiente para convencer al votante que en la intimidad de la cabina de votación debe elegir el futuro suyo y de sus hijos. El retorno del concertacionismo traerá, sin ninguna duda, serias desgracias para la robustez institucional, el sano funcionamiento republicano, la moral de los asuntos públicos y la eventual caída sin retorno en el populismo de izquierdas del club castro-chavista al que muchos detrás de Bachelet (y ella misma) pertenecen en cuerpo y alma.
2. Por más que se esconda, sublime o se vuelva "tácita", es imposible asegurarse de que la gente no perciba la asociación íntima e irrompible entre Bachelet y la coalición que ha estado detrás de ella en cada paso del camino. En el minuto en el que quede claro el intento de camuflaje del progresismo detrás de doña Michelle la contienda se transformará, como nunca debió dejar de ser, en una entre coaliciones. Y en ese evento, la Concertación no tiene esperanzas de atraer a la mayoría.
3. El ineludible blindaje de Bachelet, tanto por la enorme mochila de responsabilidades pendientes como por su propia incapacidad de hilvanar un discurso atinado, puede terminar convenciendo a la gente de que nada bueno se cocina bajo esa negativa para someterse al escrutinio público. En este campo, la centro derecha debe saber jugar sus piezas y no permitir en modo alguno montajes que bajo la apariencia de "debate" en la práctica se presten a una pantomima destinada a seguir protegiendo a Bachelet.
4. La reacción de la centro derecha podría no ser la esperada, es decir, podría sacudirse de la dictadura de la agenda diseñada por la centro izquierda. Una señal de esto fue la escasa importancia que la vocera de gobierno, Cecilia Pérez, dio al "retorno" de Bachelet. Bastó eso para que en la centro izquierda cundiera el "pánico del ninguneo", que es lo que la derecha debería tomar como norma. Ya lo dije en el artículo anterior: Bachelet o cualquier otro representante de la Concertación carecen de importancia frente a la amenaza de la vuelta al poder de la coalición más corrupta, demagógica y totalitaria, desde el traspaso del gobierno a los civiles. Aún cuando obligadamente elegimos a una persona como representante de una coalición, no existe tal cosa como el gobierno personalizado, "ciudadano" o "independiente" de los partidos. El mismo Sebastián Piñera lo comprobó luego de su fallido intento de prescindir de la coalición que lo llevó al poder, cuando creyó que podría arreglárselas solo y conformar nuevas alianzas quebrando a la centro-derecha.
Nota: compongo este artículo para que vea la luz el comentario que dejé en el post de Marcelo Brunet (@MarceloBrunet) en la web de la radio progresista Cooperativa (@Cooperativa) en el que mencioné en forma abreviada estos últimos 4 puntos y que el editor se negó a publicar.
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