Entrevista: Ernesto Morales
Periodista cubano, radicado en Bayamo, ernestomorales25@gmail.com
Fotos: Claudio Fuentes Madan
- ¿Y entonces la Yoani madre, la Yoani que tantas veces durante esta conversación ha hablado de su hijo? ¿Cómo piensa en esto la mujer que tiene un hijo de 14 años a su cargo?
- Yoani: Mi hijo es uno de los motivos que me ha llevado a todo esto. Al verlo he podido comprobar la repetición de ciertos ciclos que ocurrieron en mi vida y que me producen mucho hastío y mucho dolor. El ciclo de la simulación, el ciclo de las consignas que se repiten, el ciclo del adoctrinamiento en las escuelas. Hay una frase que nosotros decimos mucho: “A lo que más miedo tengo es a vivir con miedo”. Pero más que eso, tengo miedo de dar la vida a una criatura que viva con miedo. Decirle: “Hijo, asume el miedo como premisa de vida”. Eso sí me aterra. Entonces también mi hijo me llevó hasta aquí. Con su mirada incisiva, con sus preguntas punzantes. En el año 2003 durante aquella Primavera Negra, cuando Reinaldo y yo tuvimos que contarle a Teo que alguien que es prácticamente parte de la familia, Adolfo Fernández Saínz, estaba en la cárcel por ser periodista independiente, por expresarse y comportarse como una persona libre, Teo quiso conocer más, saber las razones por las que estaba preso. Recuerdo que Reinaldo le dijo “Adolfo está en la cárcel porque es un hombre muy valiente”, y la respuesta llegó a la velocidad de una flecha: “Entonces ustedes siguen libres porque son un poco cobardes.” Yo escribo un blog para que mi hijo no me catalogue como cobarde. Yo escribo un blog para que cuando mis nietos le pregunten a mi hijo qué hacía la abuela, si se callaba, mi hijo les responda “Ella no pudo mover sola el muro, pero lo cierto es que nunca se calló.”
- Reinaldo, pensando un poco sobre los roles de los intelectuales en nuestra sociedad actual, me sucede algo: cuando escucho las canciones de músicos que podríamos definir como “enfrentados”, o cuando leo la literatura de algunos escritores apegados a la realidad que viven, me queda siempre una pregunta: ¿en qué medida los artistas, los hombres de pensamiento, han influenciado determinantemente nuestra realidad, y hasta qué punto han sido solo cronistas que describen lo que sucede, sin ir más allá? En el caso de ustedes, ¿cuál será el alcance real de sus blogs, y de este espacio que se ha dado en llamar blogosfera alternativa? ¿Cuál será la verdadera influencia de esto que están haciendo?
- Reinaldo: Voy a hacerte una comparación que me parece exagerada, pero que ilustra muy bien lo que creo. Y te adelanto que no se trata de una comparación entre personas, sino entre situaciones.
Según es conocido Martí es el Apóstol de la independencia cubana. El hombre que construyó en su mente la nación que todos quisiéramos tener alguna vez. Sin embargo, siempre me he preguntado cuántos de los hombres que iban a caballo con un machete en la mano, que participaron en la guerra junto a él, leyeron un solo texto suyo. José Martí escribía en el periódico Patria, escribía en La Nación de Buenos Aires, entre muchos otros, pero esos periódicos no se vendían en los estanquillos de Cuba. Es un hombre que se conoció después. ¿Y alguien podría negar la enorme influencia que tuvo Martí en el logro de la independencia, y en la guerra del 95? Entonces, el hecho de que las personas no conozcan claramente tu trabajo no implica que la influencia de lo que haces no exista. Y esta comparación la hago porque estoy convencido de que hoy son muchos más los que leen a los periodistas independientes, a los bloggers alternativos, y que reciben de todos ellos una semilla de libertad, que aquellos que a finales del mil ochocientos recibían o leían los textos de Martí. También te digo que en ocasiones se magnifica demasiado el rol de los intelectuales en los cambios sociales. Yo pienso que los intelectuales son una conciencia crítica de la sociedad, que tienen un papel importantísimo, pero que no son los agentes de cambio definitivo en la sociedad. La sociedad cambia porque tiene que hacerlo, porque los problemas están ahí y las personas se cansan de ellos, y entonces las soluciones aparecen de una forma u otra, tarde o temprano. Y la responsabilidad que tienen los intelectuales es innegable, pero ello no significa ni mucho menos que sin ti no pasan las cosas. Fíjate, el Che Guevara escribió en 1962 un texto del que mucho se habla, un texto de estudio, titulado “El hombre y el Socialismo en Cuba”. Y cuando en ese escrito habla de los intelectuales cubanos, dice que el pecado original de los intelectuales era que no habían sido revolucionarios. Esa acusación no está totalmente despojada de verdad, porque en definitiva ninguno de los Origenistas, ni Alejo Carpentier, ni Guillén que estaba en el exilio, ni Alicia Alonso, ninguno de ellos hizo nada en el plano directo por la Revolución, nada contra Batista. Lo que ellos hacían era alimentar el alma de la nación. O sea, no habían hecho panfletos, ni disparado un tiro en la Sierra Maestra. Pero es que una nación que tenga el alma bien alimentada no soporta una dictadura… Y durante mucho tiempo yo vi en esta acusación del Che Guevara un argumento válido, pero hoy cuando trato de establecer una analogía entre esta dictadura que tenemos y la anterior en la que los intelectuales tampoco participaron en su lucha, lo primero que me digo es “Reinaldo, tú no vas a pensar como el Che Guevara”. No voy a ser yo el que diga ahora que los intelectuales están cometiendo su pecado original de siempre, y no pelean contra lo que deberían. Más bien se trata de que cada quien hace lo que está dentro de sus limitaciones, escoge sus propios caminos. Pero por mi parte cuando voy a ver una buena obra de teatro, o de danza, o voy a un gran concierto, y veo que ahí está un artista ratificando a la personalidad individual, que le está dando valores humanos a las personas, que está como diciendo “tú eres un individuo”, aunque no hable de las dificultades o no arremeta contra la dictadura, para mí está haciendo una acción contestataria. Porque un sistema de esta naturaleza no funciona con individuos, con seres humanos libres, sino que funciona con gente mecanizada, sin yo propio ni alma. Para mí, basta con que los artistas e intelectuales alimenten esa sensibilidad individual, para que estén haciendo lo que sí es responsabilidad suya.
- Con respecto a las actividades que sí son francamente opositoras, Reinaldo: muchos de los cubanos que disienten de las líneas de dirección del Gobierno, sea total o parcialmente, no sienten respeto ni tienen confianza en la labor de los activistas y los partidos de oposición que existen en la Isla. No les dan credibilidad a sus acciones. ¿Qué criterio te merece a ti la oposición que existe hoy en Cuba?
- Reinaldo: Bueno, te voy a hablar en plural porque aun cuando tenemos coincidencias y divergencias en el pensamiento, aquí Yoani y yo sí coincidimos plenamente. Lo primero es que a la hora de autodefinirnos nunca lo hacemos como opositores. La autodefinición que empleamos, luego de mucho estrujarnos el cerebro en busca de la más precisa, es la de “ciudadanos independientes”. Yo soy un ciudadano independiente. Soy un hombre que se ha negado a actuar de otra forma que no sea como actuaría un hombre libre. Si al Gobierno y a las autoridades del país donde vivo les molesta que yo me conduzca como un hombre libre, pues que me repriman. Pero tampoco me siento un opositor, porque para mí un opositor es alguien que tiene una plataforma programática, que tiene un partido, un objetivo político, y no es mi caso, o nuestro caso. Yo soy un disgustado. Un inconforme. Pero no un opositor.
Ahora, el país está enfermo, y la oposición no tendría por qué ser su única rama sana. Citando esa frase tan completa de nuestro amigo Dagoberto Valdés, aquí ha ocurrido un profundo daño antropológico, que afecta a todas las esferas de la sociedad. Eso es cierto. Sin embargo, y a pesar de que admitamos esto, no puede haber una oposición sana donde las personas, para ejercer su opinión discrepante tengan que hacer cosas prohibidas por la ley. Hace mucho tiempo yo escribí un artículo que se titulaba “Las espinas del dinero”, donde tocaba este tema y decía que no se puede hacer política sin recursos económicos, porque es imposible hacer política si tú no puedes imprimir un documento, viajar por el territorio, hacer llamadas telefónicas, contactar personas a través de Internet… La política cuesta dinero como cualquier otra actividad humana. Este Gobierno prohíbe que se hagan gestiones económicas privadas para poder sufragar los gastos de la política, y entonces aquellos que están haciendo alguna actividad política se ven en la disyuntiva de 1. recibir financiación para hacer sus labores, o 2. renunciar a hacer política. De ahí que los grupos de oposición se vean obligados tarde o temprano a recibir ayudas que ¿de dónde vienen?, del único lugar de dónde podrían venir: de fuera de Cuba.
- Yoani: Como una vez Fidel Castro recibió ayuda proveniente de millonarios cubanos radicados en el exterior, pequeños grupos mexicanos, Carlos Prío Socarrás… Como antes había recibido ayuda José Martí, que había recaudado fondos para hacer política entre los tabaqueros de Tampa…
- Reinaldo: Entonces, el dinero inevitablemente ha envenenado las actividades de la oposición. Y lo ha hecho por la simple razón de que no hay posibilidad de tener cuentas claras como las tiene cualquier partido del mundo, sea o no de oposición. Cualquier partido del mundo tiene unas finanzas transparentes, incluso con una página web donde publican “Acabamos de recibir 50 pfenings de la Fundación X”. Como aquí no existe la posibilidad de tener esa transparencia, la oposición se ha enfermado también con diversos problemas relacionados con el dinero. Otro factor del que se habla mucho, y es cierto, es de la falta de unidad de la oposición. Nuestro país ha tenido un viejo padecimiento, histórico, que se llama caudillismo. Y fíjate lo que te digo: me consta que todos los opositores quieren la unidad, pero todos la quieren en torno a ellos. Y así no puede llegar muy lejos ninguna actividad política seria.
- Yoani: Mira, en un país donde hay un monopolio tan inmenso por parte del Estado de las leyes, de los medios de información, de la policía política (que siempre está en manos del Estado pero que en nuestro caso hay una desproporción muy grande entre el número de la población y el de personas que trabajan para la policía política, que es lo que en verdad es la Seguridad del Estado), en un país con estas características es muy difícil salir indemne a menos que formes parte del sistema. Es muy difícil hacer una labor de oposición, crítica, contestataria, y que no te destruyan socialmente. Y lo que también vemos en la oposición es la sistemática labor de personas que se han infiltrado, que han minado muchos movimientos que eran espontáneos: los infiltran, crean conflictos preparados y terminan por destruirlos. Empiezan a tomar una serie de pruebas que no deberían comprometer la opinión pública pero que lamentablemente en un país tan desinformado sí la comprometen, como que se mete el dedo en la nariz, tiene el refrigerador lleno o es gay, y de repente presentan las supuestas pruebas en público para destruir la moral de estas personas a las que no se les da un minuto para defenderse. Yo recuerdo otro acto abominable: la publicación de un libro llamado “El Camaján” para destruir la figura del opositor Elizardo Sánchez Santa Cruz, y paralelamente a esa publicación tenemos que esta persona está viva, que vive en esta ciudad, que su teléfono es de dominio público, y que es “protagonista” de un libro de más de cien páginas donde no se incluye un solo testimonio suyo. Eso para mí es un atropello legal, y sobre todo una vergüenza periodística: que un periodista firme un libro sobre una figura viva sin hacerle siquiera una entrevista a esa persona. Otra cosa: desde hace muchos años aquí se han venido colocando en un mismo saco a personas cuyos trabajos, principios, y hasta métodos, son distintos, solo porque discrepan de las posturas oficiales. En el mismo saco del gobierno caben personas como Ventura Novo, Posada Carriles, y Yoani Sánchez. Y esto es aberrante. Tú no puedes poner en el mismo plano a Ángel Santiesteban, que desde la palabra ha hecho críticas, que ha contado historias muy duras de la realidad, de la Cuba carcelaria incluso, con una persona que hace una actividad política, o con un terrorista por el otro extremo. ¡No! La palabra es otra cosa. No puede medirse igual el que coloca una bomba y mata personas que quien escribe lo que ve o siente, o defiende con palabras aquello en lo que cree. Y yo sufro en carne propia esa estigmatización. ¿Quién es Yoani Sánchez?, es una cronista que cuenta cosas que no nos gustan, así que Yoani Sánchez es una terrorista, es una mercenaria, es el diablo. Con semejante maquinaria de difamación es demasiado difícil tener juicios objetivos sobre aquellos que hacen trabajos de oposición. Nos han envenenado demasiado la cabeza. Escuchamos cuando niños gritarles vendepatrias, gusanos, y después resulta que cuando puedes conocerlos personalmente descubres que se trataba a veces de personas inquietas, que alguna vez se habían puesto unos jeans o un arete. Por eso ya no permito que me afecte la propaganda negativa: trato de testear a las personas, saber si valen o no valen, pero hacerlo por mí misma.
- Reinaldo: En cuanto a la labor de esos partidos de oposición te pongo un ejemplo para analizar hasta qué punto están asfixiados de libertad y de derechos. Yo no creo que los Estados Unidos sean un modelo perfecto de democracia, creo que tienen muchos problemas aún, pero a mí siempre me llamó la atención que el presidente Nixon tuvo que renunciar porque se descubrió que había mandado a espiar la sede del Partido Demócrata en Watergate. Imagínate tú entonces cómo es admisible que aquí sea de conocimiento público que este Gobierno tiene un aparato diseñado para infiltrarse en los partidos políticos de oposición, y lo que allá le costó la presidencia a Nixon aquí se vea como algo muy normal, muy justo. Yo me paso la vida diciendo que si tuviera un día la oportunidad de estar 5 segundos frente a las cámaras de la Televisión Cubana, sé muy bien lo que diría. Fíjate que hay que tener preparado lo que vas a decir por si esos 5 segundos llegan algún día. Incluso tengo mi discurso reducido a 3 segundos. Ese discurso de 3 segundos sería solamente: “Despenalicen la discrepancia política”. Es todo. Cuando tú despenalizas la discrepancia política de entrada tienes que desaparecer la policía política, como una vez sucedió aquí con el personal destinado a perseguir y detener a quienes tenían dólares cuando estos estaban prohibidos en Cuba. Incluso yo tuve la curiosidad de guardar el Decreto Ley que despenalizaba la tenencia de dólares, que se hizo público un 13 de agosto, por cierto, y entre las razones que se incluyen en el preámbulo para justificar esta despenalización, decía algo así como “para liberar la carga de trabajo de la policía y los tribunales que se ocupaban de este delito”. Es decir: no presupone que la gente debe tener derecho a la tenencia de cualquier moneda, sino que es más bien para ahorrarles trabajo a los perseguidores de estas ilegalidades. De igual manera el día que despenalicen la discrepancia política, todo eso que se llama Sección 21, o como les llamen en sus códigos internos, tendrán que dedicarse a cosas más útiles como perseguir narcotraficantes o proxenetas. En mis fantasías, cuando se decretara la despenalización de la discrepancia política lo primero que pasaría es que nos vamos a enterar de dónde está la oposición de verdad. ¿Por qué? Pues porque para ser opositor hoy en Cuba hay que tener una cierta dosis de irresponsabilidad. Incluso para hacer lo que nosotros hacemos hay que ser un poco irresponsables, porque uno sabe que está poniendo en peligro la estabilidad de su familia, de manera inmediata. Si uno no tuviera que arriesgar la estabilidad de su familia para realizar algún tipo de actividad política contraria a la del Gobierno, eso encauzaría a personas de otra naturaleza dentro del trabajo político. Y eso le daría aire a la oposición, no estaría solamente compuesta por personas kamikazes, arriesgados en extremo, sino por individuos comunes y corrientes. Y cuando te hablo de permitir la discrepancia política lo llevo al extremo de que yo quiero ver en las cámaras de Cuba, en los medios de comunicación, a una persona defendiendo la postura de que Cuba debe ser anexada a los Estados Unidos, cosa con la que no comulgo y que me parece una atrocidad. Pero cuando yo vea a un individuo con una bandera americana enlazada con la cubana, defendiendo esta postura, ahí yo voy a decir “ahora sí se despenalizó la discrepancia”. Y entonces el señor que es profesor de Economía en la Universidad, que tiene un documento elaborado durante diez años que presenta un programa socialdemócrata, va a decir “bueno, si al anexionista lo dejaron expresarse sin que fuera a prisión o sin perder su trabajo, ya yo puedo decir lo mío sin correr esos riesgos” y será que nos enteraremos de los verdaderos programas alternativos.
Por eso es tan importante que exista la posibilidad de discrepar sin costo alguno. Porque además del derecho que tiene el ser humano a expresarse con libertad, van a empezar a aparecer las soluciones a casi todos los problemas.
(Evidentemente han llegado, ambos, al punto medular de sus ideas. Se mueven en este diálogo como peces en el agua.)
- Yoani: En este país hay slogans que se repiten mucho y uno debe aprender a defenderse de ellos. A mí me dicen “Tú no planteas soluciones”, y mi respuesta es que yo no soy especialista en nada. Si acaso miro la realidad y a partir de impresiones epidérmicas voy formándome criterios sobre todo. Pero no tengo las soluciones porque no soy especialista en Economía, ni soy Licenciada en Agricultura, ni sé como avanzar en la Bioquímica. Pero sí tengo un Abracadabra que no falla: “Dejen opinar a la gente y las soluciones aparecerán”. No las tengo yo, pero sí sé por dónde vienen. Porque como mismo yo puedo tener algunas soluciones para el uso de Internet aparecerá otro que tiene una solución para que las cafeterías no estén llenas de moscas y sin productos que vender, o para que la agricultura produzca lo que hace falta. Por tanto yo creo que ese llamado a la “crítica constructiva”, que si no aportas soluciones no hables, es una manera de decir “Confórmate y cállate”.
(Miro de soslayo mi reloj: llevo dos horas frente a estas dos personas. La noche ha avanzado, por un instante siento un poco de vergüenza de robarles tanto tiempo. Están en su casa, quizás tengan mucho por hacer. Sin embargo, algo me hace abandonar esta idea: han hablado varios minutos cada uno, y lo han hecho con visible placer. Marco en mi bloc (que no blog) la última pregunta, con algo de pesar en el gesto: si por mí fuera, desde el balcón me sorprendería el sol conversando…)
- Finalmente Yoani: por muy paradójico que parezca, si tú no vivieras en este país probablemente no tuvieras el nombre internacional que tienes. Ha sido necesario que tengas un molino de viento contra el que luchar, para que seas la Yoani que hoy eres. Mi pregunta es: ¿habrías estado dispuesta a seguir en el anonimato, a renunciar a la “ciber-fama” a cambio del país soñado?
- Yoani: Si yo viviera en Estocolmo tendría un blog profundamente crítico –reacciona de inmediato, no tiene que pensarlo-, porque esto nace de mis inquietudes como persona, es mi esencia. Desde niña he vivido cuestionándolo todo, preguntando acerca de todo. Con respecto a Yoani Sánchez y a Generación Y se han cometido sucesivas torpezas que han venido a aumentar el fenómeno mucho más de lo que lo han alimentado los premios y reconocimientos internacionales. El hecho de que Fidel Castro me dirigiera una andanada de insultos en el prólogo del libro “Fidel, Bolivia y algo más” pienso que me catapultó mucho más que el Time. El que mi nombre se haya convertido en una combinación de letras prohibidas en las instituciones ha alimentado el placer de lo vedado, que es inmensamente subyugante. Yo no tengo la culpa ni de una cosa ni de la otra. Creo que no comprendieron el fenómeno a tiempo. No se dieron cuenta de que estaban manejando un material profundamente explosivo como es la Internet, donde tú puedes insultar a una persona pero lo único que eso hace es generar hits en los servidores. Aumentar las entradas en Google. Yo me lo he tomado muy Zen. Nunca he respondido ataques: el que se excusa se acusa y no es mi tónica. Pero eso también les ha molestado más y han seguido aumentando la parada con los insultos, y de paso generando más hits. Así que el fenómeno se les fue de las manos. Yo aproveché eso, ¿cómo?, publicando más, atreviéndome más, porque mi fin último en verdad es comportarme algún día como una persona libre. Combinar la Yoani virtual con la real, y que cada una sea más honesta que la otra. Y aprovechando ese montón de torpezas fui emparejando lo que pensaba con lo que hacía. Claro, el escudo protector no es inmune. La vida lo demuestra. Un buen día me meten en un Geely y me sueltan cuatro garnatones. Otro día me amenazan o amenazan a alguien de mi familia, a eso no soy inmune. Pero de todas formas creo que el fenómeno blogger se les ha ido de las manos. Estamos hablando de nano-blogs y micro-blogs a través de Twitter. Yo con 140 caracteres puedo llegar a un millón de personas. ¿Y qué hacen los censores ante eso?, te meten en prisión, te quitan el móvil, ¿y qué? De pronto viene alguna persona a visitarme un día (porque al menos un día tienen que darme una visita) y yo le dicto 40 twitters al oído, esta persona sale y vía telefónica se lo dicta a alguien que lo cuelga en Internet… Con eso qué te digo: que han envejecido ellos y sus métodos. Quieren enfrentar los fenómenos actuales con las mismas vías de antaño, cuando lo único que logran es el efecto contrario. Es más: esta semana yo podría no publicar nada, pero solo con los insultos que publican sobre mí ya Google se refresca de cosas nuevas que tienen que ver conmigo.
- De todas formas – le interrumpo- quiero puntualizar mi pregunta: si el gobierno materializa esa aperturas necesarias, si esta realidad cambia, si cada quien puede decir lo que quiera, entonces probablemente Yoani Sánchez se diluya. El mito desaparece. Como protagonista de ese mito, ¿lo aceptarías gustosamente?
- Yoani: Chico yo tengo muchos deseos de regresar a mi jardín. Quizás a mi vida anónima. Me encantaría ver a los Pinos Nuevos crecer y ganar espacios y notoriedad por sí mismos. Pero de todas formas me conozco, y como testaruda genética que soy, sé que en una Cuba plural habrá mucho que hacer igualmente. Y la palabra tendrá mucho que hacer. Habrá mucho trabajo para señalar al poder y decirle “Cuidado, los ciudadanos necesitan respeto. Tienen derechos”. Esto, sea el gobierno socialdemócrata, liberal, o el que sea, siempre harán falta las voces críticas. Y Yoani Sánchez seguiría en esa dirección, quizás ayudando a unos amigos a fundar un periódico, abriendo una Academia Blogger que no esté prohibida, pensando en cómo mejorar el país en que vivo. Pero no necesito de la confrontación para existir. Yo existo como persona antes y después de la confrontación y me encantaría no tener que sentir la bota sobre mí para poder entonces de manera más desahogada, crear, escribir, expresarme sin el constante miedo de ser descabezada o asesinada socialmente por ello. Mi blog es mi diario, y bajo cualquier sistema o gobierno yo tendría un diario así. Es un diario donde la persona que va leyendo va reconstruyendo este ser que se llama Yoani Sánchez, con sus dudas, sus arranques, con sus vísceras afuera. Y en esa esencia que muestro en Generación Y, el lector puede decir “Sí, esta persona puede tener sus frustraciones, puede tener sus contradicciones incluso, pero esta no puede ser una mala persona”. Eso sí me importa de verdad. Que aquellos que me lean descubran que una persona que quiere el bien para su país, para su hijo, para sus seres conocidos y desconocidos, no puede ser una mala persona. Y que no solo desea ese bien, sino que lo está buscando. Por su camino, que ciertamente puede ser muy subjetivo, muy equivocado, pero que contra todo y contra todos, al menos lo intenta.
IV.
Un frío maniático para esta Isla tropical me obliga a guardarme las manos en los bolsillos del sweater. Camino despacio por la amplia avenida que en breve me enseñará la estatua de José Martí, en la Plaza de la Revolución. A lo lejos refulge la imagen de Camilo Cienfuegos sobre la fachada de un edificio, y a su lado, desde décadas atrás, la del Che Guevara. Camino con un poco de melancolía dentro. Una melancolía vaga, inexplicable si se quiere. Acabo de tener una conversación que recordaré por mucho tiempo, debería estar feliz, y sin embargo no lo estoy. He conocido a dos cubanos de carne y hueso, de ideas discutibles, pero innegablemente propias. Un matrimonio que me presentó a su hijo, a su perra, a su mundo interior compuesto por cuadros en la pared, libros en una estantería, plantas colgando del techo, paz y mucho amor. Ellos no necesitaban esta entrevista, pienso. Ellos no necesitan, a estas alturas, ninguna publicidad en su concepto más amplio. ¿Por qué me han abierto sus puertas, por qué han hablado por más de dos horas con un periodista de veinticinco años al que no conocen, que no tiene el más mínimo renombre, y al que difícilmente vuelvan a ver en persona? Porque son seres humanos, me digo. Porque asomándonos al abismo donde tantas veces yacen los inconformes, los rebeldes, los cuestionadores; mirando con buena fe y no con el corazón podrido de veneno, de rencillas, de odios acumulados que muchas veces no son nuestros, odios que nos han inyectado o hemos adquirido por vías respiratorias; acercándonos, en resumen, al hombre y no al concepto que una televisión nos ha edificado contra nuestra voluntad, muchas veces es esto lo que encontramos. Simples seres humanos. Como yo. Como todos. Dos cubanos nacidos bajo el mismo sol, en la misma tierra que yo y que sus enemigos. Un par de seres llenos de contradicciones, de errores, de vicios por subsanar. Pero en el fondo, ese fondo que bien sabemos que existe, un par de cubanos que han aprehendido para sí el verdadero concepto de Patria, y que aman, por sobre todas las cosas, eso que en nuestro idioma se llama Libertad. Y ahora, ni el frío ni la distancia que debo recorrer a pie, consiguen borrarme la leve tristeza que llevo dentro, por comprobar que un Gobierno, un sistema, apenas un puñado de personas, han enfermado mi país. Nos han enfermado a todos un poco. Han enfermado la esencia de unos hombres que a ratos no son hombres sino androides, y que no se mueven con amor y respeto, sino con el combustible de lo violento, de lo cobarde. Cubanos que no han cesado de excluir, de herir, de estigmatizar a otros solo porque sus ideas son distintas. Y que han conseguido, a su vez, infectar con el virus del odio a tantas personas desprotegidas, con cerebros fáciles de corromper. Personas que el día de mañana gritarán improperios en una marcha pública, ofenderán, amenazarán, lo mismo a mujeres pacíficas que en nombre de sus hijos y esposos presos caminan de blanco, con un gladiolo en la mano, que a una blogger de pelo largo que en las mañanas lleva a su hijo a la escuela. Una blogger con la que se puede diferir o comulgar, cuya línea estética o ideológica puede analizarse desde mil puntos de vista diferentes, pero que en esencia no deja de ser una mujer, una cubana como nuestras madres o hermanas, un ser humano a quien se le debería respetar su sacro derecho a la inconformidad.
Y regresa, inevitable, mi pregunta: ¿Existen límites para una campaña de difamación, para un movimiento de odios? Y ahora, feliz con mi tristeza, flotando como un zombie por esta avenida silenciosa en la medianoche, con las voces de Yoani y Reinaldo resonando aún en mi cabeza, no puedo evitar responderme, casi en voz baja: Sí existe. En el instante en que cruzas la barrera, que rompes el maleficio y tocas a una puerta donde una banderita con la inscripción “Internet para todos” te recibe; en ese preciso segundo en que resuelves conocer a tu vecino en persona, del que tantas cosas malas dice la radio, ahí estás limitando para siempre el alcance de los odios. Estás desterrando el influjo de las calumnias. Y estás siendo (como me siento en este segundo en que camino junto al inmenso Martí de la Plaza de la Revolución), libre como algunos habrían querido que jamás lo fueras.
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