domingo, 23 de septiembre de 2012

Entrevista a Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar II

ReinaldoyYoani

Segunda parte de entrevista iniciada ayer.  

Entrevista: Ernesto Morales
Periodista cubano, radicado en Bayamo
ernestomorales25@gmail.com
Fotos: Claudio Fuentes Madan


- Definamos ahora esta dupla, este matrimonio que es además un equipo de trabajo. Reinaldo Escobar, tengo entendido que usted sí es periodista graduado, y que entre otros medios trabajó para el diario “Juventud Rebelde”. ¿Qué sucedió en su caso? ¿Cómo pasó de ser un periodista de los medios nacionales al enfrentamiento con la oficialidad?

Reinaldo: Sí, yo soy graduado de la Escuela de Periodismo de la Universidad de la Habana en el año 1971. Trabajé durante 14 años en la revista Cuba Internacional, que era una de esas revistas que se hacían en los países socialistas para proyectar una imagen internacional de lo bien que marchaba todo. Tú recordarás aquellas revistas con las que se forraban las libretas escolares: la Polonia, la Bulgaria… bueno, eso era más o menos la revista Cuba Internacional. Una publicación que apenas se vendía en el país, más bien circulaba en la Unión Soviética, y yo estuve todos esos años cobrando un salario por dorar la píldora. Hasta que me cansé de hacerlo y decidí irme a trabajar al periódico Juventud Rebelde.

(Llevamos unos minutos apenas, pero una característica significativa salta ya a la luz: las dotes de grandes conversadores que tienen ambos. Dialogan con destreza, con fluidez, echan mano a ideas que de tan pensadas aparecen enteras, muy nítidas. Yoani tiene una voz que quizás sea el único atributo fuerte de su anatomía: no por su tono, que no es grave aunque sí sólido, sino por el énfasis que pone en sus palabras. Reinaldo tiene un hablar con ritmo ágil, que te obliga a estar pendiente de cada nueva idea.)

Llego a Juventud Rebelde en el 1987. Plena época de Perestroika y Glasnost en la URSS, y yo llegué a JR como un kamikaze: no fui a hacer lo que buscaba la mayor parte de los periodistas en sus centros de  trabajo, conservar su puesto, sino que me dediqué a hacer todo lo posible por demostrar que se podía o no se podía hacer el periodismo que a mí me interesaba. Y de alguna manera lo hice, publiqué algunas cosas de las que me siento muy orgulloso. Y claro está, me botaron. Duré año y medio… demasiado diría yo. En diciembre de 1988 en una reunión del periódico me dijeron “Tú no vas a trabajar más para nosotros, no puedes continuar ejerciendo esta profesión”. ¿De qué viví? Tuve varios empleos: en la Biblioteca Nacional, fui mecánico de ascensores, hasta que finalmente dejé de trabajar para el Estado y empecé a ganarme la vida como profesor de Español para extranjeros. Y desde el propio 1989 comencé a publicar artículos fuera de Cuba. Aún no se manejaba el término “periodista independiente”, esta es una definición más reciente, yo era un freelance del periodismo en ese entonces. Nunca participé en ningún conglomerado de periodistas independientes que ya por entonces empezaban a surgir. No estuve en ninguna agencia siquiera, a pesar de que tengo excelentes relaciones con quienes fundaban esas agencias, como Raúl Rivero, compañero mío en la Universidad, colega de la revista Cuba Internacional y gran amigo en lo personal. Sin embargo nunca quise pertenecer a ninguna de estas organizaciones. Así estuve, como un electrón libre, hasta que surgió la experiencia de la revista digital Consenso, que fundamos Yoani y yo en el 2004. Yoani era la Webmaster y yo el Jefe de Redacción. Ella misma fue quien me contagió este virus de bloguear, de tal manera que a finales del 2007, después que ella, empecé yo también con mi propio sitio.

- ¿Experiencia desconcertante, hermosa, cómo la definirías tú que eres de una generación de periodistas que no nació precisamente con la tecnología, ni con todas estas nuevas maneras de comunicar?

- Reinaldo: Una grandísima experiencia, te lo digo con toda sinceridad. Escribir para un blog es una experiencia periodística totalmente distinta a lo que yo conocía, y ahora le voy a robar a Yoani una frase que a ella le gusta mucho: cuando tienes un blog tú eres el propio Director, el Jefe de Redacción, el censor, el administrador y el compañero del sindicato. Eres todo. Y eso te da una libertad sin límites.
Nosotros te podemos decir que hemos experimentado totalmente, que hemos conocido la libertad de expresión, porque escribimos en nuestros blogs lo-que-queremos. ¿Los límites?, bueno, lo que no queremos hacer. Así de simple.

- Yoani, cuando se lee sobre ti, cuando se busca información, e incluso cuando sale tu caso a debate en círculos mayormente intelectuales, descubres que uno de los ataques más frecuentes que te hacen es catalogarte como una provocadora. O sea: “Ella se disfraza con una peluca y va a una reunión sin que la inviten, o despliega una pancarta en un concierto de Pablo Milanés, porque es una provocadora que vive de eso, simplemente”. ¿Qué dices tú al respecto?

Yoani: Mira, durante muchos años yo me consideré una persona que tenía el don de la invisibilidad. En el sentido de que pasaba por los lugares sin que nadie me notara, y disfrutaba mucho de eso. Creo que uno de los costos personales que me ha traído mi blog es un exceso de visibilidad que por momentos resulta molesto, sobre todo a alguien de mi naturaleza. Ahora bien –hace una inflexión de voz, una mínima pausa, presiento que ha debido escuchar tantas veces esta acusación que sus argumentos deben estar más que listos-, considerar una provocación el hecho de que yo quiera participar en un debate sobre un tema como Internet, que me es tan afín, y donde es un crimen excluir a esa parte importantísima de cubanos que están usando la red para comunicarse (como es la blogosfera alternativa), creo que es circunscribir las funciones de un ciudadano a un terreno muy estrecho. No puedo ver una provocación en intentar entrar a un sitio donde va a tener lugar un debate semejante. Por otra parte, la vida demostró que si no hubiera ido con peluca no me hubieran dejado entrar porque muchas otras personas de este sector alternativo se quedaron fuera. Tomé el micrófono, hablé con mi voz pausada, dije que no entendía por qué había blogs censurados. No grité, no insulté a nadie. Por tanto, verlo como una provocación me parece una manera muy rápida y superficial de juzgar. Y lo mismo considerar como una provocación que un ciudadano salga con una tela con el nombre de un cantante de rock (Gorki) y decida desplegarla en un concierto. Quien vea eso como un salirse del límite, está pensando de manera preconcebida que a un ciudadano no le competen esas acciones, visión esta con la que no estoy de acuerdo. De todas formas mira, como les digo a mis amigos, yo usé espejuelos y aparatos en los dientes durante 14 años de mi vida, y eso me curtió la piel contra el insulto, la jarana y la burla. Así que cualquier cosa que me digan lo asumo como “probablemente tengan razón”. Y lo digo en serio. Están los que piensan que soy una provocadora. Yo puedo convivir perfectamente con ellos. Lo que pasa es que ellos no pueden convivir conmigo. Ellos me tildan de provocadora y yo puedo aceptarlo, pero si yo les digo “ustedes son unos intolerantes, son unos sectarios”, entonces les salen pústulas, les salen granos, hinchan, revientan y me vomitan en la cara. Evidentemente hay algo que no está funcionando en la química ciudadana que hay en este país. Yo, si alguien me lo dice le respondo “vamos a discutirlo, demuéstramelo, probablemente puedas hacerlo, entonces hazme una caricatura y cuélgame encima el cartelito de provocadora”. Pero déjame expresarme. Porque los provocadores tienen derecho a expresarse. Es más, la provocación es un elemento de cambio. El provocador en una sociedad hace lo que hizo Lennon: canciones maravillosas. El provocador en una sociedad hace lo que hizo Thomas Mann: novelas maravillosas. El provocador en una sociedad hace lo que hizo Ghandi en la India: liberar. Entonces, bienvenidos los provocadores, que no es lo mismo que ser un terrorista, ni un abusador, ni un intolerante. Provocador es un término dinámico, cambiante, y por tanto, revolucionario.

El otro gran argumento en tu contra –prosigo- y que creo que este sí es el más reiterado, es el concepto de “producto”. O sea: Yoani Sánchez viene a ser el más reciente producto fabricado por el enemigo para el enfrentamiento, por lo cual no tienes un pensamiento propio. Serías la culminación de un plan que se concibió fuera de aquí, y que te escogió a ti, los escogió a ustedes, como marionetas de ejecución. Siendo francos, tú eres muy sensible a esta sospecha. Tu alcance mediático te hace muy proclive a que se piense que eres parte de un proyecto de subversión, válido o no desde el punto de vista ético o ideológico, pero que te anularía como ser pensante. ¿Es Yoani Sánchez un soldado que obedece órdenes, es una empleada, una pieza de algún juego?

- Yoani: Te respondo en la misma línea Zen que lo digo todo: las personas tienen el derecho a pensar eso o cualquier cosa que se les ocurra. Si algo he aprendido en mi vida, es a dudar de todo lo que genera un sentimiento de aprobación unánime. Presta atención y aléjate de aquel a quien todo el mundo considera un salvador, y todo el mundo le aprueba sus acciones. Cuando te encuentres con seres así, como una vez se encontró este pueblo, aléjate rápidamente: esos son los verdaderamente peligrosos. Los que tienen el aplauso de todos, a los que todos les rinden pleitesía, sin una crítica ni un ataque. ¡Cuidado! Ahí sí estamos ante un producto, y peligroso. Así que estas alucinaciones de la teoría de la conspiración, descansan sobre la base de que los individuos no pueden por sí solos. Descansan sobre la base de que los individuos son demasiado insignificantes para tener iniciativas de alto vuelo. La teoría de que te tienen que fabricar desde fuera, entrenarte en un campo militar, darte un file con los datos precisos de lo que tienes que hacer, parte de la premisa de que la chispa no puede nacer de una persona. Y eso, nada más hay que mirar la historia de la humanidad para darse cuenta de que es un precepto que se desvanece por sí mismo. ¿Quién prendió la chispa de Jesús? ¿Quién prendió tantas chispas que se han suscitado en nuestra historia? ¿Estaba el imperialismo también en ese entonces? Yo conozco la esencia misma de mi blog. Conozco todos los muros con los que he tenido que chocar, todas las dificultades que he afrontado para sacarlo adelante. Y por ende no ha sido un camino de rosas. O sea, cuando esos críticos analizan mi caso solo están viendo los méritos: el Ortega y Gasset, la lista del Time, las lecturas que tiene Generación Y, pero parecen obviar los problemas tan inmensos que hay que sortear para hacer esto que hago. Yo nunca voy a poder demostrar lo contrario. Demostrar que no soy un cerebro comprado. ¿Cómo demuestro que no soy una marioneta?, bueno, no tengo hilos –alza los brazos, los mueve, escenifica su idea- mira tú, hay quien sí los ve. De todas maneras como uno no puede probar que es inocente, los acusadores tienen que probarte que eres culpable. Y probar que una persona es fabricada lleva trabajo y pruebas, porque si no es un burdo proceso de difamación. Como soy una ciudadana que vive en un país donde el Estado hace y rehace las leyes a su antojo, tiene el monopolio de los medios informativos, lo único que me queda es hacer mucho Tai-Chi, tener un pensamiento Zen, hacer mucho Yoga en el balcón de mi casa, para no deprimirme ante los insultos que no puedo rebatir públicamente. El día que pueda estaré en un Tribunal y diré “Dónde están las pruebas. Enséñenme la factura, enséñenme el acta de pago o como se le llame, enséñenme el carné de la CIA, tráiganme las fotos del supuesto encuentro, y entonces llegaremos a un acuerdo.” Mientras tanto son insultos que no se responden. Trato de que esos insultos no influyan en mi escritura. Trato de que esas acusaciones no me radicalicen. Que no me conviertan en una máquina de improperios. Yo voy a seguir respondiendo con mis crónicas de cada día, porque la vida se encarga de ponerlo todo en su sitio. Mira, cuando yo empecé decían que yo no existía, que Yoani Sánchez era un grupo de 30 personas, y al final tuvieron que reconocer que esta personita vive en La Habana, tiene un hijo y escribe un blog.

- Ahora bien, todo esto puede haberte traído muchas satisfacciones, Yoani, pero es indudable que una vida de enfrentamiento como la que tú llevas tiene que generar conflictos, problemas, tristezas. El precio que hay que pagar por decir lo que se siente, por ser consecuente con uno mismo, hay veces que es inmenso. Háblame de las alegrías, pero también de los dolores que han llegado a tu vida junto con Generación Y.

- Yoani: Mira, yo me considero una persona feliz. A pesar de ello tengo una gran frustración en el plano social porque no puedo realizarme como ciudadana en el grado que me gustaría. No puedo tener la expresión o la libertad de opinión que me gustaría. ¿Pero por qué te digo que soy feliz?, porque tengo una familia maravillosa, porque tengo grandes amigos (aunque he perdido algunos, y de eso te hablaré en la otra parte de esta respuesta), pero sobre todo porque me nutro de las pequeñas cosas. Y esas pequeñas cosas no pueden arrebatármelas. Me nutro de ver una salida del sol desde mi balcón, de que el limonero que está sembrado junto a la puerta de mi casa florezca, de encontrarme un buen libro, escuchar una buena música. Amo lo pequeño. Agradezco el afecto de esas pequeñas personas que están a mi alrededor, personas que afortunadamente no padecen de neurosis, la neurosis que se ha enfatizado en esta Cuba nuestra por las carencias materiales, por la desconfianza, por problemas de control, en fin… Y yo hace mucho tiempo rompí con todo eso. Nací en un solar de Cayo Hueso, vengo de una cultura solariega, y un buen día me dije que no podía continuarla. Esa tirantez, ese siempre hablar mal del otro, ese reaccionar con violencia que aprendí desde niña, decidí no heredárselo a mi hijo. Quizás por ahí ande también gran parte de mi felicidad. Pero claro que en estos tres años muchas veces me he detenido a pensar: “Pero bueno, por qué tanto jaleo por unos textos que escribo”. Yo no soy un bloque uniforme, y hay días en que me digo “qué bien todo lo que he hecho”, pero hay otros en que digo “hubiera podido seguir siendo la misma anónima ama de casa, y estaría seguramente más tranquila”. La mente humana oscila, y los sentimientos también. Y es honesto confesarlo. ¿El costo personal?, altísimo. La difamación, los intentos de destruirme socialmente, de estigmatizarme, de satanizarme ante las personas. Eso es fuerte – hace una pausa y yo advierto el énfasis en esta frase-, es muy fuerte porque contra eso, en un país como este, no hay maneras de luchar ni de evitarlo. Eres tú contra lo que digan de ti. He tenido amigos que se han alejado de nuestra casa para protegerse. Gente que también se ha dejado confundir por la propaganda negativa. Y a todos los perdono. Quién sabe, a lo mejor yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en su pellejo. A lo mejor algún día retornan y entre ellos se dirán “Yo siempre estuve al lado de ella”, todo es posible porque el oportunismo tiene mil y una caras. Dentro de las sombras de mi vida están las persecuciones policiales, que no son ilusiones de mi mente paranoica porque no soy una mujer paranoica. Cuando empecé a notarlos ya llevaban meses detrás de mí. Y no lo han hecho para esconderse, hemos tenido operativos policiales en los bajos de nuestra casa. Tenemos amigos que han sido “visitados” por solamente llamar a nuestro número telefónico. Mi teléfono está intervenido: no me cabe la menor duda porque he hecho algunas pruebas. He jugueteado un poco: “Voy a salir a tal hora a tal sitio”, y allí están. Encontronazos con la policía, un pequeño secuestro de 25 minutos donde junto a otro blogger recibí golpes e insultos por parte de tres hombres que nunca se identificaron. Citaciones. La primera citación policial que recibí fue para sentarme en una silla y decirme casi gritándome “Usted está descalificada para el diálogo”. O sea, desde el 7 de diciembre del año 2008 me pusieron la advertencia: aléjate, no queremos hablar contigo.
Sin embargo, cuando paso la página después de todo eso me digo que no quiero convertirme en víctima. Yo me río con mis amigos, bailo, tengo una perra sata, un gato barcino y unos peces Goldfish en la pecera… (Reinaldo aclara, de paso: Los peces son míos…) - Yoani: Cierto, los peces son tuyos.
Soy profundamente responsable de lo que hago, y cada palabra que escribo tiene en sí misma la convicción de pagar por ella el patíbulo si fuera necesario.

¿Incluso la prisión? – preciso, y no puedo evitar mirarle a los ojos.

- Yoani: Incluso la prisión. Y no se trata de valentía, sino de que tengo un mundo espiritual que trato de alimentar constantemente, y estoy preparada hasta para el aislamiento. Tampoco te digo que crea necesario pasar por situaciones difíciles para validarme. No creo que las cicatrices, las prisiones, sean como condecoraciones. Yo preferiría pasar indemne por todo esto y seguir escribiendo. Pero si tuviera que ser con dolor, así sería.

Mañana: última parte de esta entrevista.

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