Entrevista: Ernesto Morales
Periodista cubano, radicado en Bayamo, ernestomorales25@gmail.com
Fotos: Claudio Fuentes Madan
I.
El dueño de la única emisora radial de una pequeña ciudad, decide un día emprenderla contra su vecino. No sabemos los motivos de su enemistad, pero tampoco importan. Lo que importa es que este hombre tiene un significativo poder, y que su enemigo es un hombre corriente. Como parte de su plan, decide corromper la imagen del vecino. Piensa: diré que es un depravado. Que es un pedófilo. En lo adelante, empleará los programas de mayor audiencia para acusar a su detestado vecino de corromper sexualmente a los niños de la comunidad. Buscará amigos y simpatizantes (que todo hombre los tiene, sobre todo si es poderoso), y les colocará el micrófono delante: Sí, ese hombre es un corrupto, ese hombre es un malvado. Diariamente. Sin descanso. El dueño de la emisora disfrutará ideando los nuevos argumentos para sustentar su acusación sobre las perversiones del vecino. Este no podrá responder públicamente a las mentiras: no tendrá manera. Peor aún: no tendrá manera de probar que No es un pedófilo, que jamás ha cometido tan grotesco delito. Pocas cosas son tan difíciles de probar, como la inocencia.
Tú escuchas la radio de vez en vez, y sabes lo que se dice de aquel hombre, que también es tu vecino. No te importa demasiado, es verdad. Cuando te cruzas con él, en la calle, te saluda con amabilidad y siempre te ha parecido un hombre correcto. Pero si una tarde tu pequeño hijo se queda más tiempo del habitual jugando en un parque cercano, correrás a buscarlo con un nerviosismo extraño. Un nerviosismo que no habría existido, de seguro, si no te hubieran advertido que aquel vecino del que tanto hablaba la radio, leía el periódico desde uno de los bancos del mismo parque.
II.
La voz del otro lado del teléfono es sumamente fraternal. Reinaldo Escobar, un hombre con quien jamás había cruzado palabra alguna, atiende mi solicitud con una presencia de ánimo que derriba cualquier frialdad entre desconocidos. - Si no estás muy complicado – dice Reinaldo- , mañana a las 9 tendremos aquí en el apartamento otro encuentro de la Academia Blogger. Puedes llegarte hasta acá y concertar con Yoani tu entrevista, o si en algún momento hay un chance, puedes hacérsela ahí mismo. Después, una detallada explicación para que un no-habanero supiera cómo llegar hasta una dirección específica. Hasta el apartamento de Yoani Sánchez. Recuerdo con simpatía el comienzo de su explicación: “Llegas a la Plaza de la Revolución. Desde allí, sigues el camino hacia donde mira el Che Guevara en lontananza…”. Recuerdo haber advertido la notable y finísima ironía: el apartamento de Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar, dos connotadas figuras de la reacción antigubernamental cubana, está situado en el piso catorce de un edificio yugoslavo que mira de espaldas a la Plaza de la Revolución, el Sancta Sanctorum del Gobierno cubano. Pasadas las 10 de la mañana del día siguiente, tocaba yo a la puerta donde una bandera cubana en miniatura, con la inscripción “Internet para todos” se ha colocado a manera de bienvenida. Abrió la propia Yoani. Su cara también grácil, sonriente. Ante mí, unas treinta personas sentadas en sillas plásticas miraban hacia una pared donde un video proyector mostraba imágenes. La Academia Blogger en plena sesión. Ya en este instante, en el preciso segundo en que uno de sus miembros se levanta para cederme una de las dos sillas donde estaba sentado (su nombre es Juan Juan Almeida, hijo del fallecido Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque) advierto algo que comentaría con Yoani horas más tarde: la atmósfera desprejuiciada que emitía ese espacio interior donde una treintena de cubanos de todas las edades recibía clases sobre cómo se construye, edita y redacta uno de estos sitios en Internet. Y donde todos y cada uno de los presentes tenía absoluta libertad para preguntar u opinar, discrepar o bromear, sin que normas escolásticas o ideológicas limitaran la naturalidad del espacio. No podía permanecer mucho tiempo allí. Otras obligaciones me lo impedían. Entre Reinaldo y yo pactamos el encuentro para la noche, en este mismo sitio. No pude resistir la tentación y salí al balcón, a mirar La Habana desde este piso catorce. La vista panorámica desde la cual una mujer de treinta y tantos años saluda y percibe su realidad circundante, lo mismo mientras riega sus plantas, que cuando olfatea la ciudad allá abajo. Esa porción de realidad que luego transmutará en breves posts: la armazón invisible, subjetiva, que sostiene lo que ella bautizó como Generación Y. Tomé un par de fotos. Después, avergonzado de abandonar la sala en plena clase, me marché.
III.
¿Cuál es el verdadero alcance de una campaña de difamación? O mejor aún: ¿Existen límites, barreras infranqueables, para una campaña de difamación? No sé bien por qué, pero mientras el ascensor me transporta arriba, este par de preguntas se apoderan de mi pensamiento. Quizás sea solo curiosidad filosófica. O probablemente mi yo interno, previsor, quiera entrenarse en estos menesteres: bien sé que luego de entrar a este apartamento, de hacer esta entrevista, figuraré en algún listado, mi cara aparecerá en algunas grabaciones como un posible “reclutado” de las milicias enemigas. Sonrío, mientras camino el pasillo que separa el ascensor del apartamento “B”. Es mi saludo a las cámaras que quizás vigilen este pasillo. Podría decir en voz alta “Buenas noches”, lo que no sé es si quienes escuchen detrás de los micrófonos instalados, sabrán que me dirijo a ellos. No me abre Yoani, sino un adolescente que luego sabré es su hijo, y que se llama Teo. Mientras va en busca de su madre, yo miro alrededor: la diferencia entre lo que encontré en el día, y la sala que advierto ahora, es enorme. Sin la treintena de sillas plásticas, con una decoración sobria pero elegante, el apartamento transpira paz. Y buen gusto. Una luz tenue, amarilla, cae sobre el interior en el que también se reflejan las luces distantes de la ciudad, hermosas, y al que la presencia de muchos libros, plantas y peces (en una pecera), y una perra cariñosa hasta el delirio, humanizan notablemente. - Resulta simpático – le digo a Yoani ahora que estamos sentados frente a frente, con la tranquilidad que todo entrevistador anhela -, no puedo dejar de sorprenderme por estar aquí. En uno de los “headquarters de la résistance”. La casa de una de las personas más detestadas y atacadas por los medios oficiales de mi país. Ella sonríe y asiente:
- El proceso de satanización contra una persona consigue eso. Y les sucede incluso a quienes no creen en las mentiras que se digan contra el satanizado, pero es que la duda, el extrañamiento por ver a esa persona como un ser de carne y hueso, siempre va a quedar. Yo no lo digo, pero no es esta mi verdadera razón. No me expresé con exactitud. Antes que sorpresa, es una mezcla de placer con sutil emoción lo que siento ahora mismo. ¿Por qué? Pues porque dialogar íntimamente con Yoani Sánchez, la blogger más connotada y polémica de este país, y una de las más reconocidas figuras del ciberespacio a nivel internacional, ejerce una seducción nigromántica en el periodista que soy. Y no se trata de sus premios internacionales, su nombre en la lista de los 100 más influyentes de la revista “Time”. Esta seducción no nace, tampoco, de los miles de lectores que en 16 idiomas acceden a Generación Y cada día, o de que esta cubana de imagen humilde e insignificante haya conseguido siete respuestas del Presidente del los Estados Unidos, Barack Obama. Debo admitirlo: yo he leído bastante de lo que ella escribe, he accedido a su blog con cierta regularidad, pero no me considero uno de sus fieles. Es decir, no me creo parte de la legión de firmes lectores que Yoani ha cosechado con sus posts. En mi caso, se trata más bien del interés que me despiertan los odiados, los vilipendiados, los sin voz o con voces alternativas. Y también, por qué no, la franca admiración que me generan quienes defienden sus credos por sobre obstáculos y represiones, y son capaces de asumir sus posturas a sabiendas de que el precio a pagar por ellas es, por lo general, bien alto. Muy poco hacía que Yoani y su esposo, el periodista Reinaldo Escobar, habían estado en el centro –nuevamente- de las polémicas políticas de mi Cuba beligerante. Un día tres ciudadanos sin identificar protagonizaron en plena Habana un acto de indudable estilo siciliano: durante veinticinco minutos amenazaron, agredieron físicamente, e insultaron dentro de un auto a esta mujer cuya estatura y peso corporal siguen siendo los de una frágil adolescente. Junto a otro blogger amigo fue abandonada en un barrio distante. Pocos días más tarde, cuando pudo reaccionar de modo coherente y no abrasado por la ira (según sus propias palabras), su esposo decidió citar a uno de estos personajes a un “duelo de palabras”, a que explicara la legitimidad de este acto brutal. A las 5 de la tarde del día anunciado, Reinaldo Escobar aguardó por el encuentro que jamás se efectuó. En su lugar, una turba de jóvenes y agentes camuflajeados de civiles, le agredió en una triste sesión cuyas imágenes recorrieron el mundo. También salieron en pantallas de Cuba. Obviamente: como la respuesta patriótica que un grupo de universitarios daba a unos esbirros, mercenarios y vendepatrias que ofendían a su nación. Pienso en esto, ahora que ambos (Reinaldo ha salido del cuarto también, se ha sentado junto a nosotros) se disponen a responder mis preguntas. Pienso en una imagen que recuerdo nítidamente: Yoani escribiendo con su laptop sobre una mesa del Hotel Nacional de Cuba, y la prensa oficial publicando su foto con un cintillo debajo: “Yoani Sánchez en plena labor mercenaria”. Junto ideas, interrogantes, malestares, y activo una tecla diminuta en mi grabadora de mano.
- ¿Cuándo y cómo nace toda esta historia, Yoani? –comienzo por fin-. ¿Cómo recuerdas el instante en que pensaste en Generación Y como la obra con la que romperías tu silencio?
- Yoani: Yo siempre me he considerado una persona diminuta, fíjate. Insignificante si se quiere. Para compararme lo haría con una hormiguita, porque además de que soy muy activa trato desde la pequeñez de hacer mis cosas. Y claro, la pregunta es: ¿cómo desde la pequeñez se pueden hacer fenómenos tan grandes? Pues para mí, esta es la prueba corpórea, personal, de que no se precisan grandes propósitos ni grandes acciones, ni proyectos que desde un principio se pretendan muy abarcadores para que en un final resulten así. Yo comencé a escribir mi blog en abril del 2007 como un proceso de exorcismo personal. No es un lugar común, así lo siento y así lo sentí en ese entonces: “No puedo más, o me voy en una balsa o me dedico a escribir las cosas que veo a mi alrededor y que la prensa oficial no refleja”. Esas cosas que llamo mis demonios, y que están basados en un componente muy intenso de frustración. La frustración que carga mi generación. Una generación a la que le prometieron un país que jamás se cumplió. Una generación que ha visto a sus padres decepcionarse, quitarse las máscaras, abrazar una fe aunque años antes se declaraban ateos; una generación que ha visto partir a sus amigos, y que ha visto derrumbarse todos los muros exteriores aunque ninguno de los interiores. Y entonces eso le da un componente bastante escéptico, con una mezcla de cinismo, a mi blog: “Ya he visto todo, tengo 34 años y conozco a la perfección lo que me rodea”. Eso está de fondo en lo que hago. Ahora, aunque las personas tienden a unir el origen de los sucesos con la detonación, usualmente no es así, y en este caso no lo fue. Yo comencé Generación Y en abril del 2007, y en agosto o septiembre de ese año aún yo no sabía si alguien me estaba leyendo o no. Mi sitio estaba allí, en la inmensidad de Internet, donde hay miles y miles de espacios, y yo ni siquiera tenía la posibilidad de comprobar si me leían porque mi infraestructura técnica era muy rústica. Aunque he tenido desde siempre como hobby la informática (fíjate que me construí mi primera computadora en el año 1994), cuando decidí abrir un blog ni siquiera conocía los softwares correctos para hacerlo. Entonces mi página era muy elemental, los lectores no podían interactuar, dejarme un comentario siquiera. De tal manera yo no sabía si me visitaban tres millones o dos usuarios a la semana. Yo lancé mi botella al mar: si me leían o no, no importaba, yo necesitaba escribirlo. Incluso recuerdo que cuando se lo comentaba a personas cercanas sus reacciones eran del tipo “no te dediques a eso, para qué, no tiene sentido”.
Sin embargo, empezaron a confluir una serie de circunstancias que fueron contribuyendo a que esta botella en el mar cobrara más fuerza y sentido cada vez. Es algo que ha sucedido con todos los fenómenos, y por cierto, Yoani Sánchez no, pero Generación Y sí es un fenómeno, compuesto por los lectores, los traductores, los amigos, y hasta los enemigos. ¿Cuáles fueron esas circunstancias o particularidades?, bueno, en primer lugar que hasta ese momento todas las personas que blogueban desde dentro de la Isla de una manera crítica, más apegados a la realidad y no a los slogans políticos, lo habían hecho con seudónimos, y de pronto aparecía esta mujer de 32 años, de una generación que había guardado silencio, que había preferido emigrar o callarse, y ponía su rostro y decía “Yo me llamo Yoani Sánchez y mi número de carné de identidad es el 75090424130”. Eso chocó mucho. Dijeron: “¿Cómo es posible? Todo el mundo escondiéndose detrás de una máscara, simulando o escapando, y de repente esta mujer frágil se lanza a la boca de los tiburones”. Comenzaron las especulaciones: “Yoani no existe, es un ente virtual, Yoani no está radicada en Cuba, es un grupo de personas o el seudónimo de otra persona…” en fin, la gran teoría de la conspiración. Pero ya aquí radicaba un primer elemento digamos que de realce. También confluyó otro elemento: que había habido un cambio de poder en Cuba. Cambio simbólico, más continuidad que ruptura, más feudo heredado que país con nuevo presidente, pero todo eso había generado cierta expectación hacia esta islita que ya de por sí es bastante apasionante como temática. Y está además el hecho de que hablamos de un terreno que tiene una capacidad de narrarse a sí mismo increíble: Internet lo amplifica todo. Entonces en ese terreno, con ese amplificador que me había colocado en la boca y con mi pequeño y rústico sitio, pero con una determinada identidad y la honestidad de decir “esta soy yo, estoy dispuesta a todo” comenzó mi trabajo, y generó muchas simpatías. Las personas empezaron a conectarse y a decir “espérate, esta muchacha está contando algo con lo que puedo estar de acuerdo o no, pero lo está diciendo desde el corazón”. Se está jugando todo en ello…
- O sea, crees que independientemente del blog en sí, de los textos que publicas en él, el éxito de Generación Y es resultado de factores también externos…
- Yoani: Pienso que sí, aunque no puedo ser absoluta en esto. Habría que preguntarles a los lectores.
- Reinaldo: Hay una palabra clave ahí: la palabra rareza. Era una rareza que una persona expusiera su cara en algo como eso. Y ya sabemos que lo extraño atrae enormemente. Claro luego comenzó aparecer en los medios y fue cobrando mayor atención…
- Yoani: Ahí voy – le interrumpe ella, retoma la idea donde mismo la había dejado-De pronto, desde la Isla de los desconectados alguien empezaba a usar de manera diferente la valiosa herramienta de Internet. ¿Quiénes la usaban hasta el momento?, los medios oficiales, las personas que tenían una cuenta por la UNEAC o alguna otra institución oficial, pero hasta ahí. Y de pronto esa voz que sale en el mundo virtual desde un país donde apenas hay acceso a la red. Para colmo está el factor machismo. Vivimos en una sociedad muy machista, donde han sido siempre los hombres los que han marcado la pauta. Y entonces surge una mujer que se declara cobarde (desde el principio anuncié en mi perfil que mi blog era un ejercicio de cobardía), que se sabe frágil, con temores, que es madre y debería estar más bien limpiando los cristales de su casa, y decide asumir roles que supuestamente no le corresponden.
Creo que incluso la manera en que está escrito ha influido en su recepción. Sin violencia verbal. Jamás he usado la violencia verbal en mis escritos, no he insultado ni agredido a nadie, nunca he utilizado adjetivos incendiarios, y esa mesura puede haberse ganado la atención y la simpatía de mucha gente.
Entonces llegó octubre de ese mismo 2007, y la agencia Reuters hizo un pequeño despacho sobre Generación Y que generó un poco más de expectación. Encontré yo el software adecuado para perfeccionar mi blog, aunque pude implementarlo solo a fines de diciembre. Y llegó “The Wall Street Journal” con un artículo de portada, refiriéndose al fenómeno blogger en sentido general, y de manera particular, a mi blog. Este sí fue un paso importante en el reconocimiento de mi espacio.
Pero qué pasó: que los lectores vinieron y se quedaron. Los usuarios pudieron venir una vez y no regresar más nunca. Las notas de prensa no hacen un sitio. Los lectores se quedaron porque se sintieron en casa, sintieron que Generación Y era una plaza pública o un barrio donde podían sentarse a conversar o polemizar con un amigo. Eso los dejó allí, hasta ahora. En este mismo momento yo estoy aquí conversando contigo pero mi blog está vivo, las personas están contando, narrando, publicando, y ese es el caudal más importante que tiene.
Mañana: segunda parte.
Grande Yoanni !!!
ResponderEliminarCon ella no se atrevió a reunirse Camila Vallejo, según los castristas locales "una gran dirigente".
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