martes, 12 de junio de 2012

Crueldad, cobardía o estupidez, el efecto es el mismo

Entre los chilenos el concepto del General Pinochet es muy distinto y, en algunos sectores, perfectamente contrario al que promueve el progresismo. Sin embargo, lidiando con sus obligaciones diarias, alejadas de la propaganda política, las personas no expresan abiertamente ese concepto sino en contadas ocasiones.

Una de esas ocasiones fue el funeral de Augusto Pinochet, que inspiró a muchos el deseo de apersonarse a despedirlo.

Fue una enorme multitud de personas de toda condición que soportaron estoicamente largas filas por muchas horas para despedirlo en medio de un claro ambiente de genuina congoja y sentimiento.

El gobierno de Michelle Bachelet y el progresismo intentaron contrarrestar este hecho mediante la organización de celebraciones (de increíble bajeza) frente a las dependencias del gobierno y mediante la transmisión sesgada del evento, intentando presentar un cuadro de meros fanáticos en escaso número. Aunque esa ocasión no fue propicia para lanzar las hordas que asuelan impunemente las calles desde que asumió el gobierno de Piñera.

La popularidad y prestigio del gobierno militar entre los chilenos amenaza el "relato" construido por el aparato de propaganda del progresismo porque debilita un elemento fundamental de su amañada versión de nuestra historia reciente: que el gobierno militar que expulsó al castrismo y levantó al país de la peor postración de su historia no pasó de ser una iniciativa dictatorial de un militar criminal obsesionado por el poder.

De ser esto verdad, en un país de centenaria tradición de civilidad y apego a la ley, se vuelve imposible explicar la expresión popular de simpatía por ese gobierno y de agradecimiento a quienes lo lideraron. La evidencia de esta verdad, demuele el trabajado "relato" que por tantos años y a altísimo costo se ha instalado como verdad oficial.

Por eso el progresismo moviliza todos sus recursos de agitación y propaganda, buscando dar un escarmiento a cualquiera que facilite la expresión popular espontánea respecto del gobierno militar y de Pinochet. Por supuesto, los recursos incluyen el uso de los medios —hoy penetrados y muchos totalmente controlados por el progresismo— para desalentar cualquier actitud de la autoridad que en cualquier sentido provea legitimidad a estos actos, aunque no vayan más allá de reconocer el derecho de todo chileno a expresar su opinión.

Con ocasión de la exhibición el domingo pasado de un documental en un teatro de Santiago —con pruebas filmadas de las falsedades del "relato"— se disparó toda esta ofensiva que esta vez hizo caer las defensas racionales y morales de varios de los actuales líderes del gobierno y del alcalde de Santiago, quién llegó al extremo de culpar a los organizadores de la función por los increíbles desmanes en su contra —y contra la propiedad pública y privada del área— protagonizados por los agitadores del progresismo local.

El evento fue organizado por un movimiento vinculado a militares retirados, de discreto arraigo popular. Pero el documental en sí apela al sentido de decencia y de respeto a la verdad que mueve a grandes mayorías de la nación conscientes del increíble abuso que se ha hecho para instalar monstruosas falsedades como si fueran una historia fiel e incontestable.

Una de estas falsedades es la de fusionar la persona de Pinochet con el vasto grupo que representó la gestión del gobierno militar(*).

Esta falsedad cumple con uno de los principios básico de la propaganda totalitaria que consiste en personalizar en alguien a todo el sector enemigo (principio de simplificación o del enemigo único), dado que es más fácil y controlable formular cargos a una persona y concentrar en ella toda la artillería mediática. Ciertamente, el verdadero enemigo del progresismo es la enorme mayoría del pueblo de Chile, pero le es imposible acusarnos a todos de las barbaridades que discurre su propaganda.

La verdad es que el general Pinochet no fue el iniciador del movimiento militar que sacó del poder al castrismo local (**). El líder de la expulsión del castrismo fue el Vice Almirante José Toribio Merino Castro, que comunicó esta determinación el 9 de septiembre de 1973 tanto a Pinochet como al General Leigh (de la Fuerza Aérea) fijando su fecha para el 11 de septiembre, a las 06:00 horas, hora precisa de la operación en Valparaíso y demás puertos del país. Merino fue también quien fijó la orientación del gobierno a constituir y quien se hizo cargo del manejo de las políticas económicas que finalmente sacaron a Chile del marasmo tornándolo más próspero que nunca antes.

Que el general Pinochet fuera designado Presidente de la Junta de Gobierno y, luego de una consulta nacional, Presidente de la nación, se justificó en que él dirigía el arma más antigua y de mayor contingente. Pinochet asumió el puesto con gran entusiasmo, quizás demasiado. Pero esta parte de la historia está pendiente de ser contada porque la puerta a ella se mantiene cerrada por el equipo más formidable de control mediático y de propaganda de nuestra historia, que en su lugar ha instalado la versión que describe a ese gobierno como uno de abusos, persecuciones y muerte.

Pudiendo añadirse montañas de evidencia, la prueba más palmaria de la falsedad de este "relato" es la reacción orquestada por el progresismo para responder con una violenta asonada a la exhibición del documental que, frente a la pusilánime reacción de las autoridades actuales, ha revivido en la memoria de muchos aquellos aciagos días bajo Allende, cuando la policía ya no pudo protegernos de los desmanes contra la propiedad de decenas de miles de chilenos y la seguridad y la vida de muchos.

En tiempos del castrista Allende fue la crueldad del régimen, que aceptaba como "costo de la revolución" el dolor y el terror de tanta gente abusada por el avance del totalitarismo. Mientras el gobierno negaba el auxilio de la policía frente a los criminales despojos de la propiedad industrial y agraria (con muchos casos de asesinatos y violaciones), el ministro de justicia de la época llegó al extremo de afirmar: "la revolución no interferirá en el derecho, mientras el derecho no interfiera con la revolución" (1º de julio de 1972).

En la actual administración los ataques de hoy encuentran su caldo de cultivo en cierta cobardía (de que resulte algún lesionado de entre las filas de los atacantes) o estupidez, como la de ciertas autoridades que han creído oportuno renegar del gobierno militar, emplear el vocabulario de sus enemigos para referirse a él (dictadura) y hasta culpar de estos desmanes a quienes organizaron la función en el teatro Caupolicán.

El efecto es el mismo: la indignación ciudadana. Indignación que en el pasado animó a la Corte Suprema y a la Cámara de Diputados y a otros líderes a recurrir a las Fuerzas Armadas... y que hoy sabe muy bien que no existe tal recurso.

¿Cómo reaccionará la gente de Chile? Está todavía por verse. Pero los responsables de este estado de cosas no tienen derecho a pensar que no pasará nada, porque aún está disponible el arma del voto. Y frente a esa arma, algunos harían bien en empezar a buscar alguna actividad particular a la cual dedicarse, porque como representantes del pueblo tienen muy escasas posibilidades.

* Todo el "relato" es absolutamente falso, porque evade lo relacionado con la dictadura de Allende —que arrasó con las leyes y los derechos de la persona— y distorsiona la verdadera naturaleza popular y reconstructiva del tejido nacional que protagonizó el gobierno de facto que le expulsó del poder.
** Ingresado por la ventana de una minoría de votos con la complicidad de la Democracia Cristiana a quien convenía la llegada de un gobierno todavía peor al que estaban rechazando los chilenos en 1970.

4 comentarios:

  1. A propósito de que nombras a Merino, eso le decía a un almirante en retiro que fue al Caupolicán. Si tú comparas al Merino con la cualquier político de la oposición a la UP, te das cuentas que son mediocres, salvo excepciones. Cuando al presidente del senado, Eduardo Frei Montalva le preguntaron qué hacer, él se puso a llorar. Mientras tanto, Merino le pedía Kelly que reuniera a los economistas para sacarnos del atolladero.

    ¿Te acuerdas de la letra de la canción 'La Alegría Ya viene'? Durante la semana anterior y el día domingo, la Concertación abrazó el fascismo. Ver mi antepenúltimo post.

    En mi último post criticó a ARTV y Fidocs por hacer propaganda.

    Además, Adoc, que es la asociación de Documentalistas chilenos. No dijeron nada en la semana.

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    1. Javier, estoy convencido de que la verdad puede "postergarse" (como han hecho los zurdos con aquellas que les resultaban temporalmente incómodas), o esconderse, pero tarde o temprano termina por irrumpir.

      El "inconveniente" del combatido documental es que para desautorizarlo hay que entrar a probar las falsedades o distorsiones que pueda tener, cuestión que por años se ha eludido cobardemente.

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  2. Por lo mismo, la izquierda le TEME al debate.

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    1. Más que al demonio. Por eso ahora quieren acorralar a este pusilánime gobierno para prohibirlo POR LEY como "incitación al odio".

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