A todos nos cuesta admitir nuestros errores, especialmente cuando hay una jauría esperando hacernos carne molida con cualquier cosa que digamos. Pero creo que en la entrevista que concedió al panel del programa Tolerancia 0 el Presidente Piñera fue demasiado cauto al no admitir un error que hoy para todos es tan evidente: nunca debió creer en la espontaneidad ni intenciones de los agitadores de estudiantes.
Alegar candidez o ingenuidad habría aportado sentido a la redefinición de la política frente a la agitación orquestada por la oposición, porque para alguien que se siente valóricamente cercano a los concertados es difícil admitir que quienes han rasgado vestiduras como la quintaesencia de la democracia hayan estado orquestando la muy antidemocrática agitación y sabotaje de la gestión del gobierno libremente elegido por los chilenos.
Admito que para mí esta deleznable conducta del progresismo que perdió el control del poder no es en absoluto novedosa. De hecho, hace casi dos años en este mismo blog vengo denunciando con pelos y señales que desde el 17 de enero del 2010 la coalición opositora se organizó para recuperar el poder por la vía de impedir la normalidad que permita al gobierno obrar con tranquilidad (en la barra lateral puedes buscar varios artículos sobre el TOCOPI y sobre la agitación).
Pero creo que en el gobierno recién caen en cuenta de ello debido a que han tenido dos problemas:
Uno. Los estrategas designados para lidiar con la Concertación han evitado el enfrentamiento claro y abierto, quizás en la idea de que la adopción de una agenda populista (y la consiguiente postergación de la agenda derechista que entre otras cosas debía buscar restaurar el imperio del Derecho en casos de abusos procesales contra militares) provee blindaje al gobierno frente al discurso opositor, y
Dos. Mucha gente del círculo cercano al Presidente cree que si logran entenderse con la oposición se fortalecerá el grupo que representan al interior de la alianza de gobierno, arrinconando a la "derecha tradicional", cuestión que equivocadamente creyeron sería del interés de la Concertación.
Ambas cuestiones pasan por alto el impacto que tiene en el "relato" progresista que un gobierno de centro derecha sea exitoso y genere, como ya lo está haciendo éste, reactivación económica y avances concretos en el desarrollo de la nación. La mera aparición de la derecha como una opción legítima de gobierno desarma las tesis (tan falsas como trabajosamente instaladas) que reservaban para la actual oposición la hegemonía de la democracia y para la derecha todo lo contrario, una coalición culpable de coludirse con la "dictadura" para arrasar con las libertades de los chilenos.
Peor todavía si el sucesor de este gobierno es otro gobierno de derecha. Eso no sólo consolidaría la falsedad del "relato" sino además la fatal pérdida de las mayorías parlamentarias y municipales y del gigantesco soporte financiero que sustenta su también gigantesco aparato de propaganda (que incluye a casi todas las ONGs registradas que reciben aporte fiscal). Todo lo cual representa el colapso de esa coalición política cuyo real apoyo ciudadano es insuficiente para recuperar el control de toda esta tremenda parafernalia.
Por esto es erróneo suponer que cualquier política o iniciativa de gobierno, por muy inspirada que esté en el asistencialismo y las reivindicaciones que se supone del gusto del progresismo ahora en la oposición, vayan a ser debidamente ponderadas por ellos. Es clarísima la razón por la que la Concertación se negará a cualquier reconocimiento que robustezca la gestión del gobierno y que legitime su accionar.
El verdadero y más grande error del gobierno ha sido no tener claridad de esto desde un principio, nos habríamos ahorrado pérdidas materiales, alumnos seriamente dañados en su desarrollo y detención de la marcha del programa de gobierno.
Pero si se trata de enmendarse, bienvenido sea. Retomar el buen camino siempre será buenas noticias.
Hace tiempo escribí que en La Moneda no existían lectores de Gramsci y Maquiavelo. Y agregaría de Aristóteles. Hasta estas alturas, tiraron por la borda al autor de 'Libertad de Elegir'.
ResponderEliminarEfectivamente, la parte débil de la gestión de este gobierno ha sido la ausencia de un discurso derechista consistente y con personalidad.
EliminarLa gente de este país esperaba y sigue necesitando contrastar opciones, al contrario de lo que le hemos escuchado al Presidente, nadie quiere consensos que borren la diferencia entre izquierda y derecha.
Los entendimientos entre ambos bandos no representan nada bueno para los intereses de la nación, sólo aseguran sus propios intereses como "clase política".
Si la oposición niega la sal y el agua lo hará hasta que vea que esa política les sacará del Congreso, no hasta que fuerce al gobierno a entrar en componendas por debajo de la mesa.
De repente veo demasiada pusilanimidad entre la llamada "clase política".
La "clase política" está cruzada por demasiados intereses, pero principalmente el de mantener el poder y sus prebendas. Se manejan casi como la mafia, ya que están estrechamente emparentados ya sea por lazos familiares o de negocios. El sistema es operativo para ambos conglomerados, de ahí la falta de "caracter" para frenar el ambiente que se instaló.
ResponderEliminarApuntas a una consecuencia grave que tiene nuestro sistema político, que crea verdaderas mafias que encuentran mucho más conveniente "llegar a acuerdos" que en arriesgar sus tetas.
EliminarEn mi opinión, eso ocurre porque:
- el aparato político en torno al gobierno central y al Congreso concentra TODOS los asuntos públicos, incluídos los locales, que son propios de las comunidades reales.
- las normas de reelección y de renta se las ponen ellos mismos, transformando a la política en una actividad altamente lucrativa y —como ocurre con las plazas de trabajo en Codelco, Enap y similares— "heredable".
El ideario portaliano, que consolidó a la derecha como grupo político, es total y absolutamente incompatible con este estado de cosas.