sábado, 22 de febrero de 2014

La denuncia enérgica del castrismo en Venezuela no puede esperar

Hernán Felipe Errázuriz*

Chávez ya había engañado a su pueblo en la campaña presidencial declarando estar curado del cáncer. Ahora, con la complicidad de gobiernos extranjeros, incluido Irán y el grueso de los americanos, pretende engañar al resto del mundo sobre la democracia de Venezuela. Con seguridad la mayoría de los 60 jefes de gobierno y cancilleres reunidos en Santiago el próximo viernes guardarán silencio o apoyarán la legitimidad del régimen chavista.

Venezuela se transformó en un sistema autocrático cuando Chávez obtuvo la suma de los poderes ejecutivo, legislativo, judicial y militar. Como Luis XIV podía decir ” L´état c´est moi” y designar heredero. Hoy se comprueba que la constitución de Venezuela estaba diseñada para un régimen vitalicio, totalitario y personalista; otro fraude.

Chávez se encuentra totalmente imposibilitado de asumir el nuevo mandato. Un cáustico y oscuro comunicado oficial reconoció el cáncer, la severidad de sus secuelas y el secuestro de su cuerpo en Cuba. Ni siquiera pudo firmar la solicitud de prórroga del juramento. La carta dilatoria la firmó su heredero y vicepresidente.

La bizarra constitución bolivariana exige el juramento presidencial en fecha determinada, antes de ayer, salvo imposibilidades temporales certificadas con informes médicos. En caso contrario, se extingue el mandato presidencial y debe convocarse a elecciones presidenciales en 30 días. Ninguna de esas exigencias constitucionales se ha cumplido, siendo legítimo sostener que las autoridades venezolanas carecen de legitimidad democrática -y que, por ende, deberían ser marginadas de la OEA, Mercosur, Celac, Unasur y demás entelequias interamericanas, que exigen, para su permanencia, el cumplimiento de sus cartas democráticas.

Ha ocurrido lo contrario. Chávez ha recibido apoyo incondicional de sus aliados del ALBA: Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Cuenta con el respaldo de Argentina, Uruguay y de Brasil, y se beneficia de la silenciosa tolerancia de los gobiernos de Chile, Colombia, Estados Unidos, México, Perú y de varios centroamericanos y caribeños. Los mismos que no vacilaron en aislar a Paraguay por la destitución constitucional del presidente populista Lugo, en una maniobra que precisamente sirvió para incorporar al chavismo al Mercosur.

Estas complicidades, contradicciones y tolerancias se explican por el maquiavélico temor provocado por el chavismo, por el poder de la izquierda internacional, por los petrobolívares y por la seguridad de muchos de que el régimen chavista se desmoronará solo, por su inminente descomposición cultural, política y económica. El pragmatismo es comprensible. Lo lamentable es que los gobiernos de centro y derecha de América Latina y de Estados Unidos, con su silencio, traicionan sus principios y desalientan a los partidarios de la democracia en América y especialmente en Venezuela.

* Esta columna fue publicada el 12 de enero del 2013, luego de mucho tiempo en el que se acumularon clarísimos antecedentes de la conformación de un régimen dictatorial y antidemocrático en Venezuela. La tímida reacción de nuestro gobierno contrasta con la actitud más decidida de los gobiernos de Estados Unidos, Costa Rica y Alemania, y el Senado de México. La carencia de valor para denunciar al régimen alarga innecesaria y cruelmente el sufrimiento del pueblo venezolano.

2 comentarios:

  1. Ciro:
    De vuelta de Santiago el día martes, escuché por la radio a uno líder opositor al régimen chavista. Él se quejaba de lo solos que estaban los venezolanos, mientras el gobierno de Maduro lo apoyaban los gobiernos de la región.

    Chile dio su apoyo al régimen chavista, cuando el payaso de Piñera fue al funeral de Chávez.

    Hablan de democracia, cuando lo que queda es un remedo de democracia, como ocurrió con la Unidad Popular.

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    1. Piñera juzgó más conveniente para su causa (que es él mismo) sumarse al club castro chavista, traicionando las expectativas de millones de chilenos.

      Ahora, frente a la magnitud del estallido social en Venezuela, ha esbozado comentarios tibios y para nada comparables a los que menciono en el colofón del artículo de arriba, pero igual ha cosechado la reacción airada del castrochavismo que, hasta ahora, le "respetaba".

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