Pasando una temporada en Estados Unidos, cierta vez debimos reparar la caldera de la calefacción. Llamamos a un técnico que apareció a la hora convenida, encendió la caldera y en un minuto detectó que fallaba un componente.
Lo reemplazó en otro par de minutos y 5 minutos después de haber llegado salía por donde había entrado diciendo que nos llegaría la boleta por los 120 dólares que costaron sus servicios.
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