viernes, 20 de enero de 2012

El centro político es un mito que hace daño

En las repúblicas maduras las tendencias políticas se agrupan en dos bandos. De un lado los de tendencia individualista, del otro los de tendencia dirigista. Cualquiera sea su denominación, los primeros aprecian la libertad individual y resienten los proyectos que alteran el orden establecido. Los segundos aprecian los nuevos escenarios y ven la libertad individual como ventaja de los que pueden aprovecharla para prosperar en el orden vigente.

El esquema de tres tercios, que no existe en ninguna de esas repúblicas, plantea un cuadro que caricaturiza a ambos bandos como "extremismos" y ofrece un equilibrado bando "de centro" que bajo la promesa de hacer compatibles la estabilidad y la revolución, deja a todos contentos a cambio del monopolio de la representación.

La caricaturización, por supuesto, es falsa.

En ambos bandos hay grados diversos de adhesión a la postura básica. Siguiendo la nomenclatura de la revolución francesa, en la derecha hay conservadores a ultranza que se resisten al más mínimo cambio, conviviendo con liberales mucho más abiertos a nuevas ideas. En la izquierda, hay algunos que promueven rediseñar completamente la sociedad mientras otros se conforman con pasar legislación que potencie razonablemente la capacidad del aparato del estado para asistir a los desfavorecidos. Ambas posturas cuentan con todos los "matices" que la creatividad humana pueda producir.

Como consignamos en una columna del año pasado (+), en Chile el esquema de los tres tercios fue lanzado con descomunal fuerza para las campañas que remataron en 1964 con la elección presidencial y congresal mayoritaria de los candidatos de la Democracia Cristiana, partido elegido por el ministerio de exteriores de los Estados Unidos para representar el centro político, asumir el poder y detener de esta manera "el avance del comunismo".

La inédita magnitud de recursos publicitarios, nunca antes vista en nuestro país, fue de tal calibre que pese a los años y experiencias negativas (por las cuales en la elección siguiente la DC fue la opción presidencial con menos preferencias), muchos en Chile siguen creyendo en el centrismo como la mejor opción, lo cual constituye un verdadero mito en nuestra política que, increíblemente, es alimentado por izquierdistas y derechistas.
Hoy, varias publicaciones incluyeron artículos saludando la reedición de los tres tercios, a raíz del acercamiento del partido derechista RN sobre la DC (cuyo historial es absolutamente progresista, pero que sigue explotando el cartel de centro) para promover cambios constitucionales.
Por cierto, la adscripción de la DC a la izquierda (o "centro izquierda") no añade ninguna característica "centrista" al conglomerado porque todas y cada una de las iniciativas que registra ese partido en toda su historia son de corte netamente izquierdista. Que su nombre lleve la palabra "cristiana" no ha sido jamás óbice para pasar legislación combatida por católicos y protestantes. Y que en sus filas militen antiabortistas no es en absoluto una exclusividad de ese partido en el conglomerado, ni por supuesto en la derecha (donde también hay abortistas y divorcistas).

La supervivencia de este mito eterniza la caricatura para ambos bandos y, en mi opinión, inhibe a derechistas e izquierdistas de reconocerse como tales. Por eso prefieren usar denominaciones anodinas como "por el cambio" o "por la democracia". Al mismo tiempo, les bloquea asumir posturas que "parezcan" del contrario, como si ello implicara traicionar sus ideales. Es decir, el mito del "centro" obliga a derechistas e izquierdistas a autocaricaturizarse (si tal palabra existe).

Sin embargo, la historia está llena de evidencias en contrario. De esas, mencionemos dos.

A finales de los 60, cuando el PR se declaró "laico, socialista y revolucionario" sumándose definitivamente a la izquierda, un sector significativo de ese partido se fue a la derecha, estrechando la mano de los antes odiados "momios", reconociendo que se sentían en buena compañía. En los 80, carente del gigantesco apoyo de Estados Unidos que tuvo antes, a la DC no le quedó otra que reconocer filas en el sector al que perteneció siempre. El cuidado que pusieron ese partido y sus socios de apartar a los comunistas fue sólo aparente. Por debajo de la mesa siempre les dieron todas las facilidades y recursos para su supervivencia a cambio de la contener la agitación sindical.

Mientras tanto, a los ciudadanos que tomamos la política como parte del paisaje en que nos toca desempeñarnos, esperamos tener estabilidad para concentrarnos en lo nuestro y no tener que estar pendientes de lo que pase en La Moneda ni en el Congreso. Como ciudadanos, nos preocupa que un sector se mantenga demasiado tiempo en el poder (huelga dar las razones), siempre que su reemplazo no signifique echar al país por la borda.

Por lo tanto, necesitamos que haya izquierda y derecha, sin importar cómo quieran llamarse.

Aparte de la conveniencia de reemplazar a quien ya ha estado mucho tiempo gobernando, hay coyunturas históricas en las que unos pueden ser más apropiados que otros. A veces es necesario introducir cambios significativos, reorientar las políticas públicas o reformar sistemas de efecto nocivo. Otras, se impone consolidar lo obrado, limpiar la administración de adherencias y eliminar regulaciones excesivas. Y creemos que es obligación de cada bando —no nuestra— ocuparse de mantener a raya a sus sectores más extremos y de evitar que lleguen a puerto iniciativas demasiado fervorosas.

Unas veces será la derecha, otras la izquierda. Pero cualesquiera sean las circunstancias lo único que jamás necesitaremos será una coalición de "centro".

8 comentarios:

  1. El economista argentino y avencindado en España, Carlos Rodríguez Braun también crítica la definición de centro político, en su libro 'Diccionario Políticamente Incorrecto'.Él sostiene que las personas autodenominadas centristas se sienten moralmente superiores a la izquierda o la derecha. Te cito un párrafo de su columna semanal:

    "Empecemos por la idolatría del centro, un clásico recurso que aprovecha la sabiduría aristotélica pero oculta que el centro para ser virtuoso debe equidistar de dos males análogos y correctamente identificados. No cualquier posición intermedia es plausible por definición. Agotar la realidad política, por ejemplo, entre derecha e izquierda no convierte al centro político en admirable".

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    1. Hay una cierta pusilanimidad en esto de optar por el centro político. Varios analistas y agentes políticos han reaccionado entusiasmados con la movida Larraín/Walker, creyendo asistir a la reedición de la pesadilla que cuento en este artículo como algo bueno y deseable.

      En general, los teóricos admiten que los votantes rehuyen los extremos, pero aunque eso obliga a las coaliciones a "políticas centradas", no implica que se constituya alguna opción creíble de centro.

      Las razón de eso está poco estudiada, pero la carencia de contenido ideológico debería ser una de las más importantes.

      A nosotros nos parece bien que los políticos transparenten sus sueños, eso nos ayuda a ubicarlos en un espectro ideológico, pero no nos impide darles apoyo en sus iniciativas positivas.

      El gestor de negocios Fra Fra Errázuriz creyó sacar partido del mito centrista cuando inventó su partido de "centro-centro", pero la gente no es estúpida. No existe tal cosa.

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  2. Hay un político norteamericano que perdió una elección presidencial. Sin embargo, pudo remecer a la derecha de ese país.Me refiero a Barry Goldwater:"A la hora de defender la libertad, el extremismo no es ningún vicio. Y dejadme que os recuerde que, a la hora de defender la libertad, la moderación no es ninguna virtud". No existe el termino medio aristotélico cuando se trata de la liberad. Es libertad o esclavitud. Ser centrista no sirve.

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    1. Desde antes de los años 60 la derecha norteamericana ha seguido un proceso creciente de compromiso con el establishment de Washington, al punto que hoy —salvo la mera disputa del poder por el poder— es difícil diferenciar entre posturas repubicanas y demócratas.

      Con excepción de Ron Paul (combatido y ninguneado por los medios principales), creo que todos viven en un vicioso círculo centrista que aprueba sin chistar las aventuras belicistas, el crecimiento desmesurado del presupuesto federal y de los "entitlements" presentados ahora como "derechos".

      El abandono de los ideales es lo peor que puede pasarle a una sociedad fundada en ellos.

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  3. Yo creo que nuestro país perdió su norte por allá por los 60 del siglo XX, cuando se masificaron los movimientos de reforma en el Paris del 68 y la revolución hippie como reacción a la guerra de Vietnam. Antes de eso existía un especie de destino manifiesto sustentado en los valores contenidos en las constituciones de 1833 y 1925, y que de alguna forma se retomaron en la de 1980.Cuando se reprodujo la ideologización de los partidos en el poder (Concertación), perdimos el norte. Finalmente el ejercicio de gobernar se transformó sólo en un deseo de tener el poder por el poder y no el poder para construir una visión o un sueño. Creo que es un fenómeno mundial, al menos eso pienso al ver a los EEUU de hoy.

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    1. Rolando, comparto tu visión. Efectivamente, la pérdida de la brújula ha afectado a casi todo Occidente, lo cual tiene efecto negativo en todo el orbe.

      Nuestro país tiene una hermosa historia con características únicas que, en mi opinión, modelaron nuestra forma de ser, también peculiar en América.

      Probar recetas foráneas ha sido como dar la espalda a un legado de más de 400 años. La retoma de nuestros valores —mucho más que cualquier "modelo"— nos permitió encauzarnos de nuevo por nuestro propio camino, que para muchos en Occidente es admirable.

      La monstruosa campaña distorsionadora de esa realidad (y la torpe permeabilidad de muchos de nuestros líderes a esa influencia) nos tiene de nuevo en marcha hacia el silabario.

      Esa, en términos gruesos, es mi lucha.

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  4. Hace falta un Diego Portales, tal vez la propuesta de un Primer Ministro al final no resulte tan descabellada. Pero hay que ver la forma de neutralizar la proporcionalidad que se quiere introducir a fin de evitar el hacer compromisos con los eventuales partidos minoritarios. El binominal recargado (independientes en iguales condiciones que los partidos) podría arreglar la cosa.

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    1. Don Diego tuvo buena cabeza como para no creer en modelos ni diseños maravillosos que despertarían las virtudes cívicas en un pueblo entonces absolutamente desprovisto de ellas. Sólo pudo imponer honestidad, austeridad y espíritu de trabajo a los poquísimos que le ayudaron a llevar las riendas, esperando que con el ejemplo algo quedaría.

      Algo quedó. Se pudo organizar una república que más o menos funcionaba partiendo de la más desprovista de las colonias y en medio del caos reinante en la vecindad. Eso nos dio espacio para proyectar la única riqueza significativa de este país: la creatividad y el empeño de sus emprendedores.

      El asunto duró hasta que, de nuevo, el poder llegó a los cabeza-caliente despojados de sentido práctico que por boludeces ideológicas nos enviaron hacia atrás en la historia por casi 100 años hasta rematar en el castrismo.

      Bajo el gobierno militar volvió a aflorar esa visión portaliana que, de nuevo, "nos dio espacio para proyectar la única riqueza de este país: la creatividad y el empeño de sus emprendedores."

      Esta vez la retoma de lo que somos tuvo un impacto planetario gatillando la reacción también planetaria de los cabeza-caliente que, campeones de la mentira, recuperaron la silla en 1990 sin poder cambiar la máquina por otra "de avanzada".

      Esperábamos que la actual "derecha" reorientara las cosas hacia lo nuestro, pero don Sebastián no comparte la impronta portaliana de rehuir sofismas y boludeces ideológicas. Que estemos hablando de nuevos sistemas institucionales o esquemas milagrosos es señal de eso.

      En este país que carece de las obscenas riquezas de Argentina, Brasil, Perú y todos los demás (con excepción de Haití, quizás), una gestión honesta, austera y laboriosa es todo lo que nos ha servido para prosperar. Y lo que, cuando falta, nos manda de nuevo a fregar pisos.

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