lunes, 16 de enero de 2012

Cortarse las uñas... a la altura del cuello

Todavía desconcertados, los medios progresistas empiezan a consignar algo que todavía no terminan de comprender: una escisión de la coalición gobernante.

La situación no se perfila aún con la nitidez suficiente como para decidirse a alentar abiertamente esa división. Una reacción muy entusiasta podría resultar contraproducente y galvanizar la unidad de la derecha para hacer frente al ataque externo.

Los que observamos la política tampoco entendemos mucho. ¿Qué cuestión podría ser tan grave como para autoinfligirse un daño así?

En su relación con el gobierno, los partidos de la coalición han sido entusiastas cooperadores. Aún al comienzo de este período, cuando el Presidente prescindió casi totalmente del concurso de los demás líderes de la derecha, invitó a los desalojados a un gobierno "de unidad" y se hizo parte de iniciativas populistas que se apartaban o postergaban aquellas tan esperadas por el país, los partidos de la derecha fueron siempre leales en grado heroico.

Y esa misma adhesión mostraron cuando Sebastián Piñera se resolvió a recomponer el gabinete con políticos derechistas. Nadie se negó y hasta abandonaron sus cargos en el Congreso para asistir al gobierno en el rol que se les pedía.

Sin embargo, es cierto lo que reportan los medios progresistas. Hay congresistas y agentes del entorno del Presidente que antes y durante la campaña ocultaron su agenda "liberal" y que ahora sienten que ha llegado la hora de presentarla airadamente como colisionando con el ideario de derecha.

Para ello, se han constituído en un grupo "disidente" que se reúne privadamente (en eventos coordinados desde La Moneda) y acusan a la directiva de su partido de deslealtad con el Presidente, lo cual es absolutamente falso. Gente como Lily Pérez sale por la prensa declamando un "¡no nos detendremos!", como si sus objetivos políticos hubieran sido frenados por alguien.

La verdad es la consignada arriba. Nunca antes formularon esos objetivos y no es para nada claro que de presentarlos a las instancias partidarias hubieran sido rechazados. Al contrario, la diversidad de la gente de derecha permite hacer número para casi cualquier iniciativa, la que por supuesto debe pasar el test ácido de su discusión con gente inteligente y preparada.

Aparentemente, ese es el problema. El ideario derechista, de defensa de la libertad de las personas, de aliento a la iniciativa individual y de respeto a los valores del espíritu tiene tal vigor que las ideas populistas tienen escasa posibilidad de convencer a nadie para enervarlos o postergarlos en favor de nociones nunca bien definidas pero que exigen constreñir las libertades.

Es, por cierto, inaceptable que el progresismo represente exclusivamente los intereses de los pobres. Tanto ellos como los derechistas comparten la noción de que deben ser asistidos. La diferencia, sin embargo, radica en que las fórmulas asistencialistas del progresismo buscan terminar con las "inequidades", es decir, terminar con los ricos. Los derechistas, por su parte, ven en ese empeño contra los ricos una tendencia a eternizar la condición de los pobres, lo que choca frontalmente con su noción de que lo hay que hacer es terminar con los pobres, no con los ricos.

Y, finalmente, son estas ideas de la derecha las que pusieron a Chile en el buen camino. Muchos chilenos pobres dejaron de serlo para siempre cuando se abrieron los mercados y se levantó la pesada malla de normas y excepciones que en la práctica sólo servían para que los apitutados siguieran siéndolo y los pobres... también.

Aunque al Presidente jamás se lo he escuchado, su hermano José fue parte del equipo de derecha que le cambió el pelo a este país. Si bajo Allende quedamos a la cola de América Latina en todos los índices, la gestión del gobierno militar (que convocó a derechistas para asistirse luego de ser rechazado por los democristianos —a Dios gracias) dejó a Chile a la cabeza en el continente. Y a estas alturas, luego de 20 años de explotación del sistema sin actualizarlo, es la gente de derecha la llamada a remozarlo y dejarnos esta vez en un nivel consolidado de desarrollo, lo cual tomará tiempo.

Sin duda, ésto es lo que los chilenos vieron como alternativa a la Concertación al elegir a Sebastián Piñera como Presidente representando a la derecha. Y, creo, han tenido bastante paciencia esperando que la agenda derechista empiece a desplegarse.

Ni siquiera imagino lo que pasaría si llega a concretarse una escisión como la promovida por Lily Pérez y su grupo de "liberales".

2 comentarios:

  1. Ojala se escindieran, así se tendría mucha más claridad de quien es quien en las ideas de derecha. Y así también se podría tener un verdadero candidato de derecha y no un infiltrado DC

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    1. La escisión no es nada fácil. La posibilidad de que Lily Pérez, Horvath, Karla Rubilar, Godoy y demás miembros de la pandilla se vayan con los votos es muy baja. Y es baja porque fueron elegidos por gente que apoya a la derecha, no al emergente "sector liberal" que es demasiado parecido al progresista que fue desalojado del gobierno.

      Su única opción sería que se cambie el sistema binominal antes de las próximas elecciones por uno que agregue plazas en la cámara y en el senado, escenario en el que probablemente aparecerían como asimilados a la centro izquierda, más que a la centro derecha.

      Eso, sin contar con la carga de aparecer como traidores y arteros, arrastrando a Sebastián Piñera a ese estigma que puede ser imborrable.

      Chile eligió un gobierno de derechas y aunque Piñera tenga sus propios "matices" está moralmente obligado a honrar esa decisión nacional. De no hacerlo, no sólo los partidos y militantes de la derecha lo señalarán con el dedo sino todo Chile.

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