Efectivamente, Ricardo Lagos y Sebastián Piñera van encadenando cada uno de sus actos para que al fin de cuentas uno de ellos pueda, por segunda vez, poner un soñado 11 de marzo de 2018 el último eslabón en La Moneda.
Para lograrlo, ambos creen que deben parecerse al otro lo más posible o, dicho de otra manera, que deben ofrecer una personalidad y un programa lo menos marcado, lo más genérico posible.
Los dos candidatos y sus colaboradores más cercanos son conscientes de que el vértigo agotador que ha generado el maximalismo de la administración bacheletista no puede ser replicado ni por la derecha ni, mucho menos, por la izquierda.
Lagos hablará cada día más de concesiones y Piñera insistirá en un Estado más activo para fiscalizar los abusos; el aborto será un tema incómodo para ambos, pero los dos coincidirán en ampliar los derechos de las minorías sexuales; Lagos dirá que en La Araucanía hay problemas graves y Piñera dirá que los problemas de La Araucanía son serios; Bolivia será tratada con igual dureza por ambos en la defensa de la soberanía nacional, y mientras Lagos afirmará que ha llegado el momento de buscar una solución a los problemas de los militares perseguidos, Piñera insistirá en su distancia respecto de los cómplices pasivos: así, cada uno se correrá unos calculados milímetros hacia el electorado del otro.
Una bien pensada estrategia de ambos comandos los llevará a colocar a sus candidatos en ese encantador centro que un día fue patrimonio de Eduardo Frei M. y que hoy el partido de la flecha no está en condiciones ni de definir ni de custodiar. A medida que vayan transcurriendo los meses de campaña, Lagos y Piñera terminarán pareciéndose como dos gotas de agua, porque es la mejor manera de asegurarse el paso a una segunda vuelta en la que ganará el más astuto. Así evitarán el peligro de que una pequeña parte del escaso y ambiguo electorado nacional pueda descartar a cualquiera de los dos por extremista. Entre ellos no habrá cornadas en primera vuelta; solo habrá miradas de inteligente confrontación: esas que se cruzan los ex presidentes que están convencidos de haber hecho antes una gran gestión.
El efecto que una campaña así -ya perfectamente previsible- tiene en todos los grupos políticos que no comparten esa confluencia meliflua hacia el centro es obvio: hay que desmarcarse para sobrevivir, conquistando electores hoy pasivos.
Y, como siempre, la primera fuerza en entenderlo ha sido el PC, seguido por algunos sectores del PS. Los comunistas saben que después de esta administración casi no les quedará espacio: por eso aceleran ahora a fondo tratando de aprobar reformas que a los candidatos moderados les cueste contradecir por el tono centrista de sus campañas. El PC sabe que la coalición que eligió a Bachelet no subsistirá, porque Lagos no la necesita ni la valida. De ahí su apuro máximo por dejar leyes de amarre (¿le suena esa terminología?) en la educación, el trabajo, la salud, la pesca, la vida, etc., etc. Opositores al próximo gobierno, los comunistas buscan anticiparse a ese escenario.
¿Y hay alguien en la verdadera derecha que entienda que la elección entre dos candidatos que se presentarán en el centro, Piñera-Lagos, es derrota a todo evento? Si hay alguien que pueda marcar una postura clara y distinta en primera vuelta y mostrar que el duopolio pervive (un acierto terminológico de ME-O, que él no podrá capitalizar), ese alguien debe apurarse.
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Esta es la columna de Gonzalo Rojas publicada en El Mercurio de hoy. Como no puedo comentarla en ese diario porque me censuran, la publico en este blog para que la podamos analizar libremente.
Creo que el escenario que pinta Gonzalo es muy real y atinado, agregando solamente que Piñera carece de toda posibilidad de ganar la elección (porque tiene a casi toda la base de derecha en su contra), e incluso de completar la campaña, porque la UP/DC le tiene guardada una batería de cargos suficientes para repetir el numerito de la elección pasada cuando la derecha tuvo que cambiar de caballo a mitad de la carrera.
Otra cuestión es el rumbo que seguirá el país luego de la hecatombe a la que nos arrojó Piñera, que jamás volverá a recuperar el liderazgo perdido y, menos todavía, al impulso de los "roaring 80's", cuando salió de la mediocridad a asombrar al mundo.
Para los que no vivimos de la política este es un pésimo escenario, con un aparato estatal elefantiásico plagado de altos funcionarios revisando cada paso que demos en cualquier sentido... y cobrando muy caro por hacerlo.
Este camino nos conduce de vuelta a la mediocridad, único caldo en el que la gente del perfil de Piñera y Lagos nadan a su sabor. Mientras ellos y sus camarillas disfruten de las mieles del poder, todo les parecerá maravilloso y propicio para discursear las maravillas que salen de sus traseros.
Ricardo Lagos para dárselas de estadista estaría ofreciendo una solución a los militares, cosa que no hizo en su gobierno. Indulto a un militar y como cincuenta terroristas del Frente Lautaro. Tenía como médico de La Moneda a un terrorista del Mir, que abandonó a Miguel Enríquez.
ResponderEliminarAdemás, es intelectualmente deshonesto. Para el cuarenta aniversario de la intervención militar dijo que no había que pedir perdón, ni arrepentirse. Si hasta Allende, según Lagos, fue una víctima.
Al final del día, las personas comunes y corrientes van a sufrir la burocracia estatal que ambos candidatos no les importa.
En todo caso Piñera fue mucho más artero y encarnizado en su tratamiento a militares procesados. Les llamó criminales y los sacó del Penal Cordillera en medio de pedradas e insultos de la poblada castrista. El general Mena no toleró el escarnio y se suicidó. Al menos un militar muerto en el closet de Piñera.
EliminarSé que Piñera es artero y traidor. Agregaría cobarde.
EliminarMi comentario sobre Ricardo Lagos, es que parece que éste no le importa que el Mir y el FPMR hayan asesinados. Ese es el punto. Según contó Hermógenes, Lagos defendió unos
mirista que habían sido torturados durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva.
No me quedó con ninguno de los dos.
No digo que Lagos sea mejor que Piñera, sólo creo que es menos descarado, pero más tonto. Y los chilenos nos especializamos en poner tontos descarados en La Moneda.
EliminarDos mediocres para un país de ineptos. Chile tiene los gobernantes que se merece porque no puede aspirar a mas.
ResponderEliminarPues si resultara cierto el pronóstico de Gonzalo Rojas, cierro este blog y mis cuentas sociales y me mando a cambiar después de dedicarle una chuchada de este porte a todo el país.
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