El titular del pasquín The Clinic, dirigido por izquierdistas, destaca la visión del progresismo local del año que se acaba: "Un año para la callampa", reflejando su desazón y vulgaridad.
La principal "desgracia" que los progresistas asocian con este año es la pérdida -el 17 de enero- de la Presidencia de la República, bastión muy significativo [pero no el único] en el conjunto de instituciones en las que se reparte el poder público en nuestro país y lo difícil que ha sido para ellos dañar la gestión del nuevo gobierno sin construirse una imagen de obstruccionismo, cada día más evidente.
Con la pérdida de la Presidencia se vinieron al suelo muchas de las tesis que la centroizquierda creía haber impuesto irremisiblemente: que ellos eran los únicos demócratas, que los chilenos estaban felices con su administración, que eran sus políticas y no el modelo heredado las que habían hecho avanzar al país, que la derecha representaba la "dictadura" y el retroceso, etc.
Junto con ello, el control de la caja fiscal para desviar los dineros públicos en época electoral, el financiamiento de las actividades ideológico estratégicas de las organizaciones afines (ONGs) y el enriquecimiento ilícito mediante la repartija de subsidios, contratos y arreglines, etc., son significativas pérdidas para el progresismo, lo que los llevó a diseñar y ejecutar planes para capear la tormenta y asegurar a todo evento la recuperación del poder ejecutivo el próximo período (saben que si no recuperan La Moneda en el 2014 va a ser muy difícil que mantengan el grado de control nacional que ya han conseguido e incluso arriesgan su propia supervivencia como coalición política significativa).
Aunque el terremoto del 27F desnudó la ineptitud y demagogia de Bachelet (como todas las calamidades previas bajo el concertacionismo -sin excepción), se aprovechó sin asco el evento para acelerar los eventos de ayuda pública a fin de disponer de los fondos acumulados y repartirlos de modo que el gobierno entrante quedara sin poder usarlos. Eso explica que la organización "Techo para Chile" se encontrara de golpe y porrazo manejando muchos millones de dólares y que su gestión colisionara tan frontalmente con los esfuerzos del nuevo gobierno por superar las emergencias e iniciar la reconstrucción.
Habiéndose instalado a partidarios en el Tribunal Constitucional, en la Corte Suprema y demás tribunales que, sumados a los ya designados en el control del Ministerio Público, la Contraloría y otras organizaciones estatales financiadas con dinero del erario (que aseguraban su capacidad de conocer y dificultar casi cada paso del futuro gobierno), el dolor y la desgracia del terremoto no fueron óbice para que en esos precisos días Bachelet se encerrara a autorizar enormes cantidades de dinero que aseguraran la supervivencia de las ONGs partidarias.
Ya consolidado el control de todo ese enorme aparataje, el progresismo se dedicó a poner trabas en todos los frentes al desempeño del gobierno afanado en superar las descomunales emergencias dejadas por el terremoto, criticando hasta la más mínima e intrascendente movida.
Así las cosas, sobrevino el desplome de la mina San José y el rescate de los 33 mineros, evento que desde el primer minuto se sumó a la andanada de críticas provenientes desde el progresismo obstruccionista, intentando presentar la inseguridad del trabajo en ese sector minero como codicia de la derecha, pero que terminó siendo otra muestra de la increíble venalidad de la administración pasada.
Por su espectacularidad y trascendencia mundial, el feliz desenlace de ese evento fue una nueva desgracia para el progresismo. Ni siquiera pudieron condicionar el tratamiento mediático del tema respecto del cual simplemente no era posible abstraerse.
El reciente incendio de la cárcel en San Miguel, con 81 muertos, se vio como una nueva oportunidad, pero a poco andar ha emergido la evidencia del irresponsable tratamiento que apunta directamente a la felonía y efecto corruptivo de la administración anterior tanto en Gendarmería como en Carabineros.
Y para despedir el año, la interpelación para acusar a la Ministra de Vivienda de mal manejo en los planes de reconstrucción resultó, como muchos lo predijimos en Twitter, un completo fiasco que hizo recordar la ridícula investigación parlamentaria a la que se quiso someter al entonces alcalde de Santiago, Joaquín Lavín.
Sin embargo, para los chilenos este ha sido un muy buen año.
No sólo se ha retomado el ritmo de crecimiento que venía cayendo en dos décadas de demagogia y corrupción. También se ha repuesto la fe en la capacidad gubernamental de liderar con honestidad e integridad y, con ello, la esperanza de que se desaten las fuerzas del desarrollo por tanto tiempo trabadas.
Nuestro país ha conseguido en estos poquísimos meses proyectar eficiencia y posesión de valores aletargados por la connivencia del progresismo con lo más regresivo de Latino América.
El 2010 ha sido un año de realizaciones que, obtenidas en las más desfavorables condiciones y bajo el fuego graneado de la demagogia obstruccionista, nos hace abrigar esperanzas de que los siguientes serán cada vez mejores, sobre todo si se logra neutralizar la maquinaria que desde las sombras entrampa cada paso del ejecutivo.
De lo que sí podemos estar seguros, porque ha quedado muy probado, es que la visión de nuestro país que tiene el progresismo es perfectamente contraria a la que tienen los chilenos. Si ellos lo ven negro, es señal de que en realidad es brillante.
Y que si ellos llegaran a verlo brillante, tendríamos que preocuparnos gravemente.
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Hay eficacia en unas cosas, en otras, por el contrario, no.
ResponderEliminarEs bochornoso el papel de Ximena Ossandón por el cargo de la Alta Dirección Pública.
También, es desagradable es el protagonismo de Piñera en anunciar el presupuesto y la reforma, en vez de dejar a sus ministros.
Es lamentable que haya faltado a su palabra Piñera ante los militares.
Lamentable el royalty minero.
Javier, esos ripios son ciertos.
ResponderEliminarPero en su conjunto y en su trascendencia la izquierda ve este año como una completa desgracia, justamente la visión contraria de quienes recordaremos este año como aquel en que los chilenos empezamos a zafarnos del dominio de una coalición que estaba destruyendo cuestiones esenciales de nuestra democracia.
Digo "empezamos" a zafarnos porque el grado del avance totalitario es bastante más grande del que se podría suponer de un gobierno medianamente honesto.
Este tema lo resumí en un artículo anterior, pero a estas alturas ya se ha hecho bastante evidente la enorme extensión de lo mal obrado por quienes ahora no dan cuartel en la lucha por sabotear cada paso del gobierno.
También tengo pendiente publicar un artículo que analiza lo que tu mencionas, que son cuestiones ciertas y que deben enmendarse, en el contexto de la arena política que —desgraciadamente— dificulta grandemente el progreso de la rectitud, la modestia y la honestidad.
Gracias por tu comentario.
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No lo había pensado así.
ResponderEliminarTampoco había pensado en "el avance totalitario es bastante más grande del que se podría suponer de un gobierno". Me acordé de un libro que publicó Alfonso Márquez de la Plata, que la propia democracia pavimentaba el camino hacia el totalitarismo, sin que sus conciudadanos se den cuenta.
Javier,
ResponderEliminarLos artículos que mencioné en el comentario anterior no pueden sino tocar tangencialmente la grave realidad totalitaria tejida durante 20 años y que antes, bajo el gobierno militar, no pudo ser totalmente erradicada por la resistencia de ese gobierno al "desorden" de la libertad personal y de la emancipación local.
Este es el primer gobierno (quizás en toda nuestra historia) en el que gente de pensamiento libertario toma el control del ejecutivo.
Siendo que los chilenos ya conocimos el sabor de la libertad (en los 80, cuando por fin empezó a brotar esa semilla), es mi esperanza de que sepamos apoyar a los enemigos políticos de los que ahora están en la oposición.
Claro, hay errores, ripios y torpezas. Pero sería imperdonable que volvieran los corruptos y totalitarios que empujaban a la nación de vuelta a la mediocridad (fueron 20 años de baja constante de la actividad y del crecimiento).
Un país desarrollado en es un país de personas desarrolladas cuyo empuje producen los bienes y productos que generan riqueza y fuerza creadora.
No existen gobiernos capaces de hacerlo por nosotros. Sólo los necesitamos para que levanten las vallas, trabas y frenos a nuestras capacidades individuales y locales.
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