El 2016 se inició turbulento. La volatilidad reina en las bolsas. El apetito por el riesgo disminuyó, aparentemente por dudas sobre posibles episodios disruptivos en algún mercado.
Existen incertidumbres cambiarias respecto de China que parece transitar hacia un mayor desacople con el dólar y también se duda respecto de su capacidad para mantener el crecimiento que se espera de ella. En todo caso no parece razonable un colapso inesperado. El gigante asiático tiene grandes reservas y una capacidad de socializar sus errores y pérdidas que otros países no tienen.
Lo concreto para Chile es que un cobre de menor valor – rompió la barrera de los US$ 2 – llegó para quedarse. Si bien el petróleo nos ayuda no podemos esperar un impulso externo; avanzar depende de nosotros. Sin embargo la realidad muestra que no estamos haciendo lo correcto; los datos de crecimiento son magros y el 2016 se perfila como el tercer año de estancamiento en el 2% o incluso de un crecimiento menor.
Para corregir nuestro rumbo no basta tener equilibrios macros que se perderán a la larga por la incapacidad de satisfacer anhelos de la sociedad. Debemos asegurarnos que mejoramos el ambiente para movilizar recursos y hacernos más productivos. El calor de la lucha política nos ha hecho dar grandes pasos atrás en estos años. Cambios tributarios mal diseñados y que claramente afectarán la capitalización empresarial no solo dañan las expectativas hoy sino que hipotecan el futuro. Los cambios en educación en nada favorecen la calidad y flexibilidad que un mundo dinámico requiere; además prometen un largo periodo de decadencia por las rigideces de una visión estatista y plana.
Por ello es clave evitar que los pasos que demos desde ahora sean similares y en este sentido el campo crítico que surge a continuación es el laboral. Un cambio adicional mal concebido puede ser el peso muerto definitivo que nos impida retomar la senda del crecimiento. Es difícil, en medio de nuestras pasiones actuales reflexionar con la cabeza fría; por ello mirar para otras latitudes puede ser útil.
Para aquilatar los efectos de largo plazo de forzar la sindicalización otorgando a los sindicatos capacidad de expropiar la renta del capital, que es lo que se está proponiendo en la reforma laboral chilena, nada mejor que ver lo que sucedió a una ciudad como Detroit, famosa por su reciente quiebra y las enormes dificultades sociales que enfrenta.
A comienzos de 1930 Detroit era el equivalente del actual Silicon Valley en materias de industria automotriz. Pasó del lugar treceavo de dos décadas antes a ser la cuarta ciudad norteamericana. Su población creció 450% y su ingreso era, con Chicago, el más alto de la Unión y un 29% mayor a la media nacional. El ingreso de los empleos industriales era un 33% mayor al de la media de empresas del país y muy superior al de fábricas más pequeñas repartidas en distintos estados. Hoy el ingreso en Detroit está 44% por debajo de la media y la criminalidad y pobreza son tres veces el promedio del país.
Muchas razones pueden explicar este proceso de decadencia. Probablemente afectaron los impuestos expropiatorios a la propiedad que un famoso alcalde llevó al extremo. Como contraejemplos, California debe parte de su florecimiento actual a la resolución establecida por plebiscito para revertir y limitar un proceso similar que tenía a ciudades como San Francisco en una espiral descendente, y Boston se benefició dando pasos equivalentes.
Pero dado el gran empuje industrial de Detroit el elemento determinante fue el proceso de sindicalización al que sometió a sus empresas, facilitado por la National Labor Relations Act o Wagner Act de 1935. Abrió el paso a sindicatos únicos, con afiliación obligatoria y cuotas forzosas para sus miembros. La primera empresa en caer en manos de la UAW (Sindicato automotriz) fue GM en el año 1937. La última fue Ford en 1941.
La decadencia fue un proceso largo cruzado por la II Guerra Mundial durante la que los competidores en el resto del mundo fueron destruidos. Pero ya entre el ´47 y el ´58 el empleo industrial en Detroit cae un 40% y la población disminuye en un 10% en un lento reverso del progreso que no se detuvo hasta hoy. El Silicon Valley automotriz muere, las empresas se intentan proteger dispersándose pero la magia de las sinergias creativas desaparece para siempre.
El sector automotriz no fue el único afectado; algo similar sucedió con el acero y muchas otras industrias. Datos de sindicalización de los ´70 muestran una clara correlación negativa con el crecimiento. Las áreas más sindicalizadas ven caer su población en un 7% y las que tienen menor índice de sindicalización la ven subir un 32%.
Así y todo EE.UU tiene una ventaja que no tenemos en Chile. En el año 1947 se modificó la Wagner Act y varios estados adoptaron las llamadas Right to Work Laws (Leyes de Derecho al Trabajo). Veinticuatro estados han adoptado estas legislaciones, la mayoría entre 1940 y 1950, incluyendo las más recientes de Oklahoma en el 2001 e Indiana y Michigan en el 2012. Básicamente estas leyes privilegian la libertad sindical y nadie puede ser obligado a afiliarse ni a pagar a un sindicato. Estas decisiones han sido polémicas pues se argumenta, como en Chile, que los sindicatos fuertes contrapesan al empleador, corrigen la injusticia de los mercados, ayudan a los más débiles y su fuerza les permite transferir renta del capital al trabajo. Sin embargo, los estudios muestran que los sindicatos se concentran en los rubros y zonas con mejor remuneración y no en los lugares más pobres, obtienen ventajas de corto plazo pero reducen el empleo, reducen la inversión en capital y disminuyen el crecimiento de la productividad.
Los estados que han adoptado las Leyes de Derecho al Trabajo han visto mayor crecimiento, menos desempleo, reducción de pobreza y el ingreso ha mejorado más rápidamente. Incluso a partir de 1970 estos estados crean empleos industriales mientras el resto del país los sigue destruyendo. Estudios que comparan ciudades separadas por menos de 100 km con y sin esta legislación muestran cómo unas prosperan y otras languidecen.
Este devenir no es un juego suma cero en que unos les quitan progreso a otros. Es una de las válvulas de escape que permitió al país del Norte seguir avanzando y de la que Chile carecería. Efectivamente nuestra historia pasada muestra que cuando se genera un entorno anti inversión y anti empleo, en el que la posibilidad que la renta del capital se expropie lentamente con normas laborales como las que hoy se discuten, el país retrocede y florece la miseria. No sucede en un día, pero a la larga es un golpe dramático.
En un momento como éste, en que debemos retomar el ímpetu de progreso que ya algunos creían un derecho, es indispensable que las discusiones y decisiones se tomen con la claridad de la reflexión serena y no con la pasión de las luchas de facciones.
Lo concreto para Chile es que un cobre de menor valor – rompió la barrera de los US$ 2 – llegó para quedarse. Si bien el petróleo nos ayuda no podemos esperar un impulso externo; avanzar depende de nosotros. Sin embargo la realidad muestra que no estamos haciendo lo correcto; los datos de crecimiento son magros y el 2016 se perfila como el tercer año de estancamiento en el 2% o incluso de un crecimiento menor.
Para corregir nuestro rumbo no basta tener equilibrios macros que se perderán a la larga por la incapacidad de satisfacer anhelos de la sociedad. Debemos asegurarnos que mejoramos el ambiente para movilizar recursos y hacernos más productivos. El calor de la lucha política nos ha hecho dar grandes pasos atrás en estos años. Cambios tributarios mal diseñados y que claramente afectarán la capitalización empresarial no solo dañan las expectativas hoy sino que hipotecan el futuro. Los cambios en educación en nada favorecen la calidad y flexibilidad que un mundo dinámico requiere; además prometen un largo periodo de decadencia por las rigideces de una visión estatista y plana.
Por ello es clave evitar que los pasos que demos desde ahora sean similares y en este sentido el campo crítico que surge a continuación es el laboral. Un cambio adicional mal concebido puede ser el peso muerto definitivo que nos impida retomar la senda del crecimiento. Es difícil, en medio de nuestras pasiones actuales reflexionar con la cabeza fría; por ello mirar para otras latitudes puede ser útil.
Para aquilatar los efectos de largo plazo de forzar la sindicalización otorgando a los sindicatos capacidad de expropiar la renta del capital, que es lo que se está proponiendo en la reforma laboral chilena, nada mejor que ver lo que sucedió a una ciudad como Detroit, famosa por su reciente quiebra y las enormes dificultades sociales que enfrenta.
A comienzos de 1930 Detroit era el equivalente del actual Silicon Valley en materias de industria automotriz. Pasó del lugar treceavo de dos décadas antes a ser la cuarta ciudad norteamericana. Su población creció 450% y su ingreso era, con Chicago, el más alto de la Unión y un 29% mayor a la media nacional. El ingreso de los empleos industriales era un 33% mayor al de la media de empresas del país y muy superior al de fábricas más pequeñas repartidas en distintos estados. Hoy el ingreso en Detroit está 44% por debajo de la media y la criminalidad y pobreza son tres veces el promedio del país.
Muchas razones pueden explicar este proceso de decadencia. Probablemente afectaron los impuestos expropiatorios a la propiedad que un famoso alcalde llevó al extremo. Como contraejemplos, California debe parte de su florecimiento actual a la resolución establecida por plebiscito para revertir y limitar un proceso similar que tenía a ciudades como San Francisco en una espiral descendente, y Boston se benefició dando pasos equivalentes.
Pero dado el gran empuje industrial de Detroit el elemento determinante fue el proceso de sindicalización al que sometió a sus empresas, facilitado por la National Labor Relations Act o Wagner Act de 1935. Abrió el paso a sindicatos únicos, con afiliación obligatoria y cuotas forzosas para sus miembros. La primera empresa en caer en manos de la UAW (Sindicato automotriz) fue GM en el año 1937. La última fue Ford en 1941.
La decadencia fue un proceso largo cruzado por la II Guerra Mundial durante la que los competidores en el resto del mundo fueron destruidos. Pero ya entre el ´47 y el ´58 el empleo industrial en Detroit cae un 40% y la población disminuye en un 10% en un lento reverso del progreso que no se detuvo hasta hoy. El Silicon Valley automotriz muere, las empresas se intentan proteger dispersándose pero la magia de las sinergias creativas desaparece para siempre.
El sector automotriz no fue el único afectado; algo similar sucedió con el acero y muchas otras industrias. Datos de sindicalización de los ´70 muestran una clara correlación negativa con el crecimiento. Las áreas más sindicalizadas ven caer su población en un 7% y las que tienen menor índice de sindicalización la ven subir un 32%.
Así y todo EE.UU tiene una ventaja que no tenemos en Chile. En el año 1947 se modificó la Wagner Act y varios estados adoptaron las llamadas Right to Work Laws (Leyes de Derecho al Trabajo). Veinticuatro estados han adoptado estas legislaciones, la mayoría entre 1940 y 1950, incluyendo las más recientes de Oklahoma en el 2001 e Indiana y Michigan en el 2012. Básicamente estas leyes privilegian la libertad sindical y nadie puede ser obligado a afiliarse ni a pagar a un sindicato. Estas decisiones han sido polémicas pues se argumenta, como en Chile, que los sindicatos fuertes contrapesan al empleador, corrigen la injusticia de los mercados, ayudan a los más débiles y su fuerza les permite transferir renta del capital al trabajo. Sin embargo, los estudios muestran que los sindicatos se concentran en los rubros y zonas con mejor remuneración y no en los lugares más pobres, obtienen ventajas de corto plazo pero reducen el empleo, reducen la inversión en capital y disminuyen el crecimiento de la productividad.
Los estados que han adoptado las Leyes de Derecho al Trabajo han visto mayor crecimiento, menos desempleo, reducción de pobreza y el ingreso ha mejorado más rápidamente. Incluso a partir de 1970 estos estados crean empleos industriales mientras el resto del país los sigue destruyendo. Estudios que comparan ciudades separadas por menos de 100 km con y sin esta legislación muestran cómo unas prosperan y otras languidecen.
Este devenir no es un juego suma cero en que unos les quitan progreso a otros. Es una de las válvulas de escape que permitió al país del Norte seguir avanzando y de la que Chile carecería. Efectivamente nuestra historia pasada muestra que cuando se genera un entorno anti inversión y anti empleo, en el que la posibilidad que la renta del capital se expropie lentamente con normas laborales como las que hoy se discuten, el país retrocede y florece la miseria. No sucede en un día, pero a la larga es un golpe dramático.
En un momento como éste, en que debemos retomar el ímpetu de progreso que ya algunos creían un derecho, es indispensable que las discusiones y decisiones se tomen con la claridad de la reflexión serena y no con la pasión de las luchas de facciones.
Lo que el régimen de Bachelet presenta como "reforma laboral" es en realidad un programa para imponer el sindicalismo forzado, eliminando la actual libertad sindical instituida en la Constitución que por eso y otras razones así de espurias se quiere eliminar.
ResponderEliminarPara demostrar lo ruinoso del sindicalismo forzado, el caso de Detroit es de pizarrón. Prácticamente barrió la industria automotriz norteamericana, no solo encareciendo el costo de la mano de obra sino además deprimiendo la creatividad e iniciativa.
En Chile no tenemos una industria tan desarrollada que pueda ser sacrificada en el altar del populismo de Bachelet, pero eso precariza todavía más la todavía inmadura base de nuestra economía. En mucho menos tiempo que tomó barrer la insdustria automotriz norteamericana se podrá tumbar la industria local de la producción agrícola, pesquera y minera. El retail y la industria del comercio en general también caerán.
Queda la esperanza que, antes de que el régimen pueda imponer su sindicalismo forzado, se pueda recurrir al tribunal constitucional para que paren esta monstruosidad.
El gran error de esta ineptocracia ha sido "terminar la obra inconclusa" del borracho inepto.
ResponderEliminarEjemplos como el paro del Registro Civil, dejan en evidencia lo nefasto que va a ser dicha reforma de ser aprobada. Al obligar a "sindicalizarse", si allá ha derivado en desastres para las empresas automotrices, acereras, ferrocarriles, etc. acá sería la ruina total.
Detroit pasó a ser la meca del sector automotriz, a ser la primera ciudad en declararse "en quiebra" en los estados unidos, algo inusual para un país que dice ser todavía "potencia mundial".
Ciertamente, EEUU está dejando de ser la "potencia mundial". Le va quedando la capacidad militar, pero el músculo empresario y fabril ha cedido a las sandeces globalizadoras, que abren el camino a China y a países no democráticos. El creativo empresario Elon Musk, que ha debido enfrentar tremendas resistencias para comercializar sus autos eléctricos (bloqueado en muchos estados por la mafia de los "distribuidores"), es minoría donde antes prosperaban miles como él.
EliminarA la hora de arruinar naciones y derribar la moral y la decencia del trabajo el socialismo "obra milagros"
Durante los 8 años del gobierno de Obummer (Obama) USA ha decaido en todo aspecto. Detroit se declaró en bancarrota durante esa administracion.
EliminarUn pequeño detalle, Wallmart (propietaria de los Líder, acá en Chile) lleva cerrado más de 296 locales a traves de los Estados, pero no cesa de expandirse aquí en Chile. Gracias a la presión de ciertos grupos las empresas fabricantes de armas como Magpul, Remington y Beretta, entre otros se trasladaron de estado, y también la politica de las "Gun Free Zone" ha traido más muertes que en estados donde esta política no se aplica.
Aqui estamos agarrados de las pelotas.
Los estrategas de Walmart se están moviendo al comercio electrónico, y lo divertido es que han resuelto hacerlo luego de llevar varios años en Chile, donde esa parte del retail está desarrollada al punto que Walmart no abriga esperanzas de desplazar a Cencosud, Falabella, ni siquiera a SCD.
EliminarLa única amenaza seria al retail chileno es el actual régimen, que a punta de denunciar y perseguir "colusiones" se ha constituido en un peor competidor mucho más temible que el archibillonario grupo Walmart.