martes, 8 de julio de 2014

La derecha y los líderes de pacotilla.

Quienes no operamos en política, casi toda la población de Chile, vemos esa actividad con reticencia y sospecha. Razones, de sobra.

Aceptando que es necesaria para que los conflictos se resuelvan en las sedes parlamentarias y del gobierno —y no a los balazos en las calles— ciframos nuestra esperanza de que no devenga todo en corrupción y demagogia en que se cumpla el juego de oposición/gobierno. Mientras los unos asumen la gestión, los otros la escudriñan y auditan, prestos a denunciar cualquier cuestión que debilite el buen nombre de los que gobiernan para que los "privados" les demos la oportunidad a ellos.

Cuando este juego se troca por entendimientos en que todos ellos salen gananciosos, tenemos bien claro que los perdedores somos nosotros, los "privados".

Por causas que sería latoso analizar aquí, hay un agudo contraste entre la centro-izquierda, que siempre ha tenido clarísimo su rol de oposición (que llevó hasta extremos durante el gobierno de Sebastián Piñera, pese a la oferta de incorporarse a un "gobierno de unidad" y con una agenda anti derechista) y la centro-derecha, que lo ha hecho en forma pacata, renuente y hasta cómplice en algunos excesos gubernamentales.

Aparte de Sebastián Piñera y su círculo, que ha preferido apuñalar a su coalición en vez de defender las ideas opuestas al progresismo, la derecha exhibe variados ejemplos de oposición tibia y negligente.

Desde el torpe desempeño en la "política de los acuerdos" que dio su bendición al Estatuto Docente (que destruyó la educación recién municipalizada) y a otras reformas que debilitaron la institucionalidad y la administración de recta justicia, pasando por las "negociaciones" con Ricardo Lagos en tiempos en que la corrupción de su gobierno le hacía perder agua por todos los costados, por el inentendible  "bacheletismo-aliancista" de Joaquín Lavín y rematando en el colmo de la impudicia política exhibida por el movimiento Ampliación, la derecha ha salido reprobada con escándalo en su papel opositor.

Eso, mucho más que el frenesí totalitario, demagógico y corrupto de la centro izquierda es lo que nos tiene donde estamos: a punto de que lo logrado en cuarenta años de duro trabajo se vaya por el caño.

En efecto, desde el traspaso del poder a los civiles (que el aparato de propaganda zurdo llama "llegada de la democracia", engañosa expresión que algunos en la derecha repiten estúpidamente), nuestro país ha seguido una trayectoria constante de abandono del modelo que nos ha traído hasta aquí. Y ahora, que como resultado obvio de la gestión de Piñera tenemos al progresismo instalado en el poder casi total, la sensación de "hasta aquí llegamos" empieza a cundir haciendo caer todos los indicadores.

Cuando definitivamente quede la tendalada muchos culparán a la UP/DC (o "Nueva Mayoría" como prefieren llamarse ahora), pero hay varios que tenemos muy claro que no habrá nadie más culpable que la centro-derecha y el ramillete de líderes de pacotilla que hasta ahora la ha dirigido.

18 comentarios:

  1. No hay comentario posible ante la actitud obsecuente de quienes en algún momento debieron ser defensores de un modelo que les permitió a ellos, y a sus parientes de la otra vereda política, obtener pingües ganancias de la actividad pública.

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  2. Otra cosa. Simplemente sorprendente la carta de Longueira.

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    1. A eso apunto. Tal parece que la derecha ganará mucho cuando gente como Longueira deje de tener influencia o vigencia. Desde que forzó la ley para que la DC inscribiera sus candidatos ILEGALMENTE, pasando por las negociaciones por las que le cedió IMPUNIDAD a Ricardo Lagos, hasta ahora que se suma a equipo de gobierno para su programa energético y rechaza las críticas a Palma por mantener actividad comercial en el rubro que le toca administrar desde el gobierno, la trayectoria de este líder no ha hecho sino daño a la causa de los defensores del modelo y de la libertad que tanto costó recuperar.

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  3. Me sorprende esa actitud casi lastimera de Longueira y su carta como queriendo avalar (prestarle ropa) a un zurdorrupto como Andres Palma. Longueira se me cayó del altar hace mucho rato con este tipo de conductas, primero pasivas y ahora activamente de pacotilla.

    le recomendaría a longueira y al séquito de sacoweas que ahora se llaman "de derecha" una PLR con bototos con punta de acero.

    Pero no sigamos quejandonos de nuestra "desecha". mejor pensar en sacar desde nuestro bando personas que sigan siendo leales a los principios que nos liberaron el 11/09/1973

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    1. Evidentemente, es hora de cambiar estos líderes por gente que no se orine cuando se trata de defender nuestros valores.

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    2. la idea está, pero estamos como los ratones... ¿quien le pondrá el cascabel al gato?

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    3. He intentado hablar con varios de ellos, pero hasta ahora me ha ido mal. Seguiré buscando hasta que no quede sino tirarme yo mismo al ruedo :D

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    4. bueno si necesitas un vocero... ¿donde dejo mi currículo?

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    5. Se acerca el momento en que TODOS tendremos que arremangarnos y hacer la tarea nosotros mismos.

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  4. Están perdidos.

    Longuiera es un tonto.

    El reglamento que José Cornejo copió en el penúltimo post de Maximo es claro sobre las parientes en la administración pública,

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    1. Si, lo vi. De hecho, las defensas anteriores de Longueira de las actuaciones de la UP/DC fueron TODAS de ilegalidades y hasta de delitos cometidos por esa gente.

      Desde ese punto de vista, efectivamente, Longueira ES un tonto.

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  5. Todo nace con el Gobierno de Lula da Silva (2003-2010), quien, según el mito universalmente aceptado, dio el impulso decisivo al desarrollo económico de Brasil, despertando de este modo a ese gigante dormido y encarrilándolo en la dirección de las grandes potencias. Las formidables estadísticas que difundía el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística eran aceptadas por doquier: de 49 millones, los pobres bajaron a ser sólo 16 millones en ese período y la clase media aumentó de 66 a 113 millones. No es de extrañar que, con estas credenciales, Dilma Rousseff, compañera y discípula de Lula, ganara las elecciones con tanta facilidad. Ahora que quiere hacerse reelegir y que la verdad sobre la condición de la economía brasileña parece sustituir al mito, muchos la responsabilizan a ella de esa declinación veloz y piden que se vuelva al lulismo, el Gobierno que sembró, con sus políticas mercantilistas y corruptas, las semillas de la catástrofe.

    La verdad es que no hubo ningún milagro en aquellos años, sino un espejismo que sólo ahora comienza a despejarse, como ha ocurrido con el fútbol brasileño. Una política populista como la que practicó Lula durante sus Gobiernos pudo producir la ilusión de un progreso social y económico que era nada más que un fugaz fuego de artificio. El endeudamiento que financiaba los costosos programas sociales era, a menudo, una cortina de humo para tráficos delictuosos que han llevado a muchos ministros y altos funcionarios de aquellos años (y los actuales) a la cárcel o al banquillo de los acusados. Las alianzas mercantilistas entre Gobierno y empresas privadas enriquecieron a buen número de funcionarios y empresarios, pero crearon un sistema tan endemoniadamente burocrático que incentivaba la corrupción y ha ido desalentando la inversión. De otro lado, el Estado se embarcó muchas veces en faraónicas e irresponsables operaciones, de las que los gastos emprendidos con motivo de la Copa Mundial de Fútbol son un formidable ejemplo.

    El Gobierno brasileño dijo que no habría dineros públicos en los 13.000 millones que invertiría en el Mundial de fútbol. Era mentira. El BNDS (Banco Brasileño de Desarrollo) ha financiado a casi todas las empresas que ganaron las obras de infraestructura y que, todas ellas, subsidiaban al Partido de los Trabajadores actualmente en el poder. (Se calcula que por cada dólar donado han obtenido entre 15 y 30 dólares en contratos).

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  6. Las obras mismas constituían un caso flagrante de delirio mesiánico y fantástica irresponsabilidad. De los 12 estadios acondicionados sólo se necesitaban ocho, según advirtió la propia FIFA, y la planificación fue tan chapucera que la mitad de las reformas de la infraestructura urbana y de transportes debieron ser canceladas o sólo serán terminadas ¡después del campeonato! No es de extrañar que la protesta popular ante semejante derroche, motivado por razones publicitarias y electoralistas, sacara a miles de miles de brasileños a las calles y remeciera a todo el Brasil.

    Las cifras que los organismos internacionales, como el Banco Mundial, dan en la actualidad sobre el futuro inmediato del Brasil son bastante alarmantes. Para este año se calcula que la economía crecerá apenas un 1,5%, un descenso de medio punto sobre los últimos dos años en los que sólo raspó el 2% . Las perspectivas de inversión privada son muy escasas, por la desconfianza que ha surgido ante lo que se creía un modelo original y ha resultado ser nada más que una peligrosa alianza de populismo con mercantilismo y por la telaraña burocrática e intervencionista que asfixia la actividad empresarial y propaga las prácticas mafiosas.

    Las obras del Mundial de fútbol han sido un caso flagrante de delirio e irresponsabilidad

    Pese a un horizonte tan preocupante, el Estado sigue creciendo de manera inmoderada —ya gasta el 40% del producto bruto— y multiplica los impuestos a la vez que las “correcciones” del mercado, lo que ha hecho que cunda la inseguridad entre empresarios e inversores. Pese a ello, según las encuestas, Dilma Rousseff ganará las próximas elecciones de octubre, y seguirá gobernando inspirada en las realizaciones y logros de Lula da Silva.

    Si es así, no sólo el pueblo brasileño estará labrando su propia ruina y más pronto que tarde descubrirá que el mito en el que está fundado el modelo brasileño es una ficción tan poco seria como la del equipo de fútbol al que Alemania aniquiló. Y descubrirá también que es mucho más difícil reconstruir un país que destruirlo. Y que, en todos estos años, primero con Lula da Silva y luego con Dilma Rousseff, ha vivido una mentira que irán pagando sus hijos y sus nietos, cuando tengan que empezar a reedificar desde las raíces una sociedad a la que aquellas políticas hundieron todavía más en el subdesarrollo. Es verdad que Brasil había sido un gigante que comenzaba a despertar en los años que lo gobernó Fernando Henrique Cardoso, que ordenó sus finanzas, dio firmeza a su moneda y sentó las bases de una verdadera democracia y una genuina economía de mercado. Pero sus sucesores, en lugar de perseverar y profundizar aquellas reformas, las fueron desnaturalizando y regresando el país a las viejas prácticas malsanas.

    No sólo los brasileños han sido víctimas del espejismo fabricado por Lula da Silva, también el resto de los latinoamericanos. Porque la política exterior del Brasil en todos estos años ha sido de complicidad y apoyo descarado a la política venezolana del comandante Chávez y de Nicolás Maduro, y de una vergonzosa “neutralidad” ante Cuba, negándoles toda forma de apoyo ante los organismos internacionales a los valerosos disidentes que en ambos países luchan por recuperar la democracia y la libertad. Al mismo tiempo, los Gobiernos populistas de Evo Morales en Bolivia, del comandante Ortega en Nicaragua y de Correa en el Ecuador —las más imperfectas formas de Gobiernos representativos en toda América Latina— han tenido en Brasil su más activo valedor.

    Por eso, cuanto más pronto caiga la careta de ese supuesto gigante en el que Lula habría convertido al Brasil, mejor para los brasileños. El mito de la Canarinha nos hacía soñar hermosos sueños. Pero en el fútbol como en la política es malo vivir soñando y siempre preferible —aunque sea dolorosa— atenerse a la verdad.

    Mario Vargas LLOsa. Diario El Pais.

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  7. Me apenó mucho la cataclísmica derrota de Brasil ante Alemania en la semifinal de la Copa del Mundo, pero confieso que no me sorprendió tanto. De un tiempo a esta parte, la famosa Canarinha se parecía cada vez menos a lo que había sido la mítica escuadra brasileña que deslumbró mi juventud y esta impresión se confirmó para mí en sus primeras presentaciones en este campeonato mundial, donde el equipo carioca dio una pobre imagen haciendo esfuerzos desesperados para no ser lo que fue en el pasado sino jugar un fútbol de fría eficiencia, a la manera europea.

    No funcionaba nada bien; había algo forzado, artificioso y antinatural en ese esfuerzo, que se traducía en un desangelado rendimiento de todo el cuadro, incluido el de su estrella máxima, Neymar. Todos los jugadores parecían embridados. El viejo estilo —el de un Pelé, Sócrates, Garrincha, Tostao, Zico— seducía porque estimulaba el lucimiento y la creatividad de cada cual, y de ello resultaba que el equipo brasileño, además de meter goles, brindaba un espectáculo soberbio, en que el fútbol se trascendía a sí mismo y se convertía en arte: coreografía, danza, circo, ballet.

    Los críticos deportivos han abrumado de improperios a Luiz Felipe Scolari, el entrenador brasileño, al que responsabilizan de la humillante derrota por haber impuesto a la selección carioca una metodología de juego de conjunto que traicionaba su rica tradición y la privaba de la brillantez y la iniciativa que antes eran inseparables de su eficacia, convirtiendo a los jugadores en meras piezas de una estrategia, casi en autómatas. Sin embargo, yo creo que la culpa de Scolari no es solo suya sino, tal vez, una manifestación en el ámbito deportivo de un fenómeno que, desde hace algún tiempo, representa todo el Brasil: vivir una ficción que es brutalmente desmentida por una realidad profunda.

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    1. Algo positivo de la debacle futbolística de los brasileños es que Dilma Rousseff no podrá sacar partido político de los triunfos deportivos. Es típico que los controladores totalitarios del poder aprovechen estas instancias para acarrear agua a sus molinos.

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  8. es increible como se va perdiendo aquella politica centrada en unos principios bien puestos, parece ser mejor buscar acuerdos superficiales, queriendo ser el lider de los no deliberantes o desmemoriados que un verdadero referente a destacar...a la mier..con esta camada de debiles ...DICHATO

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    1. La falta de pantalones pasa la cuenta. La UP/DC arrastrará a la derecha cuando llegue el momento de responder por la caída en la inversión y la actividad.

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