Roberto Ampuero
En el jardín de mi casa cuelga el uniforme de un oficial del extinto
Ejército Soviético. Lo compré en Berlín Oriental, en los 90, poco
después de la caída del Muro. Yo, que en la década de 1970 viví en Cuba y
en Alemania del Este, detrás del Muro, nunca imaginé que un día nada
lejano el denominado "primer Estado alemán de obreros y campesinos"
terminaría en un modesto museo a orillas del río Spree de la capital de
la Alemania reunificada, y yo podría comprar, en un mercado de las
pulgas berlinés, el uniforme del Ejército que durante la Guerra Fría fue
el segundo más poderoso del planeta.
Lo que muestra en términos político-filosóficos ese uniforme es que, en
contra de lo que auguraba el leninismo, el socialismo no constituía un
eslabón de la marcha ascendente de la humanidad ni un proceso social
irreversible, y que, para bien y para mal, todo puede ocurrir en este
mundo sin determinismos.
El hecho de que ese uniforme se agite en mi jardín al compás de la brisa
desmiente de forma categórica el determinismo, y posee una poderosa
carga simbólica, puesto que Chile, como otros países latinoamericanos,
fue también un escenario, aunque lateral, de la Guerra Fría.
En Europa y en gran parte del mundo la ideología de Allende y sus
partidos aliados descansa hoy en museos, en textos de historia o en
actas procesales que testimonian la violación de derechos humanos bajo
los antiguos regímenes socialistas. Me temo, sin embargo, que esa visión
de mundo de horizonte utópico estatista sigue aún latiendo en América
Latina, particularmente en Chile, pese a las lecciones de la historia
reciente. La persistencia de estas visiones, consideradas añejas en el
mundo desarrollado, obedece en parte, a mi juicio, a que los sectores
que en la región consideran la libertad política y económica clave para
un desarrollo democrático, moderno y próspero, no hacen sus tareas en la
crucial batalla de las ideas que se libra permanentemente en toda
sociedad. Y esto, pese a que la historia, en especial a partir de 1989,
les otorga la razón de modo irrebatible.
La reciente derrota electoral de la centroderecha chilena se debió en
parte a la ausencia en ese sector de un relato inspirador, de una
narrativa capaz de proyectar un horizonte utópico entre sus adherentes y
la ciudadanía. Este déficit se debe también en gran medida a que los
sectores identificados con la libertad, el emprendimiento, el libre
mercado y la democracia liberal -y esto constituye un téngase presente
para sectores semejantes en la región- no supieron transmitir a nivel
ciudadano el significado profundo del desplome de los Estados comunistas
en 1989, ni la relevancia del triunfo mundial de las ideas de libertad,
mercado, democracia y emprendimiento privado, ni de los nuevos retos
que todo esto implicaba.
Pero el déficit en el relato utópico no es exclusivo de la centroderecha
de Chile, sino propio de este sector en América Latina. Me refiero a la
necesidad de crear relatos inspiradores de mediano y largo plazo, que
encanten, orienten e inspiren a la ciudadanía, pues ella, junto con
exigir buena gestión de los gobiernos de turno, anhela tener sueños y
banderas que la engloben y trasciendan.
Superar este déficit constituye un imperativo moral y político que
contribuiría a fortalecer la democracia en la región. Creo que los
relatos político-culturales inspiradores de nuestras sociedades no
tienen por qué seguir siendo monopolio exclusivo y perpetuo de la
izquierda.
En Chile, en las elecciones presidenciales pasadas, al final primó en la
ciudadanía la impresión de que la centroderecha en el poder sabe
administrar muy bien las cosas, pero no inspirar los sueños de las
personas. De que sabe poner huevos, pero no sabe cacarearlos.
Mientras, la izquierda -que en América Latina da muestras evidentes de
no saber administrar bien las cosas, pensemos en Venezuela, Argentina o
Cuba- sabe cacarear aunque no ponga huevos; sabe seducir a través del
verso; sabe hablar de emociones y menos de cifras; entiende de alimentar
sueños, aunque no coseche buenas cifras. La centroderecha vive en
exceso en el presente, que siempre es insuficiente y fugaz; la izquierda
en cambio se apropia e instala en el futuro, que es eterno y puede ser
esbozado y coloreado como se quiera.
La izquierda, en lugar de haberse quedado sin voz tras la derrota de su
modelo a nivel mundial, ha generado un relato mucho más potente,
variopinto, contradictorio, transversal e impactante que el que propuso
en la Guerra Fría: en lugar de admitir la derrota de su modelo
estatista, intenta demostrar que el modelo triunfante es peor que el que
fracasó.
Los sectores de centro y derecha de América Latina, amantes de la
libertad individual y el emprendimiento privado, en cambio, guardan
silencio en esta esfera ideológica. Y mientras no atiendan este tema de
forma creativa y flexible, maciza y perseverante, estarán a la defensiva
o al menos en una situación político-ideológica bastante precaria.
Desde octubre del 2012 que vengo apuntando al grave error de dejar tiradas por el camino las banderas de la libertad y el potenciamiento del individuo como bases del modelo que nos sacó de la mediocridad y la miseria.
ResponderEliminarLos líderes de la derecha han sido extremadamente torpes pero, en honor a la verdad, su principal error fue confiar la custodia de este legado en Sebastián Piñera, que lo ha hecho añicos.
Ciro:
ResponderEliminarÉl ayudo a que la derecha no ganará, ya sea porque Piñera no fortaleció el emprendimiento y estigmatizó a los empresarios como delincuentes, y sobre todo renegando de la obra libertaria del Gobierno Militar con el 'septiembre negro'. Roberto Ampuero quiere ser un general después de la batalla. Fue ministro de Piñera hasta el último día.
Piñera aumento la burocracia y los impuestos.
Ciro:
ResponderEliminarÉl fue ministro de Piñera. Es de la Nueva Derecha. Él mismo reniega del legado libertario del Gobierno Militar.
Exacto. Publiqué este artículo porque lo que pasa en Chile es el legado que dejó Piñera con su codicia personal: a la UP/DC repotenciadas que aprovecharán la ocasión para destruir todo cuanto Piñera no pudo destruir del verdadero legado
EliminarLa Izquierda vive en el pasado que le conviene recordar y otro que le conviene omitir como ocurre cada once de septiembre.
ResponderEliminarLos autodenominados "líderes" de la actual desecha, no son más que una manga de oportunistas, que pueden venderse al mejor postor, por tener y mantener su posicion política. lo hicieron desde 1973 y lo seguirán haciendo hasta ahora. los líderes de verdad, o ya murieron, o se retiraron a los cuarteles de invierno, sin dejar escuela.
ResponderEliminarHe llegado a un convencimiento parecido. Creo que la desorientación y abandonos de los principios revela que la principal motivación de algunos fue la ambición personal y el gusto por usufructuar del poder.
EliminarPor expresarlo en términos económicos, esta cosa no es ni mas ni menos que marketing: los rojos tienen un producto que se ha archidemostrado (empezando por mi General) que no sirve para nada, pero tienen un sentido de "misión" increíble, una labia fabulosa, algunas lucas y, lo que mas necesitan, una chusma farandulera e ignorante como público, ademas de "un ciudadano = un voto", cosa que hasta donde yo recuerdo nunca ha funcionado, ni desde Atenas o hasta US... ciudadanos electores y todo eso?
ResponderEliminarPor otro lado, acá estamos todos los que hacemos la pega, generamos ideas y empleos, pagamos impuestos y en definitiva, movemos el país, para lo que no necesitamos a los políticos: sabemos poner huevos, pero no sabemos cacarear, esto es, tenemos el mejor producto, pero no tenemos departamento de marketing.
Que nos falta? clientes, lo que implica primero que todo educar a la gallá, que entienda de una vez que no es cosa de estirar la mano y que le den lo que pidan, exijan y demanden (o lo que los rogelios les hayan dicho que pidan).
Estoy de acuerdo con que piñata & Co. fue nefasto, por mucho que hayamos votado por el: nos hizo lesos, nos paso por el aro y todo lo que tu quieras, siendo lo único rescatable que dejo claro que los politicos no sirven para nada, lo que fue hábilmente manipulado por los rojos hasta ahora.
Consecuentemente, la gran pregunta es Where do we go from here?
Where to go from here?
EliminarCreo que hay más sabiduría entre los muchos que participan en las redes sociales que entre los pocos que disfrutan de una teta en la clase política.
Seremos nosotros mismos quienes deberemos recoger las banderas tiradas en el camino y recuperar el rumbo correcto hacia el fortalecimiento de las libertades.
Cosa nada fácil luego de la debacle que dejará la UP/DC.
renegar del pasado ha sido el peor error que ha cometido la derecha. es como el actuar del nuevo rico que reniega de su cuna pobre.
ResponderEliminarTal cual. Al renegado nadie le cree, aparte de que no gana simpatías.
EliminarDicen que los vecinos colgaron un cartel en la ciudad de Santa Fe, Argentina, que dice: “Ratero: si te agarramos no vas a ir a la comisaría. Te vamos a linchar”. Últimamente, linchar es verbo que se conjuga mucho. El 1 de abril, vecinos de Rosario golpearon a David Moreira, que intentó robarle el bolso a una mujer. Moreira murió poco después, con el cráneo roto. El 2 de abril, en Buenos Aires, un hombre que robó un reloj fue atrapado y decenas de personas rodearon al policía que lo custodiaba, exigiendo que les entregara al reo: ellos sabrían qué hacer con él. En todo el país, ciudadanos comunes patean, hasta romperla, carne de ladrón. La justicia es una fantochada y el Estado está ausente: así explican, para que se entiendan, sus motivos. Puedo entender esto: si lastimaran frente a mí a un ser querido, quizás yo reaccionaría con furia enferma. Me cuesta un poco más entender por qué se sumarían, a mi furia, tres taxistas, un kiosquero, cinco que pasaran por ahí. Porque no imagino qué cosas podrían hacer que yo, en algún momento, encontrara lógico sumarme a un grupo de personas que patearan la cabeza de otra en plena calle. Por estos días, los noticieros repiten que los vecinos hacen esas cosas “cansados de la inseguridad”. “Vecinos cansados” es un concepto flojo, o falsamente neutral. La presidenta Cristina Fernández dijo que la receta contra la violencia es la inclusión, porque “no se puede pedir que el que siente que su vida no vale ni dos pesos, sienta que la vida de los demás valga más de dos pesos”. Me pregunto si, en la formación del precio de la vida humana, el Estado no tiene responsabilidad. Porque a mí la vida de cualquier persona me parece carísima. Las bestias, en países justos, van a la cárcel. Y, en países justos, los ciudadanos no se transforman en bestias: el Estado, a través de la justicia, los resguarda de su propia y horrible naturaleza humana.
ResponderEliminarArticulo de Leila Guerriero en El Pais.
Creo que una reacción parecida podría surgir en la 9ª región, donde la injusticia ha desafiado los límites de la paciencia. No me extrañaría que empezaran a aparecer terroristas ajusticiados… y no creo que a la gente le parezca algo deleznable.
EliminarEn Argentina y en Venezuela la gente se está cansando y esa es la reacción natural. Somos todos humanos.
Respecto de lo que dices de la IX región, te encuentro razón. Afortunadamente aún falta para eso, pero no sé cuánto falte. Si el Estado, como el agente al que los ciudadanos por medio del voto le entregamos el mandato y el poder de usar la fuerza, no hace nada efectivo (porque hasta ahora se han ido en puras querellas mentirosas) el resultado natural puede ser eso. En el caso de los Lussinger-McKay resultó en que fuera herido uno de los atacantes, antes de la muerte de los atacados. Eso, es un paso previo al peor escenario que podamos imaginar.
ResponderEliminar