Hernán Büchi conoce de cerca los desafíos que supone una elección
presidencial. Hace 24 años le tocó ser protagonista de una. Y no de una
cualquiera, sino de la primera tras el plebiscito que puso término al
gobierno de Pinochet. “En ese momento no había claridad respecto a lo
que podría venir con un cambio de gobierno, pero luego se avanzó en base
a consensos y principios básicos”, sostiene el ex ministro de Hacienda y
fundador de Libertad y Desarrollo. Los mismos acuerdos que, afirma, hoy
parecen en riesgo. Por lo mismo, su mensaje es tan simple como directo:
“No sobra ningún voto de derecha” y “aunque se pierda la elección, es
importante contar con una futura oposición importante y constructiva”.
(Entrevista publicada hoy en La Tercera, conducida por Guillermo Turner)
Pero Mario Vargas Llosa, también en un contexto previo a unas
elecciones, decía en una entrevista que al final en Chile,
afortunadamente, daba lo mismo quién gobierne. ¿Da lo mismo?
¿Considerando la lista de nueve candidatos que tenemos ahora? Pues
definitivamente no da lo mismo. Eso pudo ser cuando teníamos la
alternativa entre la Concertación y la Alianza, con sus distintas
denominaciones. Pero esta elección es especial, porque rompe un poco esa
certeza que existió: que, dentro de un rango, saliera elegido un
representante de uno u otro lado, se iban a mantener los principios
básicos. No obstante, ahora estamos enfrentado a un embate muy fuerte en
contra de las instituciones, incluso con personas decididas a influir,
curiosamente, fuera de las normas, a través de las protestas, y que
ahora se presentan protegidos como candidatos dentro de la
institucionalidad. Basta revisar las candidaturas, para concluir que
prácticamente todas las posiciones son bastante rupturistas. Incluso la
candidata de la ex Concertación ha insinuado cambios que son muy
relevantes a nivel de instituciones y algunos miembros de su equipo han
manifestado derechamente su intención de salirse de esas instituciones,
mediante una asamblea constituyente u otro tipo de cosas que están
flotando en el aire, y que ella no ha desmentido.
Pero la votación se sigue moviendo, al menos según indican
las encuestas, entre esos mismos dos bloques que plantea. ¿Por qué,
entonces, el escenario sería muy diferente?
Por eso cabe preguntarse: ¿qué pasó en este tiempo? Un amigo mío de
la Concertación me decía que, desgraciadamente, se ha perdido esa suerte
de sentido común, respecto a que hay cosas que no requieren volver a
discutirse. Tenemos una Constitución que ha sido modificada muchas
veces. Antes de ser candidato presidencial en 1989 participé de una
reforma que permitía, precisamente, hacer modificaciones posteriores,
como de hecho han ocurrido. El problema de Chile no es la Constitución.
Si es que tenemos algún problema en Chile no es la Constitución. Y si
tenemos problemas, van a ser solucionados por las instituciones. ¿Cuál
es la necesidad de insinuar o esbozar que hay que salirse de esas
instituciones y caer, por ejemplo, en sistemas plebiscitarios que, en
realidad, corresponden a regímenes totalitarios?
¿Chile gira a la izquierda?, como decía una columnista de Wall Street Journal.
No sé si a la izquierda o hacia el pasado. ¿Por qué estas elecciones
son distintas a pesar de que, en principio, vemos enfrentados a los
mismos bloques? Porque nunca se habían planteado cambios institucionales
como estos. El Presidente Obama no ha tenido el apoyo del Congreso,
pero no se le ocurre ponerse a cambiar la Constitución de Estados
Unidos. No entiendo hacia dónde queremos transitar.
Para que quede bien claro, ¿el problema es que se planteen
cambios institucionales, a su juicio, innecesarios o que sean reformas
que nos hagan retroceder como país?
Son los dos problemas. Nadie puede sostener que esos cambios
institucionales hacen la diferencia para que Chile progrese. El sentido
común, recogido en lo que tenemos, nos ha permitido progresar de forma
importante. Detrás de esto lo que hay es una típica discusión
ideológica. No es que esté pasando o que se plantee lo que hace esta
situación diferente, sino que sea posible que ocurra. Distintas
personalidades del comando de la Nueva Mayoría plantean que se trata de
una respuesta a las demandas de la calle, pero la presión de la calle
debe canalizarse por las vías democráticas. De lo contrario, estamos
aceptando la extorsión.
Hemos podido progresar, dice usted, pero hay sectores que no
sienten haber participado de ese avance. Al mismo tiempo, producto de
cierta institucionalidad, como el sistema binominal, tampoco se sienten
debidamente representados.
Como si reformar el sistema binominal fuera a solucionar algo.
¿Quiénes aparecen como los peores evaluados en las encuestas? Los
políticos. Y resulta que ahora pretendemos, precisamente, entregar más
poder a los políticos, incluso para saltarse sus propios consensos.
¿Creen que eso va a arreglar Chile? Es cierto que en todo proceso de
progreso hay algunos rezagados y ojalá pudiésemos haber hecho más, pero
comparado con otros países de la región o con lo que hizo Chile en el
pasado, el avance es notable.
¿Hay que arreglar Chile?
Lo que hay que hacer es darle cada vez más oportunidades a su
población, que es cada vez más educada. Se ha instalado la sensación de
que hay que arreglar Chile y que alguien puede hacerlo. Lo que tenemos
que lograr, como lo hemos hecho en el pasado, es crear condiciones de
estabilidad, que permitan crear progreso y riqueza. Y tener un sistema
político al que no le demos muchas tareas. Aunque los políticos sean
individualmente buenos, como institución no hay que darles demasiado
poder, porque ese es, precisamente, el origen de la democracia: limitar
el ejercicio del poder. Hay metas que podemos plantearnos y que no sean
una quimera. Pero quienes pueden “arreglar” el país son los propios
chilenos y la obligación de los gobiernos de turno es darles estabilidad
y las oportunidades para que lo puedan conseguir. Yo sería feliz de
cambiar la Constitución, pero mirando al futuro y no al pasado. Me
encantaría obligar al aparato político a asumir mayor responsabilidad
frente a sus promesas y que no puedan lanzar propuestas que no vengan
financiadas. Me encantaría que no se pudiera imponer cargas a la
ciudadanía. Hasta las minipymes tienen obligaciones que cumplir con el
Fisco, desde pagar impuestos a recolectar las cotizaciones previsionales
de sus trabajadores. Si les van a imponer esas cargas, que el gobierno
las pague y se haga responsable. Debiéramos también ser mucho más
estrictos con las posibilidades que tiene el legislador para imponer
penas de privación de libertad.
Escribió en una columna que “el acuerdo sobre cómo Chile
progresa se está desvaneciendo”. Pero quizás nunca hubo acuerdo y sólo
fue la imposición de grupos de poder, acuerdos entre cuatro paredes,
poderes fácticos, etc.
Al revés, ¿de quién no son los acuerdos hoy día? Lo que sucede es que
la ciudadanía, y esa es la gracia de los países libres, hace su vida y
lo lógico es que sean los responsables de hacer su vida. Y si revisamos
el camino recorrido, se confirma que ha existido un consenso importante.
Algunos de estos consensos no se han perdido, como el hecho de que la
economía chilena debe ser abierta. Pero se ha perdido el consenso, por
ejemplo, respecto a que lo primero es crear riqueza y que no podemos
ponernos a repartir riqueza si no la creamos. Este consenso existía y me
parece que se ha perdido sin justificación real. Por cierto que uno
puede singularizar aspectos negativos de todo este proceso, pero hay que
mirarlo en su conjunto y hoy, mientras se habla tanto de abusos, se
olvida que en realidad el peor abuso es no tener alternativa. No tener
siquiera la chance de hacer algo.
Cuando se refiere a distribuir riqueza antes de crearla, ¿hace alusión a las propuestas tributarias?
Cuando elevas impuestos a las empresas, ¿a quién le estás poniendo
ese mayor impuesto? Las empresas producen, no se gastan la plata. Así
que el impuesto termina en que contratan menos gente o disminuyen
inversión. Esa es la carga. Pero la empresa parece un enemigo más
atractivo y, por último, añaden que en el corto plazo no pasará nada.
Todas estas propuestas van a tener efecto.
¿Pero no ha sido este gobierno el que de alguna forma bajó
las barreras a los cambios, con sus propias reformas tributarias y otras
medidas?
Públicamente ya he dicho que me parece que este gobierno pudo cometer
errores en su aproximación y puede ser en parte responsable de que la
discusión se haya centrado tanto en la cancha que no les es propia. Pero
quienes creemos en que son las personas, su libertad y diversidad lo
que crea riqueza en todo plano, no sólo en dinero, debemos hacer todo el
esfuerzo para que no se produzcan estas reformas que hablamos. Por lo
tanto, en esta elección cada voto vale y no quiero dejar a nadie afuera
planteando que aquí se equivocaron en esto o lo otro.
No hago la pregunta por afán de polémica sino por el sentido
de otra columna suya: “La derecha avergonzada”, donde decía que “la
derecha debe dejar de avergonzarse de sus ideas y principios”.
Sí, pero me interesa dejar en claro que a estas alturas lo que hay
que hacer es sumar votos. Pero sí: tengo la impresión bien clara y la
mantengo. Detrás de nuestra visión están las raíces por las cuales los
países progresan y los ciudadanos mejoran su calidad de vida y sobre
todo los más pobres. Uno está en política no para ayudar a los más
ricos, sino a los más necesitados. La pregunta es cómo se hace y en ese
sentido, la visión que usted llama de derecha, sin embargo hoy la acogen
hasta los chinos, porque es la visión que permite avanzar a los países y
nadie debería estar avergonzado.
¿Sigue avergonzada la derecha? ¿La ha visto avergonzada en esta campaña?
Le tengo el máximo respeto a Evelyn Matthei, primero porque ha sido
muy valiente. Ella está enfrentando una elección para la cual fue
designada candidata del bloque recién a comienzos de agosto, después de
un período tan dramático. Pero, segundo, es la única de los nueve
candidatos que podría expresar una visión como la que planteo y, además,
en un contexto donde hemos erosionado la capacidad para expresar estas
ideas. Y el programa de Matthei no tiene nada por qué avergonzarse. Sin
embargo, es una gran pena que un gobierno al que por primera vez le
corresponde la alternancia en el poder y que además ha sido exitoso en
la gestión, no haya avanzado en proyectar nuestras ideas y valores.
La pregunta es si la derecha puede ganar de otra forma,
porque las campañas del sector que más se han acercado al triunfo han
apostado, precisamente, por posiciones menos duras.
Hay que revisar la historia del mundo para darse cuenta de que detrás
de lo que defendemos hay valores muy importantes y con los cuales se
pueden ganar elecciones. Que las personas sean más responsables, también
atrae votos. Y la centroderecha en Chile sí llegó al poder. La pregunta
es cómo lo hará en el futuro y ahí hay valores que deben ser
defendidos. Hay que desarrollar la capacidad de ponerlos en la agenda y
llamar la atención de la ciudadanía.
Otra columna suya se titulaba “Chile ya perdió”…
Basta ver lo que ha sido la discusión en esta campaña, para concluir
que en realidad Chile ya perdió. Si esos son los temas, estamos
perdidos. La esperanza es que Matthei finalmente gane o cualquiera de
los otros candidatos que gane modere su discurso. Después de todo, la
candidata de la Nueva Mayoría tampoco hizo en su gobierno anterior lo
que propone ahora.
Siguiendo la misma lógica, algunos dicen que una nueva administración de Bachelet tampoco supondría grandes reformas.
Como está planteado en su programa, el escenario es muy complejo. Si
después no se concreta, es otra cosa, pero van a tener que matar
expectativas que ellos mismos crearon. A esas personas que creen que da
lo mismo, les diría que, por último, es importante dejar constancia con
el voto de que esas candidaturas tan extremas en Chile no son las que
tienen respaldo, sea en la Presidencia o en el Congreso.
¿El problema del modelo es su popularidad?
A estas alturas no sé de qué modelo estamos hablando. Cuando me
hablan de modelo, pienso que es una trampa de lenguaje. ¿Quién inventó
el capitalismo? El marxismo sabemos quién lo inventó, ¿pero el
capitalismo? Nadie. De hecho, el nombre capitalismo se lo puso Marx para
tener un enemigo. O sea, cuando hablamos de modelo, y como modelo nos
referimos a una sociedad que ha logrado evolucionar desde que éramos
tribus, ha sido gracias a una serie de procesos, comportamientos y
reglas de gestión que han permitido progresar al mundo.
A pesar de todo este avance que menciona, hay al menos seis o
siete candidatos que basan su planteamiento en una crítica frontal al
sistema… o al modelo.
En los 60 era común encontrar posiciones que proponían arreglarlo
todo con fórmulas y discursos. Recuerdo una candidatura en la
universidad que proponía cualquier cosa, como ocurrió ahora con esa
lista en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Es una
pequeña demostración de que los mesiánicos no pueden cumplir con sus
promesas. Proponer utopías es legítimo, pero no lo es pretender
conseguir esas metas sin lograr acuerdos ni contar con los votos.
Volvamos a la relevancia de la elección de mañana, ¿no hay
algo de apocalíptico en su discurso? Ya en el pasado se ha planteado
este riesgo ante las reformas, sin que las consecuencias hayan sido
dramáticas.
En política no importa cómo le va a uno, sino cómo les va a las ideas
y visiones en que uno cree y que ayudan al país. Cuando fui candidato
en el 89, cabía ser más apocalíptico, porque no había claridad de lo que
ocurriría, pero después no fue así. Hoy la preocupación vuelve,
instalada a través de esta discusión sobre las instituciones y de crear
condiciones de hecho a través de movilizaciones u otro tipo de acciones.
Porque estamos ante un momento especial. Yo no estoy pretendiendo que
la oposición no vote por Bachelet, sino que les estoy diciendo a las
personas que no creen en ella, que vayan a votar. Recordemos que con
voto voluntario es más importante que nunca el ir a votar.
¿Está a favor del voto voluntario?
Sí, yo estoy 100% de acuerdo. Es uno de los tantos elementos que les
pone control a los políticos, porque así no cuentan con clientes
cautivos.
En materia tributaria, por ejemplo, hasta analistas internacionales dicen que la propuesta de Bachelet no es alarmante.
Ese análisis no es correcto. Le va a hacer daño al país, estoy
seguro. Se dice que en el mundo hay países con tasas impositivas
mayores, pero si las analizamos con mayor detalle, son todas con grandes
loopholes, porque no son sostenibles. En Estados Unidos, de hecho,
algunos proponen bajar la tasa de 35% a 25%, cerrando todos los
loopholes y así, incluso, recaudar más. Se olvidan que Chile tiene muy
pocas excepciones tributarias. Si suben la tasa, terminarán por
incorporar más excepciones. No tengo idea qué tasa propondrán
finalmente, pero será un problema más en un país donde hemos tenido muy
buena suerte respecto a los términos de intercambio. Pero no podemos
vivir a cuenta de eso. Basta con que el cobre no suba de precio, ni
siquiera que baje.
¿Qué escenario económico enfrentará el próximo gobierno?
Ahora están discutiendo la proyección de crecimiento para 2014 en el
presupuesto, pero resulta que tenemos una fórmula de balance estructural
donde lo que importa es el crecimiento de tendencia. O sea, sea 4,9% o
no el PIB en el próximo año, no va a cambiar el presupuesto. ¿Qué hay,
entonces, detrás de esta discusión? Colocar las bases para reclamar más
impuestos. La historia de Chile demuestra que el Fisco ha tenido más
recaudación cuando el país crece, no cuando sube los impuestos.
¿Lo va a pasar peor el próximo gobierno en materia económica?
Primero, espero, tendrá la suerte de no comenzar con un nuevo
terremoto. Segundo, será primer año normal a nivel global desde
2008-2009, sin la espada de Damocles que suponía una posible quiebra de
los bancos americanos o europeos, una salida del euro, etc.
Probablemente China crecerá menos, pero igual crecerá. Así que el
próximo gobierno tendrá un buen escenario internacional. Lo que le será
difícil, y debe tener en cuenta, es que ya nos consumimos la mejoría de
términos de intercambio: ya se subieron los sueldos y no podremos
pretender, si no crecemos al 7%, que los sueldos sigan creciendo como en
el pasado. El desafío, entonces, no es que le toque más difícil, sino
que tendrá que ser más creativo para que pueda seguir avanzando. Si lo
que quieren es repartir riqueza sin generar las condiciones de
crecimiento, van a tener un escenario difícil, porque no contarán con la
panacea del cobre a precio récord.
Con gran respeto por la persona de Hernán Büchi, una de las cuestiones que más daño ha hecho al desenvolvimiento del país ha sido su vacilación e indecisión para aceptar liderar a los chilenos en el primer gobierno civil.
ResponderEliminarCon todo, me felicito de que siga aportando con sus palabras a Chile. Hay mucha gente que necesita conocer la opinión de gente tan inteligente, preparada y juiciosa como Hernán Büchi
Mi optimismo estuvo bien. Fallaron nuestros representantes.
ResponderEliminarMe toco ser vocal de mesa. No sé que espera la gente humilde que votó por Bachelet, si todo lo que ellos tienen es gracias al mercado. Esperan encontrar el paraíso en la tierra.
Al parecer la Nueva Mayoría necesita de la minoría de la Derecha para los cambios fundamentales. Espero que nuestros representantes no se presten a estúpideces.
En realidad, la Nueva Mayoría es minoría, si sumanos el 50% de los que se abstuvierob y los votos de la Alianza.
Al final, resultó parcialmente mi plan. Si cambia Matthei y su equipo de neoderechista, gana.
ResponderEliminarLoa "cambios" que parecen estar implementando en el comando siguen en la misma linea piñerista. Dudo tanto de la efectividad como del rol que la esposa de Piñera juegue ahí.
EliminarVa a perder, pues lo que comentamos, ya sea en el blog de Maximo, ya sea de Heitai, que los 600.000 electores de derecha que se abstuvieron, rechazan a Piñera, el discurso lavista apaciguadores y por querer igual que sus adversarios.
ResponderEliminarVa perder. Aún tiene la posibilidad de ganar, si se saca a Piñera de encima.
Algo parecido dije en Twitter desde el 1er día en que Evelyn Matthei fue nominada: su única posibilidad de derrotar a la UP/DC radica en diferenciarse NOTORIA y RADICALMENTE de Sebastián PIñera.
EliminarPero ha hecho todo lo contrario.
Esos 600.000 electores corresponden a los votos que perdió la UDI, no la Alianza.
ResponderEliminarNuestros líderes o representantes están más ciegos que Mr. Magoo. El electorado en general, incluyendo a la abstención rechaza el programa de la Izquierda. Y la candidata oficialista sigue con el cuento que para ganar hay atraerse 'el centro', si éste siempre ha sido de Izquierda. Ahora bien, si estos electores les gusta nuestra ideas, que se unan. Ellos cambien, no nosotros.
Por otra parte, nuestros líderes aún creen que la Izquierda, incluyendo a Bachelet es demócratica liberal, cuando son totalitarios. Aún siguen empeñados en cambiar los quorum fundamentales.
Nunca he creído en la conversión a la democracia de quienes estuvieron con Allende.
EliminarSi hay algo bueno en todo esto es que ahora no tendré que contarles historias a mis hijos.
El retorno de la UP les permitirá comprobar todo en vivo y en directo: prepotencia, presiones ilegítimas, agitación instrumentalizada desde el gobierno, imposición de una agenda totalitaria "exigida por el pueblo", restricción al funcionamiento político institucional, desorden, caída del producto, etc.