por José Joaquín Brunner
Estamos ante un planteamiento paradójico. Se propone trasladar el peso
de gravedad del sistema educacional hacia proveedores educacionales más
centralizados y distantes de las comunidades locales y hacia
universidades y CFTs estatales; asegurar en estas instituciones
estatales la gratuidad del servicio, incluso para los más ricos; reducir
o terminar con las evaluaciones externas del aprendizaje del tipo Simce
y, en general, aumentar el gasto público asignándolo a la oferta al
mismo tiempo que se reduce la proporción destinada a subsidiar la
demanda educacional de las personas y las familias.
Resulta
paradójico este planteamiento porque erige como ideal el statu quo
educativo existente en la mayoría de los países latinoamericanos —como
Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú o Uruguay— cuyos resultados,
sin embargo, son inferiores a los que en la actualidad obtiene nuestro
país. Nada hay tampoco de novedoso en este modelo, ni se asemeja al
acariciado sueño finlandés. Más bien es una invitación a caminar hacia
atrás.
Efectivamente, en América Latina, en promedio, un 50% de
los estudiantes a los quince años no domina las mínimas competencias de
comprensión lectora frente a un 31% en Chile y un 19% en los países de
la OCDE (PISA, 2009). La población chilena tiene 11,6 años de
escolarización, contra 9,4 en el resto de Latinoamérica. Un 28,6%
completa al menos un año de educación terciaria frente a un 15,8% en el
resto de la región (BID, 2013). Entre los adultos jóvenes, de 25 a 34
años, Chile ostenta un 41% de profesionales y técnicos, comparado con
39% en los países de la OCDE y menos de 20% en América Latina (Unesco,
2013).
La tasa neta de participación de jóvenes chilenos
pertenecientes al quintil de menores ingresos en la educación terciaria
alcanza a un 21,2%, la segunda mejor de América Latina después de
Venezuela —cuya estadística en este aspecto se halla fuertemente
cuestionada— frente a un tasa promedio de 8,7% para los demás países
latinoamericanos (Sedlac, 2013). Asimismo, la distribución de años de
educación entre los jóvenes adultos (21 a 30 años de edad) es la más
equitativa de la región (con un Gini de 0,122), comparado con un Gini de
0,234 para los demás países de la región (17) con datos comparables
(Sedlac, 2013).
En términos cualitativos, PISA ubica a los
estudiantes chilenos en el primer lugar de América Latina en comprensión
lectora y ciencia y segundo después de Uruguay en matemática (OECD,
2010). A su turno, un informe de McKinsey (2010) incluye a la educación
chilena como caso de estudio de los países que a nivel global muestran
un avance significativo de mejoría en los resultados de aprendizaje de
sus alumnos, ascendiendo del nivel bajo al intermedio. En cuanto a la
educación superior, el ranking de Universitas 21 ubica al sistema
chileno en el primer lugar entre los cuatro sistemas latinoamericanos
incluidos (Argentina, Brasil, Chile y México), considerando recursos,
resultados, conectividad y medio ambiente regulatorio.
Por
último, cabe notar que el gasto total en educación de Chile —fiscal y de
los hogares— relativo al PIB se sitúa por encima del promedio de la
OCDE, en tanto que en el nivel terciario es uno de los más altos del
mundo: casi un punto porcentual superior al del promedio de dichos
países (OECD, 2013). Aun así se necesita incrementar el componente
público de dicho gasto en los niveles preprimario, primario y secundario
para aumentar el efecto compensatorio de desigualdades de la educación
temprana y escolar.
Visto este cuadro, ¿qué razón justifica salir
al encuentro de un modelo cuyo rendimiento promedio es claramente
inferior al del sistema educacional chileno?
¿Acaso la gratuidad de la
educación terciaria en favor de los hijos del quintil más pudiente no
terminará perjudicando las oportunidades para los niños y jóvenes de
menores recursos y capital cultural?
De abandonarse las evaluaciones
externas, ¿se vería favorecido nuestro sistema escolar o más bien
perjudicado, como creo yo?
Un trato preferencial para los
establecimientos denominados del Estado, ¿mejoraría la calidad y
disminuiría los niveles de desigualdad o, por el contrario, solo
reforzaría el burocratismo y la segmentación social? ¿Podría mantenerse
la fuerte inversión educacional al traspasarse íntegramente a la renta
nacional?
En breve, lo que se propone es una revolución al revés.
Lo expuesto por JJ Brunner (siendo ministro de eduacion del gobierno de P. Aylwin, si no me equivoco) es simplemente un claro retroceso. ¿a quién se le podría ocurrir que retrocediendo se mejoraría la problemática existente? solo a ellos, porque así se terminaría por nivelar para abajo y la repartija igualitaria de la miseria sería un hecho. todos igualmente miserables, mientras la cúpula vive como el burgués que detesta.
ResponderEliminarJosé, aparte de que JJ Brunner está en lo cierto, me desconcierta que los líderes de la derecha no argumenten con similar eficacia los ataques de la UP/DC contra el actual sistema educacional, que como lo denuncia este columnista, el objetivo claro es retrotraer la cuestión a los tiempos de la UP, cuando estuvimos cerca de que impusieran la ENU.
EliminarPorque os lideres de la "derecha" no quieren perder su parcelita de poder, a cambio de defender valores y principios republicanos y libertarios.
EliminarUn colega de trabajo (Depto. de Educación Municipal) reconoce que volver al ministerio será un retroceso y eso que él es bacheletista.
Quizás estamos pagando demasiado dinero a nuestros representantes. Pierden el valor de las convicciones por temor a perder su jugoso ingreso.
EliminarEl problema es que la Derecha ha renunciado a su derecho a la defensa, como bien lo escribe Kaiser en su libro la fatal ignorancia. Unido a esto, se trata de fabricar entelequias intelectuales sin rigor alguno (la nueva derecha) que sume al electorado del sector en una aun mayor confusion. Mientras, la izquierda sigue avanzando posiciones con formulas gastadas y que hoy por hoy han fracasado donde han sido probadas.
ResponderEliminarEl acervo cultural e ideológico de la derecha que asistió al gobierno militar en el diseño de un modelo basado en la libertad tiene un valor enorme. Es inexplicable que los líderes actuales no lo recojan ni lo honren debidamente.
EliminarInexplicable? la explicación más lógica pasa porque como buenos políticos siempre terminan comiendo del mismo plato. además que el factor conveniencia es mucho más provechosa que mantener sus propios valores.
EliminarQuizás sea hora de pensar en un partido nuevo que no tenga miedo de llamar a las cosas por su nombre
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