lunes, 16 de septiembre de 2013

La última pasada de Piñera

Hermógenes Pérez de Arce

Yo, hasta ahora, la pasada que más le admiraba a Sebastián Piñera era la que se hizo por Antarchile. Yo creo que le dejó unos doscientos millones de dólares, porque entró a comprar fuerte cuando las acciones estaban a dos mil pesos y después se salió a once mil, precio al cual nunca más volvieron a estar. Lo envidié por eso y lo dije en mi columna de "El Mercurio", en la cual incluso escribí que Antarchile, cuando estaba a dos mil pesos, era la mejor oportunidad del mercado por su razón precio/utilidad, su liquidez y su poco riesgo, dadas las espaldas del controlador, Anacleto Angellini, el cual supe que después estaba loco con Piñera teniendo un asiento en el directorio, porque no le gustaban las cosas que proponía. Pero en ese tiempo yo estaba más a cargo del país incluso que ahora, y me absorbí en eso en lugar de seguir mi propio consejo bursátil de comprar Antarchile y hacerme una buena pasada.

Bueno, han pasado los años y sigo a cargo del país y de la verdad histórica, mientras Sebastián se acaba de hacer otra pasada espectacular con los 40 años del 11 y yo creo que le va a resultar, porque se puso a la cabeza de los que condenan a los militares, negocio "grito y plata" de estos días en que los zurdos te cuentan cada cuento peor que el otro en la televisión, que por cierto manejan a su gusto, fabricando unos novelones de horror completamente falsos, como "Imágenes Prohibidas" y "Ecos del Desierto". Yo los he desmentido en mi libro "Ni Verdad Ni Reconciliación", que puse en este blog y ha tenido un rating fantástico, con más de dos mil lectores (cosa rara en un libro en Chile) pero la televisión parte con varios millones, pues cada punto de rating son setenta mil personas y si cuentas mentiras realmente truculentas puedes llegar con facilidad a veinte o treinta puntos. Entonces, no hay por dónde ganar la pelea. Y como para Sebastián lo principal en la política es el rating, se fue con camas y petacas para el lado de los marxistas, les dijo "cómplices pasivos" a sus propios colaboradores que habían estado con Pinochet y ninguno renunció porque si bien las pegas fiscales son "reguleques", peor es mascar lauchas. Y poco le faltó a Sebastián para que fueran todos los ex presidentes a La Moneda y volver a ser él el rey de la fiesta de celebración de habernos librado del Gobierno Militar, pero los otros no cayeron en la trampa porque sabían que los dueños del circo son ellos, las víctimas (pues hasta los que pusieron una bomba con resultado de muerte, caso de Ricardo Lagos, según reveló Clotario Blest en el libro de su biografía por Mónica Echeverría, también ahora son "víctimas"). Sebastián también tiene título de "víctima" porque lo anduvieron buscando unos agentes del Estado por el caso del Banco de Talca, pero la Suprema, la misma a la cual tanto critica ahora, lo salvó en última instancia cuando venía con la encargatoria de reo confirmada desde abajo.

Para qué decir cómo ahora se ha puesto a la cabeza del festín que se han dado y siguen dando con Pinochet. Lo último lo vi anoche, donde un patán de la farándula le hacía una entrevista, falsa, por supuesto, sacándola de otra real de hace muchos años y acomodando él las preguntas para que las respuestas fueran terribles o ridículas, o ambas cosas. La farándula marxista, perdonando la redundancia, se ha dado un verdadero atracón con el Gobierno Militar en este 40° aniversario.

Y en la cresta de la ola, Sebastián, repudiando los "atropellos a los derechos humanos", por completo distante de su "tío" Eduardo Frei Montalva, en especial cuando decía que "los militares han salvado a Chile", que en Europa no tienen idea de la cantidad de armas que tenía la UP y que el golpe marxista era inminente. No; Sebastián está por sobre todo eso ahora, él habría salvado la democracia sin derramar una gota de sangre, al ejército marxista lo habría derrotado dándole muy buenas razones y empleando no sólo tres sinónimos, sino cuatro, porque todo se justifica para salvar la democracia, y ningún soldado habría tenido que salir a las calles; y él se habría vuelto a abrazar con ese "gran hombre de la historia de Chile", como declaró que fue Volodia Teitelboim, uno de los fundadores del Frente, cuando acudió a su funeral en una pequeña pero rentable pasada, tanto como la otra que hizo pagándole el tratamiento a la Gladys Marín y después convidando a los tres diputados comunistas a La Moneda a retratarse bajo el retrato de Allende, aunque uno de ellos confiese por los diarios que mandó a asesinar a cinco uniformados, si bien se le escapó el sexto, que era Pinochet.

Lo más sensacional de esta última pasada de Sebastián fue cuando prometió que se iba a preocupar de que los presos políticos militares no tuvieran privilegios. Ahí estuvo soberbio, porque zafó sin problemas después de haberles prometido a esos presos acortar sus juicios, velar por el debido proceso y por la aplicación de la prescripción, consiguiendo los votos de la familia militar cuando los necesitaba, y ahora tirando a la basura a los pobres reos octogenarios, empeorándoles las condiciones en los penales, porque sabe que con eso puede captar apoyo de la izquierda más odiosa en las encuestas. Si eso no es una buena pasada ¿qué lo es?

Hasta el gran gurú de la izquierda intelectual, Carlos Peña, se emocionó con la maestría de esta voltereta final de Piñera y, en lugar de reírse de él, como lo hacía siempre en su columna, ayer lo trató de "Presidente Piñera" y le auguró un gran futuro político como fundador visionario de una "nueva derecha", la que piensa cada vez más parecido a la izquierda y, por fin, milita gloriosamente junto a ella en la noble tarea de hacer trizas cualquier resto náufrago que quede del Gobierno Militar y de su maldita idea de derrotar la Revolución e impedir que todos fuéramos pobres, iguales y esclavos.

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