La costosa Onemi se reveló como un mero organismo de fachada para colocar a los amigos con altísimo sueldos, pero inoperante en un escenario de verdadera calamidad nacional.
La presidente quedó en evidencia como un personaje descriteriado instalado en la Presidencia de la República, con absoluta carencia de liderazgo.
Los atavismos del grupo en el poder agravaron las consecuencias añadiendo saqueo y violencia a la hecatombe, por no querer recurrir a los militares odiados por ellos.
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