Por supuesto que no da lo mismo

Michelle Bachelet gusta decir que “no da lo mismo” quien gobierne, como previniendo a los votantes para que no crean un eventual mensaje oposicionista para homologarse al concertacionismo.

Por supuesto, no es cierto ese eventual mensaje, pero las diferencias más significativas no son las que ella sugiere.

Si el gobierno quedara en manos de la oposición, la diferencia más grande estará representada por estas tres amenazas:

• El término de las regalías para una enorme población que usufructúa ilegítimamente de los recursos fiscales: casi todos los parientes de los 4 presidentes y de la legión de altos funcionarios, los “apitutados” políticamente y los beneficiados con la contratación irregular de estudios o de prestación de múltiples servicios,
• La pérdida del control total de la judicatura, con el consiguiente riesgo de que se reactiven o tomen más ritmo las investigaciones por casos gravísimos de corrupción que comprometen a un gran número de altos dirigentes del concertacionismo, y
• La incapacidad de mantener el costosísimo aparato de propaganda que por tantos años ha torcido la verdad de la naturaleza criminal del gobierno castrista de Allende, demonizando al gobierno militar y sus contrarios ideológicos.

Hay otras amenazas de menor cuantía, como la paralización del programa de avivamiento de la cuestión falsamente catalogada como de “derechos humanos” que para varios miles de concertacionistas ha representado una fuente adicional de ingreso.

Las objeciones de tipo “social” o de destreza en la administración del estado son risibles, ya que dentro del grupo opositor están los autores del modelo de desarrollo quienes con muchas más prendas que el concertacionismo pueden manejarlo y potenciarlo para retomar el ritmo de los 80, lo cual es también otra amenaza.

Pero todas estas amenazas desaparecen si el conglomerado logra conservar el poder.

Es por esto —y no por otra cosa— que no da lo mismo quien gobierne.