jueves, 14 de enero de 2010

Castro-chavismo en alerta: peligro en Chile

En Latino América, el régimen chileno aparece como la coalición progresista menos comprometida en la introducción del castrismo o las prácticas corruptas y totalitarias que asolan el continente.

Si no se toma en cuenta la realidad de Chile, es fácil equivocarse concluyendo que el socialismo chileno ha renunciado definitivamente a las prácticas castro-chavistas que generan el actual panorama latinoamericano de déficit democrático y avance del socialismo.

Entre 1970 y 1973 este país tuvo un gobierno castrista decidido a instalarse per secula en el poder. Junto con intentar subvertir la cohesión de las fuerzas armadas e imponer una política de terror que buscaba disgregar al país en clases sociales enfrentadas; expropió violenta e ilegítimamente industrias, haciendas y grandes empresas de servicio.

Antes de completar el tercer año en el poder, el castrismo chileno de Allende había ya conseguido el colapso casi total de la economía y de la legalidad, siendo solemnemente acusado por el Congreso y la Corte Suprema.

Como es sabido, ninguna de estas condenas inhibió a Allende de acelerar y agravar su revolución generando una reacción ciudadana que paralizó casi totalmente al país y lanzó a la calle a mucha gente exigiendo su renuncia.

La intervención militar conjunta de todos los institutos armados abortó el fatal desenlace que se avecinaba, expulsó al castrismo del poder e inició un proceso para superar la postración económica, moral e institucional.

Antes del quinto año de gobierno, se convocó a la ciudadanía para consultarla respecto de un plan de recuperación institucional que incluía una Constitución Política diseñada para impedir la repetición de los intentos totalitarios.

Esta Constitución es la que ha impedido al castrismo actualmente en el poder por 20 años reeditar sus intentos del pasado. Es más, el grupo gobernante ha preferido olvidar —al menos temporalmente— su programa socialista y administrar el modelo de desarrollo recibido del gobierno militar. Sabia decisión que les ha permitido reclamar para sí el mérito de sus logros, como si el modelo fuera de su autoría.


Pero ello no ha sido obstáculo para que el gobierno apoye desembozadamente a los regímenes castristas del continente, convenga medios de “cooperación entre los pueblos” e internamente vaya corriendo paulatinamente la valla para incrementar las áreas de control estatal.

Luego de 20 años, el panorama es de un compromiso total y activo con el castrismo y el socialismo internacional: Bachelet ha metido a la nación al UNASUR que promueve Chávez, estuvo en Cuba siguiendo un ritual de pleitesía a Fidel Castro, mantiene lazos profundos con Correa (varias delegaciones de comunistas chilenos han visitado regularmente ese país, incluso reuniéndose con activos de las FARC estacionados allí). Es amiga de la delegada de Chávez en Chile, facilitando sus desplazamientos nacionales para la “cooperación bolivariana”, asiste a los foros internacionales apoyando a los regímenes afines, como China (ha sido la única gobernante conocida que ha condenado a los tibetanos, taiwaneses y uigures por sus reclamaciones de soberanía), y ha constituido a este país como refugio de terroristas colombianos, así como de genocidas cubanos y ex jefes de la RDA

Todo esto puede revertirse si el progresismo local pierde el gobierno en favor de la alianza conservadora, que difícilmente mantendrá estas políticas.

Esa pérdida de control se suma a otras como las que se indica en el post “Por supuesto que no da lo mismo”, de abajo, configurando un cuadro de verdadera hecatombe para la coalición gobernante.

Ello explica dos cosas:

* la rabiosa intervención gobiernista que ha manchado el presente proceso electoral y que —contra las actuales leyes y normas constitucionales— tendrán a La Moneda trabajando por revertir los resultados hasta que ya hayan concluido las elecciones, y
* el nerviosismo que acomete al chavismo que prefiere exacerbar al máximo su “proceso” en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia preparándose para el reflujo que pueda significar una derrota de sus ideas en Chile.

4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con el desastre del Castrismo en Cuba y Venezuela y donde llegue, pero venir a poner la Dictadura de Pinochet como la panasea y salvación de una nación si resulta enfermizo. Ese sujeto fue de la misma calaña de Castro y Chavez juntos, era no solo un asesino, sino que fue, junto con su familia, un verdadero hampón, robando millones de fondos de la nación para consignarlos en bancos externos a chile. Todas las dictaduras son una farsa, de izquierda o de derecha, no se engañen ni traten de engañar que ya estamos muy experimentados para eso.

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  2. Perdón Cardenaldo, me perdí, en qué país estás?, que situación estás analizando?. Soy contrario al chavimo y al castrimos, sin embargo no creo que nuestro país sea guarida para este tipo de personas ni nada por el estilo. Creo que debieses revisar la historia reciente y ver bien qué hablas, ya que como análisis político es realmente atrasado y atemporal

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  3. Unas pocas personas perseguida por Uribe que NO SON terroristas. Chile no es refugio de terroristas. Y los que están aqui son no más de 5 personas - eso no nos transforma en 'refugio'

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  4. Amigos, no me refiero únicamente a terroristas colombianos —que francamente no sé cuántos son porque el gobierno simplemente no facilita el acceso a esa información— sino al enorme tráfico de activistas de Cuba, Venezuela y España que circulan libremente agitando grupos radicalizados locales.

    Y al "red heaven" que desde la llegada al poder del progresismo se ha vuelto Chile para los jerarcas de la RDA y cubanos, como Fernando Flores Ibarra, el famosísimo "Charco de Sangre", apodado así en Cuba por el reguero de campesinos y "antirrevolucionarios" fusilados que dejó en la martirizada isla y varios connotados líderes terroristas chilenos que ahora gozan de toda la consideración oficial.

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