Nada para alegrarse

Según se dice, el castrista Fernando Atria es uno de los gurúes más cercanos a la ex-violentista y actual presidente de Chile, Michelle Bachelet. Y por ahí me cuentan que el sujeto es discípulo de Marta Harnecker, la ideóloga marxista que tuvo Allende, que cumplió ese mismo rol en la tiranía castrista y que hoy le arruina el coco a Nicolás Maduro, al chofer instalado como dictador de Venezuela.

Este Fernando Atria fue entrevistado en la TV por el periozurdo Juan Manuel Astorga y, seguramente porque se sentía muy en casa, se mandó una declaración que es reveladora de las verdaderas intenciones de la coalición gobernante, que no son otras que apernarse en el poder for ever and ever.

El sujeto declaró muy suelto de cuerpo que la razón para terminar con esta constitución e imponer otra es que ésta no permite a Bachelet disponer las reformas profundas a nuestra legislación sin tener que pasar por la lata del Congreso y exponerse a la oposición civil, gremial, etc.

Nadie en el set del programa se escandalizó frente a este disparate y a la zurdería asistente les pareció de lo más genial.

Llamamos "Constitución Política" a lo que en derecho se conoce como la ley fundamental, aquella que establece las definiciones básicas del marco institucional de referencia para toda la normativa republicana, incluyendo leyes, decretos, reglamentos y hasta las ordenanzas municipales.

Consecuentemente, cualquier enmienda o cambio en la constitución tiene gran incidencia. Por ejemplo, si se la modifica para relativizar el derecho a la propiedad, se gatilla una ola de leyes y normas para acoger los intereses emergentes de muchos distintos frentes. Es muy largo ponerse en los distintos escenarios pero hagan el ejercicio de imaginar la multitud de opciones que se abren si ese derecho empieza a ser, al menos, discutible.

Y uno de los aspectos cruciales de la Constitución es, justamente, impedir que quienes tienen iniciativa para hacer leyes (en Chile principalmente el gobierno) hagan lo que les venga en gana. Si la Constitución permite eso al gobierno, lo primero que éste dispondrá será su eternización en el poder. Es eso lo que ha ocurrido en Cuba y Venezuela, y lo que se está conformando en Ecuador, Bolivia y Nicaragua. En Argentina y Brasil, las coaliciones hoy en el poder se hermanan con la coalición chilena en ese mismo objetivo: cambiar la constitución de modo que nadie venga a disputarles el poder nunca más.

Esto que vemos que está pasando hoy lo pronosticamos en este blog varias veces mucho antes de que volviera la UP/DC al poder, y fue la razón por la que le pedimos en todos los tonos a Sebastián Piñera que corrigiera su política de emporcar su propia coalición.

Piñera actuó así para quedar como único líder del sector no izquierdista de nuestra política, pero con eso la liquidó. Hoy en la encuesta Adimark, cuando el gobierno hace agua por todos lados, ningún grupo aparece con más rechazo que la coalición opositora.

Y teniendo a los bárbaros a punto de hacerse del sancta sanctorum, no veo ninguna luz de esperanza ni nada para alegrarse.