Las tropas de élite de Napoleón, los famosos Grognards, eran las mejores tropas de la Grande Armée; su intervención en las batallas era el último y decisivo recurso. Eran los que se suponía debían definir una batalla. El 18 de junio de 1815 se peleó la batalla de Waterloo. En las instancias decisivas, Napoleón ordena atacar a la guardia, que es detenida por los ingleses con la ayuda de los refuerzos prusianos. Entonces corre la voz entre las tropas francesas que la guardia ha empezado a retroceder. Así se hizo famosa la frase que titula esta columna y que marca la derrota de Napoleón y el inicio de la Pax Britannica: La garde a reculée.
Pero "recular" también es un verbo castellano que fue adoptado del francés y es una palabra que debiéramos aprender a conjugar con facilidad porque nunca sabemos cuándo nos va a tocar utilizarla.
Un famoso Presidente de Francia, François Mitterrand, fue elegido con un proyecto parecido al de la Nueva Mayoría. El año 1981 asumió el poder por siete años, nombró cuatro ministros comunistas, subió los impuestos, expropió un par de bancos ("nacionalizó los bancos" era el eufemismo), bajó la edad de jubilación, etcétera... Se comportó como lo que Álvaro Vargas Llosa definió "el perfecto idiota latinoamericano", esos que se hacen populares siendo generosos con la plata ajena.
Así le fue. Transcurrido un año, la economía francesa se derrumbaba y, al segundo año de mandato, Mitterrand empezaba a reculer . Pero fue muy tarde. A los cuatro años, perdía las elecciones y se iniciaba lo que se conoció como la cohabitación. Un fenómeno muy francés, casi tan promiscuo como el ménage à trois , que consistía en tener un Presidente socialista y un primer ministro neogaullista. El recule, sin embargo, rindió frutos y Mitterrand se reinventó como centrista y fue reelegido, lo que valida el viejo adagio de que es mejor perder una batalla si así se gana la guerra.
Yo quisiera tener en común con los franceses el buen gusto por el vino y la comida refinada, la elegancia de París y el gusto de las mujeres por la lencería fina. Pero no. Tenemos en común con ellos una Presidenta socialista con un programa tan ambicioso como equivocado.
Con ese programa y el dream team a cargo de su ejecución en menos de un año se han fagocitado el progreso de Chile. En vez de crecer al 4%, lo hicimos al 2%, eso significa 1.200 millones menos de recaudación tributaria. Es como el progreso del cangrejo que avanza caminando para atrás.
Estamos presenciando -y por buenas razones- un principio de recule . No son los cuadros ingleses ni los prusianos los que ocasionan este fenómeno, sino que los padres y apoderados, las pymes, la artillería pesada del IPoM y la encuesta Adimark; uno que otro bombazo que amenaza la paz y tranquilidad ciudadana y, por qué no decirlo, el sentido común que ha vuelto a los chilenos que quieren mejoras, pero no retroceso en sus libertades.
La confianza es siempre frágil, cuesta muchos años construirla y se pierde en un instante. No se puede llevar años acusando a la empresa privada de abusadores sin reconocerle los méritos del desarrollo de Chile y ahora, en un acto de acrobacia política, empezar a adularla. Se va a necesitar mucho más que retórica y uno que otro viajecito para reencantarla. El capital es tímido y se defiende arrancando. Y el capital chileno no es excepción.
Cuando Chile compite por capital con Perú y Colombia -donde le dan la bienvenida a la inversión empresarial-, nuestra Presidenta va a tener que sugerir a su corte que recurra, además de al buen vino francés, a uno que otro gesto real como bajar los costos de energía; empezar luego a corregir el equeco tributario; desautorizar a los que consideran que el derecho de propiedad está sobredimensionado y posponer a perpetuidad la expropiatoria reforma laboral que se fragua tras bambalinas. Esto para lograr convencer al capital que salga de su tímido recogimiento. De lo contrario, el capital no va a recular, y el Gobierno, para el mal de Chile, enfrentará su Waterloo.
Pero "recular" también es un verbo castellano que fue adoptado del francés y es una palabra que debiéramos aprender a conjugar con facilidad porque nunca sabemos cuándo nos va a tocar utilizarla.
Un famoso Presidente de Francia, François Mitterrand, fue elegido con un proyecto parecido al de la Nueva Mayoría. El año 1981 asumió el poder por siete años, nombró cuatro ministros comunistas, subió los impuestos, expropió un par de bancos ("nacionalizó los bancos" era el eufemismo), bajó la edad de jubilación, etcétera... Se comportó como lo que Álvaro Vargas Llosa definió "el perfecto idiota latinoamericano", esos que se hacen populares siendo generosos con la plata ajena.
Así le fue. Transcurrido un año, la economía francesa se derrumbaba y, al segundo año de mandato, Mitterrand empezaba a reculer . Pero fue muy tarde. A los cuatro años, perdía las elecciones y se iniciaba lo que se conoció como la cohabitación. Un fenómeno muy francés, casi tan promiscuo como el ménage à trois , que consistía en tener un Presidente socialista y un primer ministro neogaullista. El recule, sin embargo, rindió frutos y Mitterrand se reinventó como centrista y fue reelegido, lo que valida el viejo adagio de que es mejor perder una batalla si así se gana la guerra.
Yo quisiera tener en común con los franceses el buen gusto por el vino y la comida refinada, la elegancia de París y el gusto de las mujeres por la lencería fina. Pero no. Tenemos en común con ellos una Presidenta socialista con un programa tan ambicioso como equivocado.
Con ese programa y el dream team a cargo de su ejecución en menos de un año se han fagocitado el progreso de Chile. En vez de crecer al 4%, lo hicimos al 2%, eso significa 1.200 millones menos de recaudación tributaria. Es como el progreso del cangrejo que avanza caminando para atrás.
Estamos presenciando -y por buenas razones- un principio de recule . No son los cuadros ingleses ni los prusianos los que ocasionan este fenómeno, sino que los padres y apoderados, las pymes, la artillería pesada del IPoM y la encuesta Adimark; uno que otro bombazo que amenaza la paz y tranquilidad ciudadana y, por qué no decirlo, el sentido común que ha vuelto a los chilenos que quieren mejoras, pero no retroceso en sus libertades.
La confianza es siempre frágil, cuesta muchos años construirla y se pierde en un instante. No se puede llevar años acusando a la empresa privada de abusadores sin reconocerle los méritos del desarrollo de Chile y ahora, en un acto de acrobacia política, empezar a adularla. Se va a necesitar mucho más que retórica y uno que otro viajecito para reencantarla. El capital es tímido y se defiende arrancando. Y el capital chileno no es excepción.
Cuando Chile compite por capital con Perú y Colombia -donde le dan la bienvenida a la inversión empresarial-, nuestra Presidenta va a tener que sugerir a su corte que recurra, además de al buen vino francés, a uno que otro gesto real como bajar los costos de energía; empezar luego a corregir el equeco tributario; desautorizar a los que consideran que el derecho de propiedad está sobredimensionado y posponer a perpetuidad la expropiatoria reforma laboral que se fragua tras bambalinas. Esto para lograr convencer al capital que salga de su tímido recogimiento. De lo contrario, el capital no va a recular, y el Gobierno, para el mal de Chile, enfrentará su Waterloo.
Hoy en la tercera hay un excelente articulo del historiador Jocelyn Holt.Es sobre los apetitos de Chile por la presidencia de la ONU. Creo que esa es la razon principal que les lleva a moderar el discurso: desde alli, en la hipotesis de triunfar, se reparten aun mas favores. Yese es el quid del asunto , favorecer a los amigos, y que el pais se vaya al carajo. Si no no se explica tanta desidia e incompetencia en un set de reformas mal pensadas y planteadas. Y de paso, estan liquidando a los financistas de la UDi::
ResponderEliminarPese a ser el principal partido polítitico de Chile, la UDI tiene serios problemas. Uno de ellos es gente como Hernán Larraín Fernández que definitivamente atornilla al revés. Otro es que es el objetivo contra el cual se mueven sin descanso la UP/DC y el piñerismo.
EliminarPero lo peor es que la UDI actúa como si no supiera de estos dos gravísimos problemas.
A FALTA de partidos (Bachelet siempre ha sospechado de ellos), de la vieja coalición (derrotada el 2010), y de un nuevo conglomerado debidamente afiatado (a la Nueva Mayoría la estamos viendo), ¿por qué no la ONU? La ONU, no como un organismo internacional donde invernar (eso fue su paso por ONU Mujeres), tampoco como tribuna urbi et orbi que siempre lo es para presidentes (como esta semana), sino como cuadrante ideológico desde donde experimentar políticamente y darle algún sentido a este gobierno.
ResponderEliminarSon demasiadas las coincidencias. Bachelet se rodea de ex funcionarios ONU; los más obvios, Heraldo Múñoz, ex subsecretario general del PNUD para América Latina y el Caribe, y Pedro Güell, alguna vez también del PNUD, quien le escribe discursos y asesora en políticas públicas. Es sabido que los comandos concertacionistas cuando preparan las campañas presidenciales consultan a los organismos ONU, aunque tiempo atrás Ascanio Cavallo daba a entender que el vínculo sería más estrecho: “Nada ha incidido tanto en las decisiones del núcleo estratégico de la Presidenta Michelle Bachelet como los informes sobre Desarrollo Humano producidos por los investigadores locales del PNUD”. Por eso la lógica programática, la insistencia en principios, derechos, empoderamientos, igualdades, nuevos sujetos, macrotendencias -pauteo concretísimo sobre lo que hay que hacer, luego monitorear-, para este gobierno poco menos que su carta de ruta.
El izquierdismo duro local -el “infantilismo progresista” que irrita a Ignacio Walker- no habla las cosas así. Es acaballado, cero cosmopolita, no ha descubierto aún Africa. Si sus militantes se aparecieran por UN Plaza serían unos burdos provincianos, desconocerían los refinamientos que ha ido alcanzando el protocolo, intentarían alojarse en Harlem (como Castro), aludirían al olor a azufre de la Asamblea General (como Chávez), despotricarían en contra del sionismo minimizando el Holocausto (como Ahmadinejad), hasta se sacarían los zapatos (como Kruschev). Bachelet, en cambio, es “de la casa”. A Peña Nieto le puede contar todo lo que necesita saber sobre los “cascos azules” y Angola no la hace perder el sueño.
ResponderEliminarLo cual no significa que el gobierno de Bachelet no sea progresista. Lo es conforme a estándares de Naciones Unidas, la ONG más poderosa del planeta, no sólo a cargo de la paz mundial. Cuestión que no deja de ser complicada. Suele objetarse que el FMI pautee a los ministros de Hacienda, lo mismo podría reprochársele a la ONU en materias sumamente delicadas: el aborto, que según instancias internacionales debiera ser universal, o la aplicación de una ley soberana en algún punto del territorio nacional (la Ley Antiterrorista en La Araucanía desde luego).
hile tiene una larga historia de país “test case”: país DC alternativo al castrismo cubano, “vía chilena al socialismo”, país neoliberal antes de Thatcher y Reagan, un “lujo” de transición de dictadura a democracia. ¿Es que ahora nos estamos convirtiendo en país modelado por la ONU?
ResponderEliminarArt de Alfredo Jocelyn Holt en La Tercera de hoy.
Interesante el artículo del hermano de Tomás Jocelyn-Holt. El movimiento por un nuevo orden mundial es en realidad una iniciativa de la zurdería, que cree en eso de concentrar el poder para imponerlo.
Eliminar