Álvaro Góngora
Quien inicia un proceso, incluso creyéndolo de buena fe muy novedoso, no debe autocalificarlo. Las etapas históricas se definen retrospectivamente. Es impropio declararlo antes de hacer nada.
Pero se expandió el contagio: "Esta agenda laboral va a marcar un antes y un después" (Javiera Blanco). "A partir de ahora, debería hablarse de un antes y un después en relación a la educación", y, sobre las universidades estatales, habrá "un proceso refundacional" (Eyzaguirre). "Queremos derribar los pilares que rigen la educación" (Rossi). Ante reprobaciones por fallidas designaciones, "no nos hacemos ninguna crítica" (Elizalde). "Tenemos la experiencia y vamos a gobernar desde el primer día para recuperar el tiempo perdido" (Arenas). ¿Empezar de cero? "Yo diría que es la avalancha ciudadana" (Navarro).
El programa es un texto venerable para estos círculos, casi un dogma. Otra prueba de soberbia. La historia demuestra que ningún gobierno ha cumplido todo lo prometido, ni tampoco tal cual pensaba realizarlo.
¿A qué atribuir tanta soberbia? ¿Será juventud, inexperiencia, comienzo ansioso o derechamente fundado en posiciones ideológicas? Mas el conglomerado gobernante no parece contaminado de igual modo. Hay prudencia entre quienes tienen trayectoria y cultura política. Ponen frenos a las actitudes impetuosas. ¿Predominará ese criterio? El ministro Peñailillo llamó a tener "cuidado con crear debates artificiales", y un segundo político advirtió contra "provocar fisuras", agregando que por eso él andaba "con parches curitas" (Andrade).
De ser ciertas algunas declaraciones de militantes multipartidarios sobre temas clave, no parece que generen un debate "artificial" y su apariencia es más que la de meras fisuras. Imposible citar la discusión sobre estatización educacional o sistema mixto entre la dupla Quintana-Girardi y la de Escalona-Walker, pero es de fondo: difícil parcharla con "curitas". Incluso aquellos calificaron de "conservadora" la posición de Escalona, señalando Quintana que se siente en las "antípodas" ideológicas del militante socialista y, para qué decir, del senador Walker.
¿Y respecto de la asamblea constituyente como mecanismo para aprobar la nueva Constitución? Ya sabemos: es apoyada por el PPD, MAS y PC -Andrade mudo, atento a la Presidenta-, y rechazada por la DC. Walker y su gente argumentan que la "carta de navegación" fue establecida por la propia Mandataria: proceso democrático, participativo e institucional. Más graves, sin embargo, resultan las divergencias sobre la convivencia política. "Los tiempos de negociar o la política de los consensos se acabaron"; para eso "hay una mayoría clara que se manifestó a favor de los cambios" (Rossi, Girardi, Teillier). Dos figuras de la política chilena salieron al paso: "una sociedad democrática no puede existir sin consensos" (Insulza); "La política de los acuerdos nunca deja de tener vigencia" (Zaldívar).
Es claro, hay sectores que son presa de soberbia política -antidemocrática por esencia- y el bloque aloja contradicciones fundamentales. "Es grave que algunos propicien un giro a la izquierda, es doblemente grave si va asociado a un modelo refundacional" (Walker). Sin política de consensos, ¿qué queda? ¿Lo recuerda el lector?, "avanzar sin transar" o, como dijo un joven diputado, aludiendo a dichos de Quintana: "Soy partidario de avanzar incansablemente para terminar con el Estado neoliberal" (Boric). Que los moderados concertacionistas recuerden lo vivido en Chile por soberbias políticas.
El programa es un texto venerable para estos círculos, casi un dogma. Otra prueba de soberbia. La historia demuestra que ningún gobierno ha cumplido todo lo prometido, ni tampoco tal cual pensaba realizarlo.
¿A qué atribuir tanta soberbia? ¿Será juventud, inexperiencia, comienzo ansioso o derechamente fundado en posiciones ideológicas? Mas el conglomerado gobernante no parece contaminado de igual modo. Hay prudencia entre quienes tienen trayectoria y cultura política. Ponen frenos a las actitudes impetuosas. ¿Predominará ese criterio? El ministro Peñailillo llamó a tener "cuidado con crear debates artificiales", y un segundo político advirtió contra "provocar fisuras", agregando que por eso él andaba "con parches curitas" (Andrade).
De ser ciertas algunas declaraciones de militantes multipartidarios sobre temas clave, no parece que generen un debate "artificial" y su apariencia es más que la de meras fisuras. Imposible citar la discusión sobre estatización educacional o sistema mixto entre la dupla Quintana-Girardi y la de Escalona-Walker, pero es de fondo: difícil parcharla con "curitas". Incluso aquellos calificaron de "conservadora" la posición de Escalona, señalando Quintana que se siente en las "antípodas" ideológicas del militante socialista y, para qué decir, del senador Walker.
¿Y respecto de la asamblea constituyente como mecanismo para aprobar la nueva Constitución? Ya sabemos: es apoyada por el PPD, MAS y PC -Andrade mudo, atento a la Presidenta-, y rechazada por la DC. Walker y su gente argumentan que la "carta de navegación" fue establecida por la propia Mandataria: proceso democrático, participativo e institucional. Más graves, sin embargo, resultan las divergencias sobre la convivencia política. "Los tiempos de negociar o la política de los consensos se acabaron"; para eso "hay una mayoría clara que se manifestó a favor de los cambios" (Rossi, Girardi, Teillier). Dos figuras de la política chilena salieron al paso: "una sociedad democrática no puede existir sin consensos" (Insulza); "La política de los acuerdos nunca deja de tener vigencia" (Zaldívar).
Es claro, hay sectores que son presa de soberbia política -antidemocrática por esencia- y el bloque aloja contradicciones fundamentales. "Es grave que algunos propicien un giro a la izquierda, es doblemente grave si va asociado a un modelo refundacional" (Walker). Sin política de consensos, ¿qué queda? ¿Lo recuerda el lector?, "avanzar sin transar" o, como dijo un joven diputado, aludiendo a dichos de Quintana: "Soy partidario de avanzar incansablemente para terminar con el Estado neoliberal" (Boric). Que los moderados concertacionistas recuerden lo vivido en Chile por soberbias políticas.
Publicado originalmente en El Mercurio de hoy, pág. A3
En una de las votaciones con menor convocatoria, la zurdería superó por escaso margen a la derecha. Pero pese a haber sido apoyados por el 20% de la población, igual actúan como si sus votos representaran el apoyo fervoroso de todo el país.
ResponderEliminarEsta gente es, por naturaleza, totalitaria.
Luego de leer las declaraciones del ministro de Interior del mismo tenor a raíz del panfleto de la UDI, según el cual, porque empezaba un nuevo ciclo, la derecha debía aceptar el programa tributario si o si, llegue a la misma conclusión. Ni siquiera llegaron al 50% de los votos más uno, y hablan como si fuesen mayoría.
ResponderEliminarLos líderes de la derecha, si es que la hay, todavía no pueden interpretar a la mayoría que no voto, cuando están fácil. Denunciar como dice el forista Andrés Schmied en el blog de Maximo, cuanto se lleva el Estado con los impuestos para financiar la vida de millonarios que tiene los políticos.
A los políticos de derecha, no a nosotros, les convendría repasar el período de la UP. Por lo menos tendrían un mapa, en vez de andar a ciegas. El pasado te sirve para entender el presente.