Axel Kaiser
A muchas personas, el mero hecho de formular esta pregunta les parece
inaceptable. Evidentemente, piensan ellos, la desigualdad es un gran
problema. Como diría la Presidenta Bachelet: la desigualdad es nuestro
"gran enemigo". La declaración de Bachelet, sin duda en sintonía con el
Zeitgeist, no es irrelevante. Como advirtiera John Stuart Mill, el clima
de opinión intelectual define en buena medida la evolución
institucional de un país y puede tener consecuencias desastrosas.
De
ahí que sea pertinente examinar el postulado igualitarista críticamente
de modo de establecer qué es realmente lo que ataca y qué es lo que
propone. Como primera cuestión, este ejercicio requiere analizar cuál es
el origen de la desigualdad. Y este no es otro, como notó
Courcelle-Seneuil hace un siglo y medio, que la naturaleza humana.
Todos
somos diferentes, es decir, desiguales. Nuestros talentos, capacidades,
inteligencia, disposición al esfuerzo y todos los demás factores que
definen nuestro ingreso varían de una persona a otra. En una sociedad de
personas libres estas desigualdades afloran permitiendo que cada uno
haga el mejor uso de los talentos, suerte y capacidades de que dispone
para servir a otros. Esto es lo que se conoce como principio de división
del trabajo que Adam Smith explicara tan magistralmente en "La Riqueza
de las Naciones", obra poco leída por liberales y aún menos leída por
los críticos del liberalismo.
Bajo un "sistema de libertad
natural", como lo llamó Smith, habrá algunos que sean panaderos, otros
ingenieros, habrá abogados, herreros, profesores, deportistas,
campesinos, obreros, etc. También habrá muchos que cambien de profesión
en el camino, mientras otros comenzarán pobres y terminarán ricos, y
viceversa.
En este sistema los ingresos variarán de acuerdo a la
valoración que el resto de los miembros de la sociedad hace del aporte
de cada persona. Se trata de un sistema que satisface necesidades y
deseos ajenos, y en el cual los méritos no juegan ni pueden jugar un rol
relevante.
Cuando usted va a comprar carne de cerdo no le
interesa saber si el carnicero fue personalmente a cazar, cuchillo en
mano, un jabalí en la montaña o si el animal fue producido en masa a un
mínimo esfuerzo. Tampoco le interesa si el productor de un cierto bien
es buena persona. Usted no paga por el mérito sino por el producto. Si
es bueno y a un precio razonable, lo compra; si no, busca otro. En ese
sentido el consumidor, como explicó Ludwig von Mises, es despiadado y el
empresario está obligado a satisfacerlo si quiere sobrevivir.
Esta
libertad de elegir de acuerdo a las propias valoraciones constituye la
esencia de la democracia del mercado y es lo que explica que Alexis
Sánchez gane miles de veces más por patear una pelota que una enfermera
por salvar vidas, a pesar de que lo primero sea menos meritorio que lo
segundo. Lo fascinante de este sistema de libertad es que, a pesar de
contravenir intuiciones de justicia bastante generalizadas, es sin duda
alguna el que permite el mayor progreso económico y social para todos
los miembros de la comunidad.
Si mañana un ingeniero japonés
descubriera la fórmula para producir energía limpia a costo casi cero,
no solo ese ingeniero se haría millonario, sino que el ingreso de la
mayoría de los habitantes del mundo se incrementaría exponencialmente.
Esa es la historia del capitalismo, el que indudablemente no produce
igualdad sino riqueza. Cuando Friedrich Hayek observó, para escándalo de
los socialistas, que la desigualdad era parte fundamental de la
economía de libre mercado, no estaba más que constatando que esta se
deriva del principio de división del trabajo sobre el que descansa
nuestro bienestar y nuestra civilización.
En ese contexto,
sostener, como hizo Bachelet, que la desigualdad es el enemigo equivale a
afirmar que la libertad y la diversidad humana son el enemigo. Si no
fuera así y la libertad no fuera considerada el enemigo, no sería
necesario reemplazar la cooperación voluntaria de las personas por
intervención estatal, que es lo que proponen los igualitaristas a
sabiendas de que solo el Estado permite alcanzar, mediante la coacción,
resultados políticamente deseados como la igualdad. La mejor prueba de
que la búsqueda de igualdad es, a pesar del notable esfuerzo de John
Rawls, necesariamente incompatible con la libertad son los regímenes
totalitarios socialistas. Su máxima fue precisamente que la desigualdad
y, por tanto, la economía libre eran el gran enemigo.
El
resultado es conocido. Obviamente, esto no es lo que pretende Bachelet
ni la mayoría de los igualitaristas. Pero el camino que proponen
recorrer, muchas veces con las mejores intenciones, sin duda conduce en
la dirección de restringir la libertad de las personas afectando el
bienestar de la sociedad. La fórmula liberal, por el contrario, propone
maximizar espacios de libertad y ayudar solo a quienes por sus medios no
logran surgir. En otras palabras, para los verdaderos liberales la
desigualdad no es el problema. El problema es la pobreza. Lo que importa
es que todos estén mejor y no que estén igual. Si un liberal tuviera
que elegir entre duplicar los ingresos actuales de todos los chilenos,
desde el más rico al más pobre, manteniendo con ello la desigualdad
relativa existente hoy, o reducir a la mitad los ingresos del 15% más
acomodado para convertirnos en un país muchísimo más igualitario, el
liberal elegiría la primera opción. En cambio, un igualitarista
convencido, como Bachelet, de que la desigualdad y no la pobreza es el
gran enemigo a ser derrotado, preferiría la segunda opción desmejorando a
algunos sin mejorar a nadie.
Excelente articulo de kaiser. Es una buena idea reproducirlo aqui.
ResponderEliminarClaramente la NM presenta un discurso que les permita acceder y perpetuarse en el poder. No les interesa hacer bien las cosas, ni solucionar los problemas.
Recomiendo las siguientes columnas de opinion aparecidas hoy en el diario PULSO:
http://www.pulso.cl/noticia/opinion/2014/03/4-40586-9-todos-somos-chilenos.shtml
http://www.pulso.cl/noticia/opinion/2014/03/4-40585-9-espacio-politico.shtml
Saludos,
Efectivamente, la UP/DC no viene sino a asegurarse de retener la teta. Estupendos artículos, gracias.
EliminarBastaría citar a Churchill para ser más pedagógico.
ResponderEliminarSegún los neoderechistas como Cristóbal Bellolio, lo que expone Kaiser son fantasías anarcocapitalistas que ni tiene asidero en la realidad.
Si hasta la derecha se compró el discurso del igualiarismo.Ver las últimas palabras de Matthei al cerrar su campaña.
La agrupación católica derecha Acción Familia saco un libro en pdf contra el igualitarismo.
Luchar contra la desigualdad ha probado ser un estupendo negocio para los que promueven el esquema que hace a todo el mundo igual... en la miseria. Mientras ellos quedan salvados y ricos en la nomenclatura del poder.
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