sábado, 1 de diciembre de 2012

El Entrenador y el Controlador

Hermógenes Pérez de Arce

El entrenador de Colo Colo chocó a otro vehículo y, como manejaba con su licencia vencida y eso lo privaba de su derecho al seguro de accidentes, con mucho sentido práctico llamó a su mujer para que acudiera al lugar y dijera que ella iba conduciendo, versión que acogieron tres carabineros que se presentaron a controlar la situación. Pero cámaras del tránsito delataron la verdad del episodio de manera irrefutable. El entrenador finalmente la confesó y, como consecuencia, los tres funcionarios policiales que habían acogido su versión fueron exonerados. No faltan voces moralistas señalando que el entrenador debe seguir la misma suerte.

Es que Chile es un país esencialmente ético, dicen, y debemos ser rigurosos para preservarlo en esa condición.

¿Es así? Hace poco más de dos años el controlador de Colo Colo hizo convocar a la prensa y los canales de TV a Cerro Castillo para que presenciaran su despegue al mando del helicóptero de su propiedad y se lo dieran a conocer al país. Todos vimos la impecable maniobra en el noticiero nocturno, con la figura del controlador en los mandos, y muchos deben haber quedado admirados de sus habilidades aéreas y su intrepidez.

Varias horas después su helicóptero descendía impremeditadamente en un camino sureño. El piloto puso pie en tierra preguntando a los viandantes en qué lugar se encontraba, pues había debido aterrizar de emergencia debido a que se le había agotado el combustible y había perdido el rumbo. En los noticieros de la noche apareció expresando (cito de memoria): "Me vine piloteando por la costa el helicóptero Robinson 127". En el lugar se hicieron presentes también carabineros, que dejaron, es de suponer, constancia de los hechos. Claro, éstos daban cuenta de que el controlador de Colo Colo había cometido variadas infracciones, como la de no respetar su plan de vuelo, no precaver el agotamiento del combustible y aterrizar en un lugar no previamente autorizado.

Pero, sorprendentemente, nada de eso tuvo consecuencias para él. Fue la persona que le acompañaba en el helicóptero la sancionada por las infracciones, pese a que todos vimos y el controlador corroboró que había sido él el piloto. Pero "la verdad judicial" fue otra y prevaleció. Lo que todos vimos no valió de nada.

Pero todo fue superado y nadie tuvo que explicar cosa alguna. Al club del controlador no le incomodó en lo más mínimo que éste hubiera sido flagrantemente sorprendido faltando a la verdad o, en caso de que no hubiera sido así y hubiera estado diciéndola, que otra persona del todo inocente hubiera debido asumir sus culpas y las consecuencias de las infracciones cometidas por él.

Por supuesto, los necesariamente contradictorios partes policiales generados por las cambiantes versiones de los hechos no tuvieron consecuencia alguna para el personal policial que los redactó en un sentido y otro. Y todo el mundo se dio por satifecho con el desenlace, hoy ampliamente olvidado y, por tanto, amnistiado ("amnestia"= olvido.)

¿Por qué en el caso del entrenador el desenlace debería ser diferente? ¿Por qué el juicio acerca de unas "desviaciones de la verdad" debería ser más severo que en el de las otras? ¿Por qué el parte policial que acoge una versión falsa da lugar, en un caso, a la exoneración de los policías que lo emiten, y en el otro no?

Si Chile fuera un país anglosajón, seguramente no se aceptaría que esas preguntas quedaran sin respuesta; pero como no lo es, podemos dejarlas tranquilamente así, sabiendo que nada incómodo va a suceder.

2 comentarios:

  1. En buena medida, este artículo sigue la línea del anterior referido a la honestidad en los asuntos públicos y el efecto que tiene su carencia en la capacidad de la nación para superar el desarrollo.

    Creo que el verdadero desarrollo es más una cuestión de principios que una de dinero o recursos naturales. Trabajo duro, responsabilidad y honestidad son la llave para el verdadero progreso.

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  2. Todo se esconde y las investigaciones llegan hasta donde les es permitido llegar.
    Saludos Ciro

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