La joven de este video (abajo), socialista de militancia, “cae” en esas raras prácticas de decir unas cuantas verdades. Aunque comienza culpando al “capitalismo de libre mercado” de la debacle en Europa, termina admitiendo que los responsables son los socialistas, aunque se cuida de formular cargos más concretos.
Todos sabemos que la causa de esta hecatombe está en el exceso de gasto fiscal para el financiamiento de estados de bienestar empujados por la mentalidad socialista, transformando a buena parte de sus ciudadanos en gente baldada, con escasa o nula capacidad de generar su propio ingreso con independencia de subsidios y “protecciones” del Estado.
Junto con ello, la muchacha reclama de la impresentable convocatoria a un hotel cinco estrellas al que los líderes “del pueblo” llegan en autos de lujo, mientras en el país cunden la cesantía y la pobreza.
Han sido demasiados años en que el socialismo ha reclamado representar a los pobres o los desposeídos. Pero la experiencia en Occidente, y también ahora en el Lejano Oriente, demuestra que nadie hace más por los pobres que ellos mismos, cuando tienen la oportunidad.
En Chile nunca se conoció un impulso más grande al abandono de la miseria que bajo el gobierno militar, cuando millones de chilenos se incorporaron a la actividad productiva y, por primera vez en su historia generacional, acceder a la propiedad de un automóvil o un bien raíz.
Cuando volvieron los socialistas, decretaron haberse encontrado con 5 millones de pobres. Pero tanto la vara que aplicaron como el detalle de su contabilidad nunca quedaron explicitadas. Hasta que se levantaron las barreras al emprendimiento y al comercio exterior, CASI TODO CHILE era de gente que nunca antes (ni ellos ni sus antecesores) tuvieron cuenta corriente bancaria, hogares equipados, acceso a la educación privada ni a los bienes que hoy son corrientes en cada hogar.
La agitación y la violencia en el Chile de nuestros días es promovida por quienes buscan ajustar las reglas institucionales a su posibilidad de hacerse de una mayor cuota de poder, porque en el país donde —en gigantesco contraste con la realidad internacional— los pobres son cada vez menos, ya no es cosa tan fácil de reclamar esa representatividad.
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