Axel Buchheister
Mientras el prófugo hace escarnio del imperio de la ley, nuestro sistema judicial rinde culto a los formulismos y a la burocracia. Si no lo cree, es cosa que lea lo que informó al respecto la prensa en la semana.
Sucede que para que tenga lugar un juicio oral debe notificarse de ello al imputado, lo que cualquiera pensaría que no es posible hacer, porque está escondido. Así lo cree también el Ministerio Público, motivo por el cual pidió al tribunal oral el sobreseimiento temporal, esto es, que se suspenda el juicio hasta que lo encuentren. Pero sí fue posible practicar el solemne trámite, porque concurrió un ministro de fe a la casa de su madre y constató, según certificó, que ese era el domicilio del fugado y, además, que se encuentra en el lugar del juicio, de modo que lo notificó válidamente dejándole una copia. Si a este eficaz funcionario auxiliar de la justicia le constan tantas cosas, mejor le encargáramos a él la detención y no a la policía, que parece saber bastante menos.
Basado en esa certificación, que todos sabemos que no obedece a nada real, el tribunal oral, integrado no por uno sino por tres jueces, rechazó la petición de la fiscalía, pues está acreditado que “desde el 19 de marzo último, Hans Felipe Niemeyer Salinas se encuentra en el lugar del juicio (Santiago), en su domicilio”, por lo que no procede detener el juicio. Entonces, el Ministerio Público tuvo que concurrir -suponemos que no había otra alternativa-, encabezado nada menos que por el fiscal regional, quien tiene por tarea la dirección superior de la persecución penal en la vasta zona sur de Santiago, al domicilio donde está certificado que reside Niemeyer y allanarlo, acompañado de carabineros. Por cierto que no estaba, pero la gestión se consideró satisfactoria, porque ahora se podrá demostrar al tribunal que no está ahí y pedir nuevamente el sobreseimiento temporal. Es fundamental, porque si llegado el día del juicio Niemeyer no está, no se podrá llevar adelante y habrá que fijar nueva fecha y notificarlo. O peor, quizás se dé el gusto de un acto teatral y aparezca en el juicio, como ha amenazado, dejando a todo el sistema judicial-persecutorio-policial en evidencia, salvo a los encargados de las notificaciones. Todo lo anterior, al menos, ha implicado un dispendio de recursos en gestiones inútiles que tendría que preocuparnos.
Quizás, además, alguna autoridad de lo que sea se sonroje y exclame ¡hasta cuándo! y haga algo para que el sistema empiece a funcionar. Los que lo financiamos con nuestros impuestos pedimos eso, nada más.
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